Juan Manuel Almarza: “El ámbito de la predicación no es solo el recinto de una iglesia”

Dominico, director de Conversaciones de San Esteban

Juan Manuel Almarza, dominico, director de Conversaciones de San Esteban

Entrevista con Juan Manuel Almarza [extracto]

ROBERTO RUANO ESTÉVEZ (SALAMANCA) | Las Conversaciones de San Esteban nacieron en el año 1972 como un espacio de reflexión y diálogo abierto entre la fe, la cultura y la propia vida. Un proyecto regentado por los padres dominicos de Salamanca. Después de tan larga andadura, las Conversaciones se han convertido en uno de los foros de diálogo cultural más importantes de esta ciudad universitaria.

El pasado 11 de febrero, tuvo lugar la última de las lecciones de este año. Una edición, la XLII, que ha llevado por título Los pasos del hombre, las huellas de Dios, sobre el mundo literario y la sensibilidad religiosa y en la que han participado, entre otros ponentes, Felicísimo Martínez, Gustavo Martín Garzo, José Antonio Solórzano, Pablo d’Ors o el director de la revista Vida Nueva. El dominico Juan Manuel Almarza, a quien traemos a estas páginas, es su actual director.

PREGUNTA.- ¿Qué balance se puede hacer de la edición de este año?

RESPUESTA.- Son ya 42 años de Conversaciones con una enorme variedad de temas y conferenciantes. La primera nota del balance es que siguen vivas, siguen interesando, siguen aportando cosas y la gente lo reconoce con su apoyo y su presencia. La segunda nota es que los dominicos de Salamanca nos sentimos orgullosos de la continuidad de este proyecto que encierra infinidad de matices e intereses. También nos sentimos orgullosos de las gentes que, año tras año, las siguen y nos animan.

P.- ¿Qué aportan las Conversaciones de San Esteban a la ciudad universitaria de Salamanca?

R.- Los dominicos somos predicadores y el ámbito de la predicación no es solo el recinto de una iglesia. El ámbito para escuchar la Buena Nueva es tan amplio como la vida. Donde está la vida están nuestras preocupaciones, nuestros miedos, nuestras intuiciones y, sobre todo, nuestras esperanzas. Es el mundo de la palabra, de lo que se puede decir. Todo lo que es humano adquiere vida en la palabra. Somos frailes de la palabra.participantes en una sesión de las Conversaciones de San Esteban de los dominicos en Salamanca

P.- ¿Y qué ha supuesto para los propios dominicos esta iniciativa?

R.- Pues cientos de amigos que han contribuido a abrir nuestra mente y también nuestro corazón. Para quien tiene interés, un conferenciante no es alguien anónimo. Como suele decirse en Salamanca: “O das una conferencia o te la dan”. No, no es eso. Es alguien que te ayuda a ver las cosas de otra manera, a descubrir otro mundo, a iniciar un camino. Cuando uno vive enfrascado en un mundo de ideas o de libros, como vivimos nosotros, lo más importante es sentir palpitar un corazón. Se consigue cuando se inicia una conversación. Nada ayuda tanto a superar la intolerancia o el desinterés como descubrir que las ideas están entretejidas con sentimientos, con experiencias, con opciones. Es apasionante. Los dominicos no solo tenemos una gran biblioteca, tenemos más amigos que libros. Esa es nuestra riqueza. Y la amistad regala libertad, poder disentir, poder dialogar.

P.- ¿Por qué suele ser tan frío el diálogo entre la fe y la cultura? ¿Qué orilla de las dos suele estar más gélida?

R.- No dialogan ni la fe ni la cultura. Dialogamos las personas: unas con experiencia de fe y otras sin ella; unos desde una experiencia hermosa y enriquecedora y otros desde una experiencia amarga; unos lo hacemos desde el ámbito de las humanidades y otros desde el de las ciencias, pero todos necesitamos oír y escuchar, porque todo ello configura el sentido de nuestra vida y da consistencia a nuestro respeto y a nuestra libertad. ¿Qué orilla está más gélida? Aquella en la que hay más ignorancia y más intransigencia. Estos dones del cofre de Pandora están repartidos con bastante equidad. Deseamos que nunca lleguen a nuestra casa.

Un Atrio de los Gentiles

P.- ¿Es atrevido calificar a las Conversaciones de San Esteban como un Atrio de los Gentiles que comenzó hace más de 40 años en Salamanca?

R.- En cierto modo lo es, al menos actualmente. Con frecuencia se han abordado temas de teología fundamental, temas relacionados con la vulnerabilidad humana, la solidaridad y la ciencia. En estos momentos, somos muy conscientes de que hemos de predicar en el ámbito de la laicidad y también del encuentro interreligioso. Por eso hemos de buscar asuntos que nos interesen a todos. El tema de este año en torno al mundo literario y la sensibilidad religiosa, que llevaba por título Los pasos del hombre, las huellas de Dios, ha sido seguido por mucha gente con verdadero interés.

“Hay ámbitos neutros o de encuentro
en los que podemos encontrar
gente magnífica que no es creyente
y de la cual podemos aprender muchas cosas los cristianos,
y también ellos de nosotros.
Ese es nuestro reto con el mundo no creyente”.

P.- Las Conversaciones pretenden dirigirse al mundo de la increencia. ¿Cómo cree que ha de afrontarse este diálogo?

R.- Ciertamente, tenemos muy claro que la predicación en nuestro mundo de hoy solo llega a quienes acuden a las iglesias mediante la creación de ámbitos de encuentro, con un clima de diálogo abierto y sincero, y no mediante el adoctrinamiento. Por eso tiene tanta importancia para nosotros Internet, la formación humana o el voluntariado social. Son ámbitos neutros o de encuentro en los que podemos encontrar gente magnífica que no es creyente y de la cual podemos aprender muchas cosas los cristianos, y también ellos de nosotros. Ese es nuestro reto con el mundo no creyente. En cambio, con los creyentes, nuestro reto es ayudarles a formarse, a profundizar en su fe y a crear actitudes que permitan una convivencia respetuosa. La experiencia de fe es una gracia y un don, no una imposición. Nuestra predicación consiste en ofrecerla y compartirla, no imponerla ni exigirla. A nosotros nos corresponde sembrar.

P.- Una idea, solo una idea a raíz de la edición de este curso, que supone ya la número 42…

R.- La huella más profunda que nos ha dejado Dios, nos dice el Cantar de los Cantares, es la del amor, la de la ternura. Como decía el conferenciante de la última lección de este ciclo, Víctor Morla: “Al hablar de ternura no me estoy refiriendo al simple gesto de acariciarse o abrazarse (aunque también a esto), sino principalmente a una ternura que se desborde por el tejido social y lo empape”.

En el nº 2.883 de Vida Nueva

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