Vida Religiosa, agradecimiento y gozo de una vocación

religiosa con una niña pequeña

La ‘Evangelii gaudium’ marca la Jornada del 2 de febrero

religiosa con una niña pequeña

F. OTERO | Este 2 de febrero, como se viene haciendo desde 1997, cuando Juan Pablo II la institucionalizó, se celebra la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Este año se reflexionará sobre La alegría del Evangelio en la Vida Consagrada, al hilo de la exhortación apostólica del papa Francisco, titulada Evangelii gaudium.

De hecho, el mensaje que CONFER ha enviado con motivo de la jornada –firmado por el presidente, Luis Ángel de las Heras, y por la vicepresidenta, María Rosario Ríos– se centra casi exclusivamente en la alegría del anuncio del Evangelio y se hacen numerosas referencias al documento papal: “El lema de esta jornada en España, nos remite a la Evangelii gaudium, sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual. En el origen y en el hoy de cada uno de nuestros institutos descubrimos la vocación recibida a anunciar el Evangelio con toda la existencia y a mediar este anuncio a través de la diversidad de la acción apostólica al servicio de nuestro mundo. Una vocación que está enraizada en la experiencia de Dios, el reconocimiento de su presencia y de su llamada en medio de la historia y a través de los hermanos, en las situaciones más necesitadas de salvación”.

Para los responsables de CONFER, la única manera posible de acoger su vocación es a través de la alegría y el agradecimiento producidos por el encuentro con Jesús y por su invitación a recorrer con Él el camino de la vida. “Es esta experiencia –continúan– la que nos posibilita una mirada honda y limpia: la mirada que nos lleva a reconocer la presencia de Dios que alienta y acompaña en lo menudo de la vida cotidiana, en medio de las gentes con las que compartimos la existencia, en las realidades sufrientes de nuestro mundo, en el trabajo compartido con tantos, en la vida comunitaria, en los esfuerzos para hacer de este un mundo más de todos…”.cartel para la Jornada de la Vida Consagrada 2014

Del mismo modo, insisten en que es la experiencia con Jesús la que capacita a la Vida Religiosa para “cuidar cada día la relación con el Señor, alimentar la hondura de la vida, crecer en una mirada compasiva y comprometida con la realidad”. “Es la alegría del Evangelio, experimentada no solo en situaciones de bonanza, sino también en la dificultad, en la pobreza, en medio de la fragilidad, la que nos convierte en hombres y mujeres agradecidos por la presencia y acción salvadora de Dios en la historia y en nosotros”.

Y es esa misma alegría, explican, la que urge a comunicar y compartir la Buena Noticia en cada situación, realidad, pueblo… Y urge “con el corazón y las manos alegres, como reflejo del encuentro con el Señor y de la consiguiente dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas”.

El mensaje concluye uniéndose al Papa, en su deseo de que el mundo actual pueda recibir la Buena Nueva, “no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo”.

También de la alegría habla el obispo de Santander y presidente de la Comisión Episcopal de Vida Consagrada, Vicente Jiménez Zamora, en la presentación de los materiales realizados por su comisión para la Jornada: “La alegría de la Vida Consagrada nace de Dios, que es la fuente de la verdadera alegría. La alegría en la Vida Consagrada procede de la fe, que a su vez proviene de la acogida de la Palabra de Dios. (…) Las personas consagradas viven la alegría de su vocación, desde la consagración a Dios, la comunión fraterna y la misión evangelizadora en la profunda unión y amistad con Jesucristo en la vida diaria, siendo reflejo del Amor de Dios, dispuestos a abrazar todas las miserias y a curar todas las heridas humanas para poner en ellas el bálsamo de la ternura y de la misericordia divina”.

En cualquier caso, concluye, “la alegría cristiana es siempre una alegría crucificada, que pasa por la Cruz y culmina en la resurrección. A la alegría se opone la tristeza, no la Cruz, signo de amor”.

En el nº 2.880 de Vida Nueva.

 

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