La paz de Sant’Egidio

La Comunidad lleva décadas conjugando la cercanía a los pobres con una exitosa diplomacia internacional

líderes de distintas confesiones religiosas peregrinan al campo de concentración de Auschwitz 2009 convocados por la Comunidad de Sant'Egidio

Convocados por Sant’Egidio, líderes religiosos peregrinan a Auschwitz (2009)

GIANNI LABELLA | Es uno de los grupos eclesiales más conocidos y significativos de entre los nacidos en el posconcilio, respetado por las cancillerías internacionales y amado por los últimos. La Comunidad de Sant’Egidio ha sabido conjugar fe y compromiso civil, catolicidad y espíritu de diálogo.

Nacida en Roma en los años de la contestación, ha conservado los ideales de aquel período de renovación eclesial sin perder jamás el enraizamiento en la Palabra de Dios, el servicio a los marginados y el sentido de pertenencia a la comunidad católica. Es, sobre todo, hija del Concilio Vaticano II y del espíritu de aquella primavera conciliar.

Su receta es antigua y nueva: gratuidad, amistad, diálogo, servicio, medios pobres para humanizar el mundo. Y, sobre todo