Editorial

¿Misión, visión o vida compartida?

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cartel de Juntos Somos Más I Encuentro de Laicos en misión compartida organizado por CONFER 22 marzo 2014

EDITORIAL VIDA NUEVA | Madrid acoge este fin de semana un proyecto preparado con interés durante los últimos meses y que nació en el seno de CONFER. Su entonces presidente, Elías Royón, lanzó la idea, consultada con diversos superiores generales y retomada con ilusión por su sucesor, Luis Ángel de las Heras. El proyecto es el I Encuentro de Laicos en Misión Compartida, que propone la puesta en valor del laicado, que, lejos de quedar reducido a lo que en su momento fueron las Órdenes Terceras, tienen un papel importante, no solo en la misma dinámica de la Vida Religiosa, sino también en su misma esencia.

Los laicos que comparten tarea y evangelización con la Vida Consagrada no son el recurso a la falta de vocaciones. Verlo así es minimizar su grandeza. Es algo más nuclear.

El Pueblo de Dios, que en la Lumen Gentium tiene su mejor definición, está conformado por laicos, sacerdotes y religiosos que, con el don de la fe, caminan teniendo en sus manos la tarea del anuncio del Evangelio que transforma el mundo. Todos la misma misión, cada uno desde su propio estado y carisma, pero todos caminan en la misma senda.

Ante la falta de vocaciones, el recurso no es echar mano del laico y “profesionalizarlo” o “clericalizarlo”. La falta de vocaciones no es criterio para invitar a los laicos a acercarse más para llenar los puestos que la escasez de vocaciones ha dejado libres. No se puede caer en esa tentación. El laico que camina con la Vida Religiosa es mucho más que un acólito.

El trabajo de los religiosos
es dar sentido a esa misión,
compartir el legado que cada familia tiene
como herencia y sostenerse en las dificultades.
Y aquí el laico tiene mucho que aportar.

Pero, antes de nada, conviene saber, y muy bien, qué es la Vida Religiosa en sí misma, qué misión desempeña en la Iglesia y en el mundo y cuál es el carisma específico, su servicio concreto y la razón por la que nació. El carisma religioso en la Iglesia puede ser compartido, como ha de ser compartida una misma visión, aunque no se llegue a compartir una misma vida. Aclarar estas cosas debe ser paso previo que en este congreso abordarán con pasión evangelizadora. Insistir en el qué es más importante que en el cómo.

Compartir una visión es fundamental: ver las realidades, las situaciones, los escenarios de evangelización, desde la misma óptica, aun con opiniones diferentes, pero desde el mismo punto. Compartir una visión global y general hace que se desvanezcan los localismos que afectan últimamente a los procesos de unificación y ayudan a la generosa presencia de religiosos en las periferias y en otros rincones del mundo. Si no se comparte visión, la misión es más dificil que pueda compartirse. Solo entonces se podrá ver qué hacer y dónde actuar.

Se trata de sumar en la tarea evangelizadora, no de ver quién hace más o menos. Se trata de llevar al mundo la esperanza de Jesús con todas las voces y tonalidades posibles dentro de la Iglesia, y desde el propio carisma.

El trabajo de los religiosos, en esta línea, es dar sentido a esa misión, compartir el legado que cada familia tiene como herencia y sostenerse en las dificultades. Y aquí el laico tiene mucho que aportar. Una gran iniciativa que hoy en la Iglesia tiene su gran importancia. Compartir una visión, para después compartir la misión, que es la que hace que se pueda compartir la vida.

En el nº 2.887 de Vida Nueva.

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