La Fundación Amigó se vuelca con quienes harán el futuro

centro de la Fundación Amigó en Madrid donde se atiende a niños y adolescentes en riesgo de exclusión

La institución, de los terciarios capuchinos, atiende a niños y adolescentes en España y a nivel internacional

centro de la Fundación Amigó en Madrid donde se atiende a niños y adolescentes en riesgo de exclusión

La Fundación Amigó se vuelca con quienes harán el futuro [extracto]

FRAN OTERO. Fotos: LUIS MEDINA | Muy cerquita del madrileño cementerio de La Almudena, en un pequeño bajo escondido entre viviendas, abre cada día una de las obras que la Fundación Amigó, de los religiosos terciarios capuchinos o amigonianos, tiene repartidas por toda España. En este caso, para atender numerosas necesidades de niños y adolescentes.

Por la mañana es Kanguroteca, una especie de guardería para niños de hasta 3 años cuyos padres necesitan apoyo temporal en el cuidado de los hijos y que da nombre al centro, y, por la tarde, centro de día al que acuden niños y adolescentes en riesgo de marginación, con los que se trabaja a través de actividades educativas, lúdicas y culturales.

Del mismo modo que el centro duplica sus actividades, así también lo hacen las profesionales que lo atienden y sostienen, gracias a aportaciones privadas como las de la Real Asociación de Hidalgos de España o la Obra Social La Caixa. Mar Baena, la directora, junto con sus compañeras Judith Barrantes y Gloria Bernal se multiplican, con la ayuda de estudiantes en prácticas y voluntarios, para cuidar bebés, ayudar a las madres a encontrar empleo, ofrecer meriendas o hacer las tareas escolares con los adolescentes que llegan por la tarde. En total, y según la memoria de la Fundación, este centro atendió en 2012 a un total de 77 familias y a 20 niños en el centro de día, y a 78 bebés en la Kanguroteca.centro de la Fundación Amigó en Madrid donde se atiende a niños y adolescentes en riesgo de exclusión

Es lunes por la mañana y no hay niños. Este día de la semana solo están las madres, pues es el momento del taller de empleo. Gloria les enseña, a pesar de las limitaciones técnicas –necesitan ordenadores más actuales–, a hacer un currículum vitae y a solicitar empleo a través de Internet. En otra habitación, Mar y Judith dejan por un momento la tarea para atendernos. Cuentan cómo su trabajo no es una simple prestación de un servicio, sino una atención integral, que incluye seguimiento mensual de los participantes en el programa, así como la intervención en familias o en un grupo de mujeres.

Su pretensión es que todo el que se acerque allí “se sienta como en casa, en un ambiente lo más cariñoso posible”, tal y como reconoce Mar. Por su parte, Judith recalca que las personas que trabajan allí aprenden mucho con la labor que desempeñan: “Crecemos como personas. Nosotras también aprendemos de esas ganas que tienen de seguir adelante las personas que acuden a nosotros. Es muy gratificante”.

Proyectos internacionales

A unos kilómetros de este centro, también en Madrid, está la sede central de la Fundación Amigó. Desde allí se gestionan proyectos tan cercanos como este, pero también otros mucho más lejanos, como el que tienen en marcha en Costa de Marfil.

Felipe Tobón Hoyos es su coordinador ejecutivo. Nos cuenta que esta obra es una de las más recientes –nació en 1996– de los terciarios capuchinos y que nació para dar una respuesta más flexible a problemas que afectaban a niños y jóvenes, tales como el abandono, la delincuencia, la exclusión social… También nos explica que su ámbito de actuación se ha extendido exponencialmente en los últimos años, sobre todo, a nivel internacional, con el refuerzo de su principal programa de acción, que es en Costa de Marfil, pero también con nuevas iniciativas en Bolivia, Nicaragua o Guatemala.

