Editorial

Una visita ‘ad limina’ para una nueva etapa en España

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EDITORIAL VIDA NUEVA | La visita ad limina que los obispos españoles se disponen a realizar, nueve años después de la última, es un signo de comunión con el obispo de Roma que hunde sus raíces en el siglo XVI, pero que tiene connotaciones más antiguas.

Esta visita coincide con el primer aniversario de la llegada de Francisco a la sede de Pedro y es previa a la CIII Asamblea del Episcopado que tendrá lugar el próximo mes, justo a la vuelta, y en la que, entre otros temas, se procederá a la renovación de cargos directivos, así como de un nuevo presidente que sustituya al cardenal arzobispo de Madrid, que acabará su mandato, el cuarto, con el intervalo de un trienio. La visita a Roma de los pastores de las diócesis españoles adquiere, pues, una particular significación.

Es el momento de escuchar, por boca del propio Papa, los retos que se le presentan a la Iglesia universal, puestos de manifiesto no solo en sus gestos y palabras, sino también en el ritmo de “renovación” que está imprimiendo a su pontificado. Los obispos españoles van conociendo las prioridades que Francisco pone en el horizonte eclesial, entre ellas, las importancia de las Iglesias locales y la revitalización de una comunión creativa “con Roma”, no “desde Roma”. Y este matiz es algo necesario en las comunidades diocesanas de España.

Es el momento de presentar los logros de las comunidades diocesanas en los últimos años, particularmente la situación de la Iglesia en un país que ha ido cambiando. Y también el momento de apreciar las lagunas en unas Iglesias que, a veces, se han sentido llamadas más a una actitud defensiva que de propuesta, y han sido arrastradas por cierto síndrome de persecución, no ajustado siempre a la realidad.

Es el momento de recibir el aliento para
una nueva etapa en la que las Iglesias en España
trabajen por una comunión de “sinfonía”,
en donde se escuchen todas las voces
y se enriquezca de las distintas sensibilidades eclesiales.

Es el momento de recibir el aliento para una nueva etapa en la que las Iglesias en España trabajen por una comunión de “sinfonía”, en donde se escuchen todas las voces y se enriquezca de las distintas sensibilidades eclesiales.

Los obispos llevan a Roma sus preocupaciones por la situación de un país en el que urge una evangelización de los jóvenes, una apuesta seria y decidida por las vocaciones sacerdotales y a la Vida Consagrada y un paso valiente para seguir cerca de los que sufren, con una presencia activa en las distintas periferias a las que, a veces, no se llega y una mayor confianza en el laicado.

Una Iglesia que ha de afrontar nuevos retos con un estilo samaritano, ahondando en la tradicional religiosidad de un pueblo en el que el Evangelio ha forjado su historia. La tarea de una Iglesia audaz que mire al futuro y no se adormezca en una visión restauracionista y nostálgica. El papel de laicos, mujeres y jóvenes en la Iglesia son horizontes en los que la Iglesia española debe trabajar.

Esta visita brinda una ocasión de oro. Al Papa no le corresponde intervenir en los asuntos de la Conferencia Episcopal, pero sí ofrecer claves. Los obispos, con una inteligente escucha, volverán con las ideas más claras antes de elegir al nuevo presidente, que los aliente en los trabajos de evangelización de España durante los próximos años, y al Ejecutivo, que haga de la Casa de la Iglesia un taller de comunión.

Tarea difícil, pero necesaria para que hasta nuestras Iglesias lleguen los vientos de renovación que se respiran en Roma.

En el nº 2.883 de Vida Nueva. Del 22 al 28 de febrero de 2014.

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