Cristianos obreros, esperanza contra la precariedad

obreros construyen nueva iglesia parroquial en La Antilla, Huelva, contratados por la Iglesia local

Cristianos obreros, esperanza contra la precariedad [extracto]

JOSÉ LUIS PALACIOS | En tiempos de precariedad laboral, el testimonio de Guillermo Rovirosa, cuyo 50º aniversario de su muerte recordamos estos días, nos invita hoy a descubrir y revitalizar la presencia cristiana en el mundo obrero como fermento de esperanza.

El malestar laboral se ha instalado en la sociedad española. Seis millones de personas buscan una ocupación remunerada y no la encuentran. Dos millones de hogares tienen a todos sus miembros sin poder llevar un salario a casa. Más de la mitad de los jóvenes suspiran por un empleo que no consiguen. El trabajo digno escasea, aquí y en todo el mundo. La Iglesia clama por la centralidad del trabajo humano y su rica enseñanza social insiste una y otra vez en la primacía del trabajo sobre el capital.

El mundo obrero, que tan bien conoció Guillermo Rovirosa, promotor de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), ya no es lo que era, desde luego. Sin embargo, la degradación y escasez del trabajo se encuentran en la raíz de parte del gran malestar social en que vivimos instalados después de estos largos años de crisis. No es extraño que el papa Francisco, durante su encuentro con el mundo laboral de la isla de Cerdeña, en su visita pastoral a Cagliari, proclamara que “donde no hay trabajo, falta la dignidad”.

Su antecesor, Benedicto XVI, curiosamente también de visita en Cagliari, llegó a afirmar que hay que “evangelizar al mundo del trabajo, de la economía, de la política, que necesita de una nueva generación de laicos cristianos comprometidos, capaces de buscar con competencia y rigor moral soluciones de desarrollo sostenible”.

Desde Roma, se está pidiendo un cambio de rumbo a nivel global. Así, en la exhortación apostólica Evangelii gaudium, Bergoglio denuncia que “no puede ser que no sea noticia que muera de frío un anciano que vive en la calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa”. El papa Francisco ha criticado que “hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil”. Y que, “como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida”.protesta de trabajadores contra el cierre de la industria naval

No a la indiferencia

Suena parecido a aquellas otras palabras escritas por el primer militante de la HOAC, Guillermo Rovirosa, de cuya muerte se cumplen ahora 50 años, con las que, utilizando el lenguaje de su época, denunciaba la indiferencia ante los problemas sociales: “No importa el desorden de unos pocos nadando en la mayor opulencia y de otros innumerables padeciendo hambre crónica. No importa todo este desorden, con tal de que la tranquilidad, confundida con el orden, siga reinando”.

La clase obrera de hoy no muestra la identidad unitaria que en épocas pasadas se atribuía a la población trabajadora, y apenas se distingue del resto de la sociedad, inmersa en el individualismo feroz y el consumismo desenfrenado. Incluso así, de vez en cuando, se oyen en las calles gritos que, no exentos de cierta nostalgia y mucho voluntarismo, recuperan frases como “¡viva la lucha de clase obrera!”.

La exclamación se oyó con fuerza durante los altercados ocurridos en el ahora famoso barrio de Gamonal, en Burgos, debido al rechazo vecinal de una gran parte de sus habitantes al plan municipal de levantar un bulevar en su calle principal.

Lo pudo escuchar con nitidez Mariano López, que vive a poca distancia de donde comenzaron los disturbios. Es el actual delegado diocesano de Pastoral Obrera y pertenece a la comunidad parroquial de Nuestra Señora de Fátima. “Casi todas las familias de la parroquia tienen algún miembro en paro”, confirma este maestro de profesión, que lleva años impulsando todo tipo de actos para dar a conocer la rica Doctrina Social en la Iglesia y para poner en marcha los llamados Equipos Parroquiales de Pastoral Obrera (EPPO).

“Todavía la gente se queda asombrada
al conocer muchas de las cosas
contenidas en la Doctrina Social de la Iglesia”.

La dura realidad ha conseguido aumentar la sensibilidad social de muchos fieles más rápidamente que la continua labor que desde hace años viene desarrollando. Aunque no participó directamente en la rebelión vecinal, la comunidad de fieles llegó a emitir un comunicado sobre lo ocurrido. En las homilías, como no puede ser menos, se habla de trabajo, de justicia social, de solidaridad, de comprometerse a construir una verdadera familia humana en la que nadie se quede relegado.