La preferencia de esta institución por los más pequeños está directamente relacionada con el carisma del fundador de los terciarios capuchinos, Luis Amigó, que destacó por su trabajo con jóvenes con problemas de violencia y conducta, y a los que se acercó con una pedagogía muy característica, cuyos ingredientes fundamentales fueron el amor y los límites. “Los estudiosos de Luis Amigó dicen que esa mezcla de amor y límites era lo que permitía la transformación de esos chicos con problemas. Poniendo solo límites, probablemente se hubiesen alejado; con amor, se fomentaban los vínculos de confianza. Esa mezcla es la que impulsó una pedagogía que dio muchos frutos”, comenta Felipe.centro de la Fundación Amigó en Madrid donde se atiende a niños y adolescentes en riesgo de exclusión

En este trabajo, la Fundación colabora con los colegios amigonianos repartidos por España; una tarea que, según el coordinador ejecutivo, no se limita a mostrar “las penurias de los necesitados, sino también su riqueza; es decir, saber qué alegra a los niños de otros lugares y qué les pone tristes”. Además, ofrecen apoyo en los centros ante eventuales problemas filioparentales a través de la formación y la prevención de conflictos, e intercambian profesionales y puntos de vista a través de diversos foros.

Golpeados por la crisis

Por otro lado, Felipe y Mar reconocen que la crisis está afectando a sus centros: porque crecen las necesidades, pero se limitan los recursos, sobre todo, los que proceden de entidades públicas. De hecho, la Kanguroteca necesita más fondos para continuar con su trabajo y poder atender a más personas. “En los centros de día –apunta el primero–, la demanda de ayuda ha aumentado mucho, no solo en número, sino también en necesidades. Ahora atendemos problemas, como los relativos a alimentación y sanidad, que antes no cubríamos. Hay que dar respuesta a estas necesidades básicas y cubrirlas para luego abordar nuestra misión”.

Pero no solo es complicada la situación en España; también lo es en sus proyectos de cooperación internacional, sobre todo por el recorte de la ayuda oficial al desarrollo. “Es una pérdida que va más allá de lo económico. Se había avanzado mucho, pero no lo suficiente. Es un camino difícil de recuperar. Los recortes afectan a la calidad de la cooperación y también a la imagen de España. No nos podemos imaginar la repercusión que estas decisiones tienen en la calidad de vida de las personas en otros lugares. Somos corresponsables”, se lamenta el coordinador ejecutivo.

En su opinión, en el gen de la cooperación internacional no está la corresponsabilidad, sino la mirada compasiva: “Más que una cooperación internacional, hay una compasión internacional en el caso de algunas decisiones”.

El futuro de la Fundación, admite Felipe, se presenta en tres direcciones: en un aumento de la cooperación internacional; en la formación de educadores sociales para una pedagogía cercana, crítica y que apueste por procesos más largos de trasformación, con repercusiones más duraderas; y en la sensibilización social, como muestra su campaña de solidaridad y el impulso de otras iniciativas con instituciones como Manos Unidas o Redes.centro de la Fundación Amigó en Madrid donde se atiende a niños y adolescentes en riesgo de exclusión

Aunque no esté dentro del trabajo más concreto, la Fundación Amigó también tendrá que reflexionar sobre el proceso de transformación que se está produciendo en el ámbito de las entidades sociales y ONG, que, en opinión de Felipe, deben hacerse autosostenibles, buscando patrocinios, padrinos y fondos privados. “La situación nos obliga a cambiar el modelo”, concluye.

En cualquier caso, con trabajo, gratuidad e imaginación siguen cumpliendo la máxima de la fundación: “Tienen problemas, pero no son el problema. Estamos con los jóvenes”.

Salvar a una generación

Para Luis Amigó, fuente de inspiración para la fundación que lleva su nombre, la reeducación de un joven suponía la salvación de una generación entera. Con dicha máxima, esta institución realiza un trabajo incalculable con jóvenes que se extiende por muchos rincones de España y del mundo.

Según la memoria de 2012, cuentan con siete delegaciones con actividades propias –Madrid, Cantabria, País Vasco, Comunidad Valenciana, Aragón, Costa de Marfil y Polonia–, más de 30 centros y 36 programas de intervención socioeducativa, psicosocial, de prevención y de sensibilización, que atendieron a 666 familias, 1.751 menores y 274 adultos. Además, la conforman 194 empleados en España y 30 en Costa de Marfil y Polonia.

Para llevar a cabo su actividad, invirtieron casi siete millones de euros, de los que más del 95% se dedicaron a la intervención, quedando un pequeño porcentaje para gastos de administración. También fomentan campañas extraordinarias, como la promovida en noviembre de 2013 para ayudar a los damnificados por los efectos devastadores del tifón Haiyan a su paso por Filipinas y cuya recaudación superó las expectativas de la fundación.

En el nº 2.884 de Vida Nueva

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