Machado, 75 años después de la muerte de un creyente…

Antonio Machado, poeta

El poeta ya le planteó a Unamuno en 1913 “un proyecto de revolución intraeclesial”

Antonio Machado, poeta

Machado, 75 años después de la muerte de un creyente… [extracto]

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | Si hoy hay un poeta reducido a la banalización –a la más absoluta– es Antonio Machado. Las semblanzas biográficas que están ilustrando la conmemoración del 75º aniversario de su muerte en Colliure (Francia) caen, una vez más, en lugares comunes. El principal –y reiterado– es el que atañe a su anticlericalismo y a una imposible creencia. Machado era, como decía José Bergamín, “en su vida y en su obra, entera y verdaderamente, un hombre de fe”.

Hoy no hay una verdadera exégesis de su poesía. Más bien, ni siquiera hay una “lectura” sistemática de su poesía, solo algunos versos recurrentes con los que se le trata como un autor-espejo. Quien escribe de él solo atiende a la imagen que el cristal refleja, que ya no es la de Machado, sino la del propio ensayista. El hispanista Armand F. Baker lo describe preguntándose si la falta de fe que determinados autores atribuyen al poeta verdaderamente es de él, o si es una proyección de esos mismos críticos: “Porque también hay quienes creen lo contrario”.

Reconocer un Machado católico, firmemente católico aunque no fuera practicante, no es cuestión de creencia, sino, primero, de lectura –ahí están Campos de castilla, por ejemplo– y, antes o después, de biografías, cartas y testimonios.

Es interesante examinar a la sombra de los nuevos tiempos de la Iglesia La teología de Machado (Sal Terrae, 1975), del padre José María González Ruiz, el extraordinario y primordial libro que reivindicó lo que muchos no querían ver: Machado era, sí, de izquierdas y republicano, pero también católico.Antonio Machado, poeta

Muy personal e intransferible. Como todo en él. Quizás un adelantado. Machado deseaba una “sincera conversión al Evangelio” de la Iglesia. González Ruiz lo explica afirmando que “desde su decidida toma de partido por los valores cristianos y por la esperanza de la resurrección, es normal que Antonio Machado planteara el problema del catolicismo español de una forma original”.

¿Cómo de original era esa “conversión al evangelio” del aparato eclesiástico y vaticanista? Ya en 1913, Machado escribió una carta a Miguel de Unamuno –su maestro– en la que de forma profética, según González Ruiz, planteaba “un proyecto de revolución intraeclesial”. En aquel texto, Machado señaló: “Esta iglesia espiritualmente huera, pero de organización formidable, solo puede ceder al embate de un impulso realmente religioso”. Eso significa que Machado opinaba que la Iglesia, escribe el teólogo González Ruiz, “debía salvarse desde dentro, recuperando sus valores verdaderamente cristianos, que permanecían secuestrados por unos ‘hombres cerriles, mediocres y muy alejados del auténtico evangelio’”.

Clericalismo indignante

Este es el mismo Machado que le decía a Unamuno, por ejemplo, que “el clericalismo español solo puede indignar seriamente al que tenga fondo cristiano. Todo lo demás es política y sectarismo”. En ningún caso, pensaba, el debate atañe a quienes no creen. Basta releer el libro de González Ruiz u otros ensayos –como Antonio Machado y el “sueño de Dios”, de Armand F. Baker; El Dios de Antonio Machado, de Miriam Hoffmann de Gabor, por citar solo algunos– o acudir a sus heterónimos como Juan de Mairena o Abel Martín para concluir que Machado no solo sentía a Dios, sino que también extendió su presencia al estudio de la Metafísica, su verdadera obsesión.

“Dios sí existe para Machado; lo que no existe es la capacidad de pensarlo lógicamente”, explica Armard F. Baker en Antonio Machado y las galerías del alma: “Dios no es la nada, como algunos han sostenido; Dios crea la nada –“Fiat umbra! Brotó el pensar humano”– al darle al hombre la capacidad de pensar lógicamente. El ser divino no puede ser conceptualizado, pero Dios quiso que el hombre tuviera por lo menos una idea de su naturaleza verdadera. Muchas personas no reconocen el valor del don divino; piensan que la lógica es lo único que importa, y su lógica les dice que Dios no existe, que el mundo no es real. Machado les responde: ¡Y qué cosa tan absurda… es la lógica!”.

