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Creyentes y no creyentes en tierra de nadie


Una obra de Francesc Torralba (PPC, 2013). La recensión es de Jesús Sastre García

Creyentes y no creyentes en tierra de nadie, Francesc Torralba, PPC

Título: Creyentes y no creyentes en tierra de nadie

Autor: Francesc Torralba

Editorial: PPC, 2013

Ciudad: Madrid

Páginas: 328

LUIS GONZÁLEZ-CARVAJAL SANTABÁRBARA | Este libro es una preciosa guía para la práctica del diálogo entre creyentes y no creyentes, un tema en el que el profesor Torralba tiene experiencia como consultor del Pontificio Consejo para la Cultura, heredero de aquel Secretariado para los No Creyentes fundado por Pablo VI en 1965 (el prólogo, por cierto, está firmado por el cardenal Ravasi, presidente del citado organismo vaticano).

La metáfora de la “tierra de nadie” utilizada en el título, aunque tiene resonancias bélicas no deseadas, pretende solo sugerir que, para dialogar unos y otros, necesitamos abandonar de vez en cuando el suelo y la lengua familiar de nuestras respectivas microculturas para encontrarnos en una “tierra de nadie” y comunicarnos mediante un “esperanto” que, si bien nunca tendrá la precisión del lenguaje técnico, es la única forma de hacernos entender.

El libro consta de nueve núcleos temáticos con un total de 56 capítulos brevísimos, de cuatro o cinco páginas cada uno, lo cual –junto al hecho de que, sin renunciar a la profundidad, emplea un lenguaje claro y sencillo– hace que la lectura resulte muy ágil. Voy a dar una visión de conjunto de su contenido.

Los dos primeros bloques analizan cómo es el universo de los creyentes y el de los no creyentes, respectivamente. En el tercero reflexiona sobre el diálogo y sus condiciones. Los dos bloques siguientes pretenden ayudarnos a luchar contra lo que entorpece el diálogo (prejuicios, resentimiento, dogmatismo –ya sea religioso o cientista–…) y descubrir los campos de intersección, es decir, los espacios comunes donde podemos encontrarnos (la elaboración de una ética pública e incluso de una ética mundial, el cultivo de la interioridad, la búsqueda de sentido…).

En el sexto bloque, analiza cómo viven los no creyentes determinadas exigencias humanas que los creyentes considerábamos patrimonio nuestro, porque hay también una espiritualidad sin Dios (Comte-Sponville la ha desarrollado brillantemente), una santidad laica (el nombre de Camus viene espontáneamente a la memoria), oración sin trascendencia, apertura no religiosa al misterio…

El séptimo bloque medita sobre los cambios que se producen en el universo espiritual de una persona. Por fin, los dos últimos bloques están dedicados a comparar la vivencia del amor y de la esperanza –dos exigencias fundamentales de la persona humana– desde la fe o desde la increencia.

Cuestiones esenciales

Constata Torralba (pp. 139-143) que muy pocas veces, en el diálogo entre creyentes y no creyentes, se aborda lo esencial, es decir, lo que nos afecta radicalmente: si el ser humano está solo en el cosmos o existe Alguien que vela por él. De esa pregunta emanan cuestiones también esenciales: si nuestra existencia es fruto del azar y de la necesidad o hemos sido creados deliberadamente por Dios, si la muerte es la descomposición total de nuestro ser o el tránsito hacia una plenitud integral…

Desgraciadamente, lo habitual es tratar de las políticas de la institución religiosa, recriminarse actitudes dogmáticas por ambas partes, comentar la actualidad eclesial o problemas derivados de la difícil ubicación de lo religioso en una sociedad plural y secularizada, etc.

La preferencia por estas cuestiones periféricas se debe en buena parte a los espacios en que suele desarrollarse el diálogo (casi siempre ante los medios o en un escenario académico). De hecho, los diálogos a puerta cerrada sin espectadores ni competidores, tampoco ganadores ni perdedores, suelen ser mucho más ricos.

Muchas veces pensamos que el diálogo entre creyentes y no creyentes es propio solo de especialistas y tiene lugar en escenarios del tipo del Atrio de los Gentiles, pero, evidentemente, esos diálogos a puerta cerrada propugnados por Torralba podemos practicarlos todos, dado que creyentes y no creyentes convivimos diariamente en los más diversos espacios. No solo podemos practicarlo, sino que debemos hacerlo, porque ese diálogo es también –como dice el papa Francisco– “un camino de paz para nuestro mundo herido” (EG, 257).

Recomiendo calurosamente este libro por la importancia del tema, la profundidad de los contenidos, lo equilibrado de sus planteamientos y –por último, pero no menos importante– lo agradable de su lectura. Sin duda, Francesc Torralba es una de nuestras mejores cabezas. No logro entender cómo puede publicar cinco o seis libros de calidad en un mismo año.

Me he sentido tan identificado con los planteamientos del autor, que solo en un pequeño detalle discrepo de él. En mi opinión, la afirmación de que únicamente poniendo en entredicho las imágenes recibidas de Dios podemos acogerle en nuestro interior (p. 101), no deberíamos apoyarla en la ambigua frase de Ernst Bloch según la cual “solo un ateo puede ser un buen cristiano, pero ciertamente también: solo un cristiano puede ser un buen ateo” (El ateísmo en el cristianismo, Taurus, Madrid, 1983, p. 16), porque el filósofo alemán identifica a Dios con el hombre futuro (el hombre todavía no es Dios, pero lo será).

Como es costumbre en PPC, la edición está muy cuidada y las poquísimas erratas que han pasado desapercibidas al editor seguramente no eran fáciles de detectar (por ejemplo, en la p. 278, donde dice “omnipotente” debería decir “omnipresente”; se observa que, en algunas ocasiones, debió trasladarse un párrafo de un lugar a otro sin tomar la precaución de revisar las notas a pie de página, por lo que remiten a una “obra citada” que aún no se ha citado, o bien indican Ibid sin que podamos saber a qué se refiere).

Resumiendo, si tuviera que comparar el valor y el precio de este libro, diría sin dudar que su valor es superior al precio.

En el nº 2.883 de Vida Nueva

Actualizado
20/02/2014 | 19:51
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