Vitor Hugo Mendes

Secretario ejecutivo del Dpto. de Cultura y Educación del CELAM

La Iglesia necesita pasar por una conversión pastoral

 

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A punto de cumplirse un año del pontificado del papa Francisco, el sacerdote brasilero Vitor Hugo Mendes, secretario ejecutivo del departamento de Cultura y Educación del CELAM comparte algunas perspectivas frente a los cambios que experimenta la Iglesia católica de la mano de Bergoglio.

¿Está viviendo la Iglesia un tiempo de cambios?

Asistimos al encuentro de dos Papas, Benedicto y Francisco, el emérito y el efectivo. Todo esto parece indicar mucho más que un “cambio de Papa”. Se trata de un momento oportuno en el que la Iglesia católica señala importantes cambios. El obispo brasilero, don Hélder Câmara, ya había sugerido que “la Iglesia, para ser siempre la misma de Jesucristo, necesitaba cambiar mucho”. Quiero creer que está caminando, en la Iglesia católica, un tiempo particular de cambios, sea en su autocomprensión, sea en su expresión y diálogo con el mundo de hoy.

Con Bergoglio la gente –en especial los pobres– se siente acogida por la Iglesia…

El cuidado de los pobres es una tarea permanente que hace parte de la personalidad y del programa de vida de Bergoglio a lo largo de su vida, en la vivencia del Evangelio, dejándose apoyar y guiar por la radical solidaridad con los empobrecidos. Así fue en el gran centro y en las Villas en Buenos Aires; así ha sido en el Vaticano, en Lampedusa, en Río de Janeiro y por donde pasa. Proximidad, sencillez, ir al encuentro, acoger, custodiar, cuidar, “en todo amar y servir”, han sido el rostro de “una Iglesia pobre y para los pobres” con Francisco. Esa actitud de reclamar de sí, de la Iglesia –y de cada cristiano–, su propia conversión, con un profundo cambio social, no es una estrategia, sino un modo cristiano de vivir que acoge a los pobres, a los empobrecidos, a los excluidos, etc. Tengo la impresión de que, con esta apertura, toda persona de buena voluntad se encontrará mejor acogida, con más lugar y mayor reciprocidad en la comunidad-Iglesia católica, con miras a otro mundo posible.

¿Está cambiando la manera como se entiende la autoridad en la Iglesia?

Con la autoridad-servicio que preside Francisco, el obispo de Roma, la animación de la Iglesia, de las comunidades y de las instituciones católicas –es decir, la acción evangelizadora de la Iglesia– se ha caracterizado por un estilo de comunión, participación y servicio colegial en favor de la vida. El mismo papa Francisco implementó una comisión de ocho cardenales que lo ayudan en la conducción de la Iglesia católica; alteró las funciones de la Secretaría de Estado; a los Nuncios Apostólicos indicó que al escoger obispos deben privilegiar “pastores del pueblo” y no personas con “psicología de príncipes”; para el Sínodo Extraordinario de este año, sobre los actuales desafíos pastorales en la evangelización de las familias, solicitó una consulta abierta a toda la Iglesia; ha sido directo e insistente en pedir la superación del “clericalismo” por parte de los sacerdotes; ha valorado la participación de los cristianos laicos, sobre todo de las mujeres, en la vida de la Iglesia; ha denunciado “la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano”, etc. A nivel general, en la línea de la Conferencia de Aparecida, el papa Francisco cree que la Iglesia, para llevar adelante su misión evangelizadora en el mundo, necesita pasar por una “conversión pastoral” que implica un cambio de mentalidad y un cambio de estructuras.

¿Francisco está revitalizando el espíritu que animó, hace 50 años, al Concilio Vaticano II?

SAM_1143Con Francisco las conmemoraciones jubilares del Concilio Vaticano II recibieron un plus diferencial, verdaderamente sorprendente. Francisco no hizo parte de la gran asamblea conciliar, es el primer Papa posterior al Concilio. Por su trayectoria, es heredero de una de las experiencias pioneras –en su género– en dar una recepción creativa al impulso renovador del Vaticano II: la Iglesia latinoamericana y caribeña. La implementación del Vaticano II, mediante el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), inicia con gran originalidad en Medellín (1968), pasando por Puebla (1979), Santo Domingo (1992) y Aparecida (2007). Son memorias de vida y compromiso eclesial para el papa Francisco. Con todo este historial en su biografía, el sucesor de Pedro sabe, por tanto, que el Vaticano II tiene rostro, el rostro inculturado de la Iglesia; y conoce también la originalidad de cada cultura, de los diferentes modos eclesiales de vivir la Buena Noticia de Jesucristo, de la importancia de una Iglesia ministerial y servidora. En este sentido, en muy poco tiempo el obispo de Roma, con pequeños-grandes gestos resignificó la Tradición, el espíritu de pobreza y los pobres, la colegialidad, el ánimo ecuménico, la sobriedad litúrgica… En fin, revitalizó el Vaticano II como un todo: doctrina, fe y vida. Atenta a los signos de los tiempos, la Iglesia es el Pueblo de Dios en camino hacia el Reino.

Se va a cumplir un año desde que Francisco asumió como obispo de Roma. ¿La Iglesia católica se está fortaleciendo?

Hay datos que indican un significativo crecimiento en la participación de los cristianos católicos en la Iglesia, sobre todo, en las celebraciones de la Misa. Más allá de este lado visible hay, sin duda, un aumento de credibilidad hacia la Iglesia. En la persona, en las acciones y en las decisiones de Francisco se visualiza la búsqueda sincera de una vivencia más auténtica del Evangelio por parte de la Iglesia católica. Si bien es cierto que no ha faltado santidad en la persona y en el ministerio de los Papas y de muchos otros cristianos, Francisco ha traído consecuencias proféticas en el arte de cambiar y de transformar la Iglesia, un tipo de coherencia entre fe y vida. Eso es realmente significativo, atrayente y original en un mundo que vive de apariencias y en la búsqueda infinita de excentricidades.

Finalmente, ¿cómo se sitúa la Iglesia católica con relación al ecumenismo y al diálogo con otras religiones? 

Este asunto tiene un gran alcance por su complejidad en nuestro contexto, cada vez más intercultural. Es necesario considerar seriamente todo aquello que se relaciona con el ecumenismo, entre las diferentes iglesias cristianas, y con el diálogo inter-religioso, entre las distintas religiones y manifestaciones religiosas. Son temas distintos y, sin embargo, para ambos casos, no veo otro camino posible para una sana convivencia que la aproximación, la apertura, el diálogo y la reciprocidad. De esta disposición podrían resultar intercambios, prácticas y servicios que traducen el sentido fundante de las religiones y de las iglesias: en encuentro con Dios, con los hermanos y hermanas, la construcción de un mundo mejor, más humano, biocéntrico, fraterno y justo, señal y anticipación de la vida que no se termina. La capacidad de abrirse, la continuidad en la aproximación y mantener el diálogo de la iglesia católica con las otras iglesias, así como del cristianismo con otras religiones, debe ser la señal distintiva de los discípulos-misioneros de Jesucristo, como también, el futuro de las Iglesias y de las religiones.

TEXTO: ÓSCAR ELIZALDE PRADA

FOTOS: CELAM

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