La Iglesia en Andalucía no es solo cofrade y festiva

un hombre da tarteras con comida a un grupo de inmigrantes

JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | Durante estos días, con motivo de las fiestas de Andalucía, se escucha el himno con letra de Blas Infante y cuya música está inspirada en un canto religioso popular que los jornaleros cantaban durante la siega. El autor del Ideario Andaluz conoció este canto mientras estudiaba en los Escolapios de Archidona. Más tarde, en Cantillana, se interpretaba como canto de rogativas. El Maestro Castillo adaptó y armonizó la melodía.

Hay un sabor religioso en esa música que identifica a las gentes del sur, como sus raíces, mezcladas, aunque no tantas veces como se dice, con sangres musulmanas y judías.

Suena extraña esa guerra absurda sobre la propiedad de la Mezquita-Catedral o de la Catedral-Mezquita. No entienden los cordobeses esa extraña manera de patrimonialización. Hay cosas ya tan superadas en el alma del pueblo andaluz…

Sirven estos días para echar una mirada al hoy de sus Iglesias, en donde no todo es paso cofrade, golpe de llamador, filas nazarenas, ni imágenes sobre hombros de costaleros meciéndose en las madrugadas primaverales al son de una saeta. Las Iglesias en Andalucía son mucho más.

Diez diócesis con once obispos que en estos días acuden al Papa en visita ad limina para explicarle la riqueza religiosa de aquella tierra en donde nacieron o trabajaron Isidoro y Leandro, sor Ángela de la Cruz y Pedro Poveda; en donde trabajaron y murieron Juan de Ávila y Juan de la Cruz; tierra de Machado, de Séneca, Góngora, Cernuda, fray Luis de Granada, pero también otros muchos que dieron gloria a la Iglesia y a la sociedad.

En Andalucía hay más universalidad,
pero también se siente cómo,
en los últimos 20 años,
se ha ido desmantelando, lentamente,
un sentimiento de Iglesias locales con acento andaluz.

Hay mucha luz en el sur, y por el Guadalquivir subieron las barcazas con misioneros desde Gades, el fin del mundo del Mare Nostrum…, los confines de la Tierra que, siguiendo al Maestro, debían evangelizar, aguas arriba, hasta las fuentes del río.

La mayoría de sus obispos no nacieron allí: solo los de Jerez y Guadix. Los demás proceden de otras latitudes. No es tierra que reivindique obispos propios y cuneros, pero no deja de sonreír cuando en Galicia, Euskadi o Cataluña se arma la marimorena si no son de allá, de su tierra y costumbres.

En Andalucía hay más universalidad, pero también se siente cómo, en los últimos 20 años, se ha ido desmantelando, lentamente, un sentimiento de Iglesias locales con acento andaluz. Y pasará factura esa operación ajedrecística, sin duda, pese al esfuerzo de sus prelados por entender a la tierra y sus gentes.

Hay que destacar que en Andalucía la labor con los pobres es inmensa, según aparece en la Guía de la Acción Social de la Iglesia en Andalucía. Es clara la labor al servicio de los niños, ancianos, drogodependientes, personas sin hogar, minorías étnicas marginadas, enfermos de sida, reclusos y exreclusos y sus familias, personas dependientes, mujeres en situación de exclusión. Una muestra de aquellas Iglesias, tan vivas y tan cofrades.

director.vidanueva@ppc-editorial.com

En el nº 2.884 de Vida Nueva

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