Beatriz Cavestany: “Los japoneses tienen valores culturales fantásticos, pero ¿conocen el amor gratuito?”

Beatriz Cavestany, religiosa, misionera en Japón

Misionera durante 26 años en Japón

Beatriz Cavestany, religiosa, misionera en Japón

Entrevista a Beatriz Cavestany [extracto]

FRAN OTERO. Foto: LUIS MEDINA | Beatriz Cavestany, religiosa de Cristo Jesús, descubrió su vocación en la soledad de su habitación con 13 años, pero no se lo contó a nadie hasta llegar a su mayoría de edad, terminados sus estudios. Desde el principio tuvo claro que quería ir a Japón, ese lugar donde los misioneros no eran ni esperados ni necesitados. Japón fue su destino; allí ha trabajado desde los 26 años, con algún paréntesis en Filipinas, y ahora se encuentra en España.

PREGUNTA.- ¿Fue difícil su llegada a Japón?

RESPUESTA.- Como era la ilusión de toda mi vida, no me costó trabajo, pues se estaba cumpliendo mi sueño. Los primeros años fueron para el aprendizaje del idioma y estudios en la universidad. Vi como meta trabajar en la cárcel, pero, tras una pausada reflexión, comprendí que mi ideal no se podría realizar allí. Me ayudaron a buscar y encontré un centro para jóvenes sin familia, donde se les acogía para que pudiesen estar acompañados en un proceso de crecimiento y de búsqueda de un futuro digno.

P.- ¿Por qué Japón necesita misioneros?

R.- Porque hay una pobreza que va más allá de lo material. Varios japoneses con los que he tenido un trato amistoso y profundo se han expresado diciendo que tienen un corazón paupérrimo. Yo he venido a entender que de lo que carecen realmente es de un sentido de esperanza. Tras un paréntesis en Filipinas, volví a Japón. Me destinaron a una de nuestras casas en la Prefectura de Yamaguchi, gran contraste con la vida en Tokio. Había constatado que el problema de la familia era muy grande en Japón, y me lancé a empezar grupos de pastoral familiar que llamé Pensemos juntos por una familia mejor. Esos grupos se fueron multiplicando, y pude comprobar las enormes carencias que a nivel familiar tiene la sociedad japonesa.

“En Japón hay una pobreza que
va más allá de lo material.
Varios japoneses con los que he tenido
un trato amistoso y profundo
se han expresado diciendo que
tienen un corazón paupérrimo”.

P.- ¿Cómo les acogen los japoneses?

R.- Son felices al sentirse comprendidos. Se trata de acercarse a la persona, comprenderla y hacer posible que expresen todo lo que tienen dentro de sí. Esa gratuidad y acercamiento les cambia el corazón; y a una misma, también.

P.- De Japón suelen destacarse sus valores…

R.- Los valores culturales de Japón son fantásticos, pero ¿conocen la gratuidad del amor? Son educados en el deber, y crece en ellos un sentimiento de obligación muy fuerte. Sin embargo, no conciben dar sin esperar nada a cambio, o recibir sin devolver nada a cambio. El ejemplo más claro es que los padres japoneses esperan algo de sus hijos: les ofrecen una educación y no quisieran verse decepcionados.

P.- Lo cual desemboca en frustraciones…

R.- De ahí vienen grandes problemas familiares, pues el contacto entre hijos y padres es mínimo muchas veces. A este hecho cabe añadir el problema de los horarios de trabajo y de colegios y estudios adicionales, que impiden la convivencia de padres e hijos e, incluso, entre el matrimonio. Así, todas las relaciones se van enfriando.

El problema de la soledad

P.- Dice Francisco que en las sociedades actuales se margina a los jóvenes y a los mayores. ¿Sucede esto en Japón?

R.- Uno de los principales problemas de Japón es la soledad. Es un país solitario, en medio de todas sus multitudes. Cuando los hijos salen a la ciudad a estudiar o trabajar, los padres se quedan solos. En las ciudades grandes, los mayores están solos y no hay suficientes instituciones para atenderles. En cuanto a los jóvenes, hace ya más de 20 años, el problema de la violencia en las familias y colegios, que comenzó algo así como un huracán, provocó que un cierto sector de la juventud creciera fuera del hogar familiar. A esta generación se le llama hoy ‘la sociedad sin vínculos’; rompieron con los lazos familiares, perdieron sus amigos y, por su fragilidad en el trabajo, no tienen dónde asentarse. Y el que no tiene vínculos en Japón es una persona totalmente perdida.

P.- ¿Cómo es la Iglesia católica en Japón?

R.- En bautizados, no llega al 0,5% de la población, pero las congregaciones religiosas son muy numerosas. En los años posteriores a la II Guerra Mundial, la Iglesia creció en gran parte por la influencia de los centros educativos. Hoy, la actividad se ha extendido mucho en el campo social.

P.- ¿Cómo es evangelizar en este ambiente?

R.- Te encuentras con Jesucristo en el sentido del fracaso. Vas a regar la tierra, a ararla, a esparcir semillas, pero no a recoger. Es apasionante si no intentas conquistar a nadie. Si te acercas a la gente, te acogen al 100%.

En el nº 2.884 de Vida Nueva

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