Y lo ilustra con versos. Por ejemplo, de Profesión de fe, quinto poema de las parábolas incluidas en el Cancionero apócrifo de Campos de Castilla: “Dios no es el mar, está en el mar, riela / como luna en el agua, o aparece/ como una blanca vela; / en el mar se despierta o se adormece.// Creó la mar, y nace/ de la mar cual la nube y la tormenta;/ es el Criador y la criatura lo hace;/ su aliento es alma, y por el alma alienta.// Yo he de hacerte, mi Dios, cual tú me hiciste,/ Y para darte el alma que me diste/ en mí te he de crear. Que el puro río/ de caridad que fluye eternamente,/ fluya en mi corazón. ¡Seca, Dios mío,/ de una fe sin amor la turbia fuente!”.Campos de Castilla, poemario de Antonio Machado

Poema de raíz krausista y panteísta, vigente en Machado, porque a diferencia de Unamuno –educado en un estricto catolicismo–, el poeta sevillano construye su fe tras una educación familiar íntimamente vinculada a la Institución Libre de Enseñanza.

Machado creía sobre todo en Jesús. Sabía muy bien que su mensaje giraba en torno a la Resurrección, a la promesa de su llegada, a la esperanza y a que el fundamento de la fe –del amor, del perdón, de caridad– es una constante vigilia. Lo escribió en Proverbios y cantares, poema XXXIV, otra vez en Campos de Castilla: “Yo amo a Jesús, que nos dijo:/ Cielo y tierra pasarán./ Cuando cielo y tierra pasen/ mi palabra quedará.// ¿Cuál fue, Jesús, tu palabra?/ ¿Amor? ¿Perdón? ¿Caridad?/ Todas tus palabras fueron/ una palabra: Velad”.

La idea de Dios, su modo de comprender a Jesús, es de un catolicismo latente que, como buen metafísico, nunca era conformista o inmóvil, sino que siempre iba, como él mismo admitió, “buscando a Dios en la niebla”. Su extenso poemario –la amplia presencia de Dios en él y en periodos diversos de su vida, sobre todo, tras la pérdida de Leonor, en Campos de Castilla– expresa un hablar constante de Dios y con Dios: “Converso con el hombre que siempre va conmigo. Quien habla solo, espera hablar con Dios un día”.

Víctima del sectarismo

Machado también cayó en las fauces del cainismo que tanto aborrecía, de la política y el sectarismo, como cuando Pedro Laín Entralgo lo llama, injustamente, “menesteroso buscador de Dios”, tergiversando su verdadero catolicismo. Machado fue víctima de ese sectarismo. Y aún sigue siendo, desde ambos lados del espejo, 75 años después de su muerte. Dos años y nueve meses tardó en llegar desde Madrid a Colliure acompañando a su madre y huyendo de la victoria de Franco. Murió, apenas recién llegado, de melancolía y estupor en el hotel Bougnol-Quintana el 22 de febrero de 1939. Su madre lo hizo dos días después. Machado tenía 63 años.

Como aquel poema que escribió en 1915 a la muerte de Francisco Giner de los Ríos, cabría decir: “¿Murió?… Sólo sabemos/ que se nos fue por una senda clara,/ diciéndonos: Hacedme/ un duelo de labores y esperanzas./ Sed buenos y no más, sed lo que he sido/ entre vosotros: alma./ Vivid, la vida sigue,/ los muertos mueren y las sombras pasan;/ lleva quien deja y vive el que ha vivido./ ¡Yunques, sonad; enmudeced campanas!// Y hacia otra luz más pura/ partió el hermano de la luz del alba, del sol de los talleres, el viejo alegre de la vida santa”.

jcrodríguez@vidanueva.es

En el nº 2.886 de Vida Nueva

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