López, miembro de la HOAC, empeñado en transmitir a los sencillos las luminosas aportaciones del magisterio social de la Iglesia, admite que “todavía la gente se queda asombrada al conocer muchas de las cosas contenidas en la Doctrina Social de la Iglesia”. Este padre de dos hijos, que ya no viven en la ciudad que les vio nacer, se ha implicado en la plataforma de parados del barrio, un colectivo que “todavía no ha conseguido movilizar a los miles de desempleados que hay”, pero del que cabe esperar que sirva, algún día, para aliviar algo la situación de desempleo. Y es que, como todo buen agente de Pastoral Obrera, no se queda solo en la teoría, sino que procura llevarla a la práctica a pesar de las dificultades.

Pastoral Obrera

Un empeño que comparte el departamento episcopal dedicado a la evangelización del mundo laboral, cuyo director, el sacerdote sevillano Fernando Díaz-Abajo, detalla que hay formalmente una delegación o secretariado de Pastoral Obrera en el organigrama de la curia diocesana “en unas 50 diócesis”. El número es mayor, si se tiene en cuenta “la presencia de movimientos apostólicos, de congregaciones religiosas, de Equipos Parroquiales de Pastoral Obrera y de comunidades cristianas muy sensibilizadas con esta realidad, porque es la que viven cada día, en cada momento”.

Desde 1994, año en que se puso en marcha, la Pastoral Obrera lleva dos décadas ejerciendo esa denuncia profética y defendiendo la esperanza.

Aunque “tal vez no todo lo que quisiéramos los que estamos más metidos en estos asuntos”, pero “la Iglesia en España ha crecido en su preocupación por estas realidades”, admite el obispo de Ciudad Real y responsable de esta área, Antonio Algora, en declaraciones a Vida Nueva. En su opinión, “sin la Pastoral Obrera, nuestra Iglesia sería diferente”. En este sentido, lamenta que haya “una tendencia a verlo como algo temporalista, al juzgar que la Iglesia se mete en unas zarandajas que no les corresponden”.

No es el caso de los Hijos de la Caridad, una de las congregaciones religiosas más encarnadas en los ambientes obreros. Su fundación data de 1918, de la mano del francés Emilio Anizan, quien, en su intento de abrir las parroquias de los barrios obreros a los jóvenes, sintonizó muy pronto con los esfuerzos del sacerdote belga Joseph Cardijn, impulsor de la Juventud Obrera Cristiana (JOC).marcha de mineros de Castilla y León para reivindicar no a los recortes laborales

Los continuadores de la obra de Anizan tienen encomendada una parroquia, la de San Eladio, en un barrio de Leganés (Madrid). Allí vive Víctor Pidal, acostumbrado a escuchar los lamentos de quienes pasan por la iglesia para contarle que se han quedado sin trabajo con más de 50 años o de los padres jóvenes a los que no les han renovado el contrato de trabajo.

Porque en “la Iglesia hay una gran preocupación por la pobreza”, reconoce este sacerdote que acompaña a equipos de la Juventud Obrera Cristiana (JOC). Aunque se queja de que no despierte el mismo interés la defensa de la dignidad de la persona: “En la medida en que baja la lucha por la justicia y la defensa de la dignidad –advierte–, aumenta la beneficencia, aunque no sea exactamente en la misma proporción”.

A juicio de Pidal, la comunidad eclesial se esfuerza por acercase a “los jóvenes sin trabajo, a los trabajadores sin derechos, a las parejas que no pueden plantearse un proyecto de vida estable porque van de un contrato a otro y de ahí al paro…, pero no conseguimos entrar del todo en ese mundo, tal vez porque pensamos que ya no existe o porque no sabemos bien cómo”. Dicho de otro modo, “no basta un simple barniz, hay que adentrarse en esa realidad, porque solo lo que se ama, se salva”, recuerda este Hijo de la Caridad.

Más que asistencia

Mientras todo eso sucede, “llevamos muchos años confluyendo la Pastoral Social y Caritativa con la Pastoral Obrera”, admite el obispo Algora. Sin embargo, “Cáritas se niega a ser una ONG más de simple asistencia social; también analiza la realidad, descubre las causas de las pobrezas para denunciarlas y para sensibilizar al resto de la comunidad cristiana y la sociedad entera”, reinvindica él.

Por su parte, la Pastoral Obrera, “que tiene la perspectiva de los que se caen del andamio por los agujeros del sistema económico-social, quiere ayudar a descubrir esos fallos serios del sistema y esas dificultades graves a las que somete a las personas”, defiende el prelado.

