La Iglesia clama contra la vergüenza de Ceuta

manifestación a favor de los inmigrantes víctimas y fallecidos en la frontera de Ceuta

Un total de 15 inmigrantes fallecieron en el paso fronterizo de El Tarajal cuando intentaban acceder a España

manifestación a favor de los inmigrantes víctimas y fallecidos en la frontera de Ceuta

La Iglesia clama contra la vergüenza de Ceuta [extracto]

FRAN OTERO | El pasado 6 de febrero, España se despertaba con una nueva tragedia en la frontera sur, en concreto, la que separa Ceuta de Marruecos. Allí, varios centenares de inmigrantes subsaharianos buscaban acceder a nuestro país con el horizonte de una vida mejor; quince fallecieron ahogados tras lanzarse al mar al no poder entrar por tierra, porque se lo impedían las fuerzas de seguridad españolas y marroquíes. En el debate está estos días si la actuación de estas últimas fue desproporcionada, tal y como denuncian varias ONG, o si fue necesaria ante el uso de la violencia por parte de algunos inmigrantes, como se ha difundido a través de diferentes vídeos.

En cualquier caso, y ante la disputa política, la realidad muestra que el control férreo de las fronteras no es la solución, pues no solo no disuade a aquellos que quieren entrar en nuestro país, sino que aumenta el peligro de que sucesos como los del pasado día 6 puedan volver a repetirse.

Ante esta situación, la Iglesia volvió a manifestarse para defender la dignidad de todo ser humano y para denunciar, como hizo el Papa en Lampedusa, lo que es una vergüenza.

Así, el Secretariado de Migraciones de la Diócesis de Cádiz y Ceuta mostró “su honda preocupación y profundo dolor” ante un hecho que calificó como “uno de los más graves dramas humanos de la inmigración ocurridos en la frontera de Ceuta y que ha desembocado en la muerte de más de una decena de inmigrantes en el paso fronterizo de El Tarajal”.manifestación a favor de los inmigrantes víctimas y fallecidos en la frontera de Ceuta

Tras expresar su solidaridad con las familias de los fallecidos, denunció “la muerte de estos inocentes y las causas que las originan”. “Demandamos a los Gobiernos de todos los países afectados en estos graves sucesos –generados por una inmigración que vive una situación muy desesperada– que aborden las políticas y los medios necesarios para evitar que se repitan estos dramas y tragedias”.

Del mismo modo, mostró su deseo de que tanto el paso fronterizo terrestre de Ceuta como las aguas que separan las dos orillas “dejen de ser espacios de dolor, sufrimiento, dramas y muertes, y se conviertan en lugares de encuentro, amistad e intercambio entre los pueblos de los dos continentes”.

También se refirió a este suceso el secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal Española (CEE), José María Gil Tamayo, en los micrófonos de la Cadena Cope, donde afirmó que “el endurecimiento de las fronteras no puede ser la única respuesta que Europa dé a un problema humano”. En este sentido, apostó por acciones humanitarias y políticas de “más envergadura” y que incluyan un trabajo con los países de origen.

Traicionados e impotentes

Más testimonial es la reflexión que el director del Secretariado de Migraciones de la CEE, José Luis Pinilla, hace llegar a Vida Nueva: “Ante las muertes en El Tarajal, me ha impresionado, además de la tragedia, la permanente lucha de los inmigrantes. Me duele en el alma que también se habrán llevado, si la angustia les deja ser mínimamente conscientes de ello, un sentimiento de haber sido traicionados, de que no era esto lo que les habían prometido las noticias e imágenes de la vieja Europa en la sufriente y eternamente joven África. Traicionados y, lo que es peor, impotentes”.

También emotiva y contundente es la reflexión que el arzobispo de Tánger, Santiago Agrelo, hace en su carta semanal. En ella, invita a no cerrarnos en nosotros mismos –“no te cierres en tu propia carne”, según el consejo evangélico–, porque esta actitud “bastaría para que fuese otra la política de las fronteras, otra la lógica de nuestros razonamientos, otro el motivo de nuestras manifestaciones, otra la matriz de nuestras preocupaciones, de nuestras aspiraciones, de nuestras quejas, de nuestras opciones”.

