Teología de la colecta

Alberto Iniesta, obispo auxiliar emérito de MadridALBERTO INIESTA | Obispo auxiliar emérito de Madrid

“No se trata solamente de colaborar económicamente a sostener los gastos de mantenimiento del local de la comunidad…”.

Más de nueve millones de contribuyentes pusieron la cruz en la casilla de la Iglesia en la declaración de la renta del año 2012. No es, por tanto, regalo del Estado, sino de los españoles, ya sea por motivos de fe o por reconocimiento de los muchos servicios no solo religiosos, sino también sociales de la Iglesia en España, atendidos por parroquias, congregaciones religiosas o instituciones cristianas.

Pero yo quisiera referirme ahora a otro cauce para el sostenimiento de la Iglesia: la antigua bandeja, la colecta, que últimamente ha tenido algunos altibajos, desde el abuso hasta la supresión total.

Creo que no es una exageración retórica hablar de teología de la colecta. Porque no se trata solamente de colaborar económicamente a sostener los gastos de mantenimiento del local de la comunidad.

La misma palabra, colecta, por referencia a la oración inicial de la Misa, ya está indicando el aspecto comunitario de esta co-laboración a la vida cristiana en un territorio, en una parcela de la Iglesia, como una familia de hermanos de Cristo, hijos del Padre y templos del Espíritu.

La misma estructura de la Misa tiene una dinámica de don mutuo, entre el Señor y los fieles. Jesucristo nos da todo lo que tiene, hasta su vida misma, en la Palabra y en la comunión, y nosotros le damos también lo que tenemos, nuestra propia vida, y como prenda, alguna aportación económica, fruto de nuestro trabajo o de nuestra renuncia.

Esta conciencia está bastante dormida entre nosotros, y es tarea del ministerio pastoral despertarla de cuando en cuando, aunque espontáneamente pudiera dar algo de pudor. Pero hay que hacerlo, con tal de que se informe periódicamente, dando cuenta de las cuentas de la familia.

Sería, además, muy expresivo hacer la colecta levantándose los fieles, yendo en procesión a dejar su donativo delante del altar, entre el Credo y el ofertorio; lo que se pueda, aunque sean los dos reales –de euro– de la viuda…

En el nº 2.877 de Vida Nueva.

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