Así las cosas, la cercanía al mundo del trabajo se antoja imprescindible para una acción evangelizadora que se quiera tomar en serio los problemas de los hombres y mujeres de su tiempo. Dice el propio Algora que “es necesario que haya quien viva de cerca cada una de estas realidades, desde su ser cristiano, desde su seguimiento de Cristo, y pueda ofrecer a los demás lo que tiene”.

La cercanía al mundo del trabajo se antoja
imprescindible para una acción evangelizadora
que se quiera tomar en serio los problemas
de los hombres y mujeres de su tiempo.
Esta es la aspiración de la Pastoral Obrera
y los movimientos apostólicos obreros.

Esa es, a su entender, la aspiración de la Pastoral Obrera y de los movimientos apostólicos obreros (HOAC, JOC, Hermandades del Trabajo…) y la de muchos agentes de pastoral en parroquias y barrios obreros: “Que toda la comunidad conozca lo que pasa en el mundo del trabajo y se ofrezca a todos esa experiencia”. No obstante, sostiene que dar testimonio de la esperanza en medio de la precariedad laboral es también responsabilidad de “todos aquellos que han encontrado en el compromiso que emana de su fe cristiana la necesidad de dar una respuesta a las realidades sociales”.

“Hoy hace falta levantar a la persona, cambiar las estructuras también –añade la presidenta de las Hermandades del Trabajo, Marisa Sanjuán–, pero, sobre todo, conseguir que recupere la esperanza, ayudarle a desarrollarse plenamente, sabiendo que las condiciones de trabajo cada vez lo ponen más difícil y que, cuando falta el trabajo, todo se desestructura”.mujer señora de la limpieza

Los miembros de la asociación de fieles fundada por Abundio García Román saben que, como cristianos, “no podemos dejar que nos roben la esperanza, y sabemos que nuestra esperanza, que es Jesucristo, nunca falla”. Y así lo transmiten a través de sus 17 centros repartidos por España, a los que hay que añadir otra docena distribuidos por América Latina, donde desarrollan una actividad incesante, “abierta a todos, sin distinciones, para que, a través de la acción conjunta, podamos encontrar soluciones, ilusiones y motivos para hacer de nuestra vida un canto de alabanza a Dios”, desea Sanjuán.

El sacerdote Díaz-Abajo considera también que “uno de los rasgos más relevantes de la Pastoral Obrera es la perseverancia en el acompañamiento a los empobrecidos del mundo obrero, y la claridad con que siente como parte de su tarea la denuncia de las injusticias que afectan al mundo del trabajo, porque provocan deshumanización y exclusión”. Por eso, “la Iglesia tiene que estar siempre del lado de los perdedores –insiste Algora–, y hoy son muchos los que están perdiendo la capacidad de sacar adelante la vida, que ve amenazada su dignidad por la fragmentación de la familia, la imposibilidad de formar una, la falta de perspectivas, por no tener un entorno social estable…”.

Hora de respuestas

Para el máximo responsable episcopal del departamento, “ha llegado la hora de encontrar respuestas en el sistema social para favorecer el empleo digno, no esta forma de manejo de la persona que rompe toda ilusión profesional, todo sentido de la superación en el trabajo, además de no permitir la satisfacción de las necesidades materiales”. De aquí que “la comunidad cristiana tiene que estar atenta para hacer algo, lo que esté a su alcance, para que la persona no se rompa”.

Es más, “aunque no tengamos la solución de una tercera vía al materialismo, tanto liberal como marxista y socialista, la Iglesia está llamada a hacer propuestas a través de sus miembros para salir de esta y todas las crisis”, exhorta el obispo de Ciudad Real. De lo contrario, “si seguimos por el mismo camino, vendrán otras crisis y volveremos a lo de antes y seguirá habiendo excluidos, descartados, como dice el Papa”. Según él, se trata de que los cristianos juntemos nuestras fuerzas para “saber dar respuestas a los grandes fallos del sistema económico en el que estamos”.

“Ha llegado la hora de encontrar respuestas
en el sistema social para favorecer el empleo digno.
Si seguimos por el mismo camino, vendrán
otras crisis y volveremos a lo de antes”.