Una reflexión que acompaña de una fuerte denuncia de lo que llama “lo inaceptable”, porque así califica el que la vida de un ser humano tenga menos valor que una supuesta seguridad o impermeabilidad de las fronteras de un Estado, o que “mercancías y capitales gocen de más derechos que los pobres para entrar en el país”, del mismo modo que lo es que “una decisión política vaya llenando de sepulturas un camino que los pobres recorren con la fuerza de una esperanza”.

lugar en la frontera en Ceuta donde fallecieron 15 inmigrantes

El lugar donde fallecieron los 15 inmigrantes

Conmovido e indignado, el también franciscano español continúa: “Es inaceptable que políticas migratorias de los llamados países desarrollados ignoren a los empobrecidos de la tierra, vulneren sus derechos fundamentales y se conviertan en caldo de cultivo necesario para multiplicar en los caminos de los emigrantes las mafias que los explotan. Es inaceptable que haya fronteras impermeables para los pacíficos de la tierra y no las haya para el dinero de la corrupción, para el turismo sexual, para la trata de personas, para el comercio de armas. Es inaceptable que la política obligue a las fuerzas del orden a cargar la vida entera con la memoria de muertes que nunca quisieron causar. Es inaceptable que el mundo político no tenga una palabra creíble que dar y una mano firme que ofrecer a los excluidos. Es inaceptable que a los fallecidos en las fronteras se les haga culpables, primero de su miseria, y luego de su muerte. Ellos no son agresores, han sido agredidos. Es inaceptable que el negrero de ayer perviva en los gobiernos que hoy vuelven a encadenar la libertad de los africanos, supeditándola a los intereses económicos de un poder opresor”.

Aunque reconoce sentimientos de frustración, impotencia, tristeza o indignación, apunta que no son estos de los que nace el compromiso cristiano por los pobres, “sino de un amor incondicional, un amor fiel, que a todos se nos ha manifestado, y que a todos nos ha reunido para siempre en el único cuerpo de Cristo”.

Y concluye: “En este camino, el poder no puede seguirnos. A él solo le pedimos que sea justo. A nosotros, el amor nos pide dar incluso la vida por el bien de los demás. Y son muchas las cosas que, hasta dar la vida, podemos hacer. Tenemos la fuerza de la oración, podemos hacer que los emigrantes no estén solos en su camino, podemos compartir nuestro poco de leña, nuestro poco de agua, la última harina de nuestra vasija, podemos darles voz para que se escuche su grito, podemos llamar a las puertas de cada conciencia para que la sociedad reclame una nueva política de fronteras y podemos recordar a cada hombre que es su propia carne, también la de Cristo, la que, día a día, es condenada a muerte en las fronteras del sur de Europa”.

Los porqués

JOSÉ LUIS PINILLA | Recuerdo el paso del Papa por Lampedusa y su homilía, la de las diez preguntas. También a mí se me ocurren algunas al ver las imágenes de la oración de los inmigrantes ante los cadáveres de sus compañeros, mientras les veía llorar y alzar sus manos al cielo. Porque no ha pasado mucho tiempo y estamos aún en el tiempo de los porqués.

  • 1. Respecto al caso concreto: ¿cuáles son las posibles culpabilidades y negligencias del caso? No hay que dejar de animar a la discuión que se empezó a dar en muchas instancias sociales y en el Congreso. ¿Hubo represión en el mar? ¿Se pudieron salvar vidas y no se hizo? ¿Hubo alternativas?
  • 2. Más de fondo: hay que seguir trabajando muy seriamente y con propuestas realistas y humanitarias en lo relativo al control fronterizo. ¿Qué tienen que hacer las fuerzas de seguridad si mañana aparecen otros 300 migrantes buscando el paso? Esa es la cuestión. Hay un dilema ético muy preciso. ¿Cuáles son los límites éticos del control teniendo el mar como fronteras? ¿Se abandona el control? ¿Fronteras abiertas?

En el nº 2.882 de Vida Nueva.

 

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