Cosechando dignidades con los mayas en México

Religiosas teresianas apoyan el desarrollo propio de las comunidades locales

proyecto de agricultura de religiosa teresianas en México con las comunidades mayas

GUADALUPE ESQUIVIAS | “Les agradecemos mucho las despensas, pero nosotros queremos sembrar para tener nuestro propio sustento familiar”. Esto fue lo que escucharon las religiosas teresianas en las localidades mayas que se beneficiaron con víveres repartidos por estas después del huracán Wilma, que, en 1995, realizó un recorrido letal, además de por México, por Cuba, los Estados Unidos, Haití, Bahamas y Jamaica.

Desde entonces, arar la tierra maya ha sido todo un reto para 4.200 familias de 59 localidades, 89 de ellas en el municipio de Tizimín, en el Estado de Quintana Roo (en plena península de Yucatán, en la frontera mexicana con Centroamérica).

Un caminar en este contexto de pobreza en el que sus habitantes ya siempre han estado acompañados por las religiosas de la compañía de Santa Teresa de Jesús, que buscaron los medios para poder ayudar a los damnificados después de la emergencia. Y lo hicieron a través del impulso de la Fundación Ayuda para Ayudar, la cual tiene como misión, entre otras cosas, ser puente y enlace entre las localidades mayas y el Gobierno federal.

Aurora del Rivero Heredia, teresiana de 74 años y directora de la fundación, explica que, investigando en la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación, se encontraron con el proyecto denominado PROMAF, que otorga recursos a campesinos para sembrar hasta 20 hectáreas de maíz o frijol por cada sociedad de producción rural que se inscriba oficialmente y cumpla los requisitos.

La misión de Ayuda para Ayudar es integral. Y es que, al mismo tiempo que acompañan a los productores y les ayudan a vender el fruto de su trabajo, buscan capacitar a las mujeres de las comunidades con cursos para fomentar la igualdad de género y para que aprendan a ahorrar en medio de la pobreza; ya que, como asegura sonriente Aurora, “de poquito en poquito, se llena el jarrito”.

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En el nº 2.885 de Vida Nueva

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