Antonio Algora, obispo de Ciudad Real

Precisamente, la originalidad de Rovirosa, tal y como destaca el propio Algora, estuvo en “ofrecer unos caminos de formación, una metodología de análisis para que las personas se sitúen en la realidad y lleguen a una propuesta de acción, desde el núcleo de la experiencia cristiana, para que el cristiano sepa estar y participar en el conflicto social”. Rovirosa puede servir de inspiración en esta difícil tarea de evangelizar el fragmentado mundo del trabajo actual y devolverle, de paso, la verdadera esperanza.

 

Religiosas que dan el callo

En muchos barrios obreros es frecuente encontrarse con religiosos que se han convertido en unos vecinos más. Quizás sean las mujeres consagradas las que, con su discreción y sensibilidad, mejor se han adaptado a estos entornos. Son Hijas de la Asunción, Vedrunas, Apostólicas del Corazón de Jesús, Siervas de San José, Religiosas de la Sagrada Familia de Burdeos…

manifestación contra los desahucios

Manifestación en Murcia contra los desahucios

“Se te cae el alma a los pies cuando ves que lo único que algunos consiguen es un trabajo por horas, la cantidad de despidos, el avasallamiento de los derechos, tantas injusticias…”, se lamenta María Eugenia Alegre, franciscana del Espíritu Santo, residente en Fuenlabrada (Madrid).

Muchos de sus vecinos, seguramente, no pisarán una iglesia, salvo en casos muy excepcionales, pero saben que pueden llamar a su puerta para charlar y tomar un café. “Estamos en contacto con la gente y, como a ellos, nos toca subir al autobús o al tren para ir de un lado para otro, esperar en la consulta del médico… Al final, acabas metida en sus vidas, y los propios vecinos nos informan de lo que les pasa y nos mantienen alerta”, cuenta Alegre.

Por supuesto, “cuando llega el momento de decir una palabra de acogida, de Evangelio, lo hacemos, porque es verdad que muchas veces no basta el compromiso, sino que hace falta esa palabra de esperanza”. Y añade: “El análisis de situaciones y el contacto constante con las personas que lo viven en sus carnes te cuestiona, te acerca, te humaniza y te hace ser más misericordiosa, te lleva a vivir el mensaje de Jesús. Y vivido desde la dimensión de fe y de amor como persona consagrada a Dios y a los hermanos”.

Alegre participa activamente en los cursos de preparación al empleo que se imparten en la parroquia de Nuestra Señora de Belén de la Diócesis de Getafe, fundamentalmente a inmigrantes, aunque últimamente cada vez a más españoles. “Damos cursos de español, de cocina, de geriatría…, de cara a la búsqueda de empleo”, cuenta esta religiosa ya jubilada con experiencia en la enseñanza. “Es una pena”, lamenta, porque, después de tanto esfuerzo, “no hay trabajo o se encuentran con el rechazo por puro racismo”.

A pesar de todo, insiste en que “hay que seguir, estar ahí y acompañar a las personas”, porque, después de todo, “nada de lo que pasa en nuestro entorno nos es ajeno” y, aunque se sienta en tantos casos impotente por tanto sufrimiento, “te lleva también a hacerte una con ellos y a presentarles al Padre en la oración de cada día”.

Las dificultades para acceder a un empleo han llevado a no pocos religiosos y religiosas a redoblar sus esfuerzos por encontrar salidas laborales para los que menos posibilidades tienen. Las Hijas de San José, nacidas en el siglo XIX en la Cataluña del despertar industrial, han renovado su apuesta por las “microempresas sociales”. Su fundador, el jesuita Francisco Butiñá, hoy en proceso de canonización, alentó a mujeres pobres con vocación religiosa a convertirse en monjas “fabricantes”, para sortear así la falta de dote que les impedía ingresar en los conventos de la época. En la actualidad, para promocionar la dignificación de la mujer y su promoción integral, siguen apostando por la creación de trabajo para mujeres pobres.

Su superiora en la región de España, Mari Ángeles Pinto, explica que, tras el Concilio Vaticano II, la congregación trata de volver a los orígenes, “fomentando las microempresas sociales y abandonando los colegios y las clínicas para apostar por iniciativas empresariales de marcado carácter social y cristiano”. Buena muestra de ello es Sersol, empresa solidaria de servicios de limpieza y atención a personas mayores, que con casi diez años de existencia ha conseguido formar a cientos de mujeres y crear decenas de puestos de trabajo.

En realidad, “se trata de hacer camino, promocionar a las mujeres y acompañarlas en su proceso codo con codo, en un ambiente laboral familiar abierto a la alabanza a Dios, como nos enseñó el Obrero de Nazaret”.

En el nº 2.884 de Vida Nueva.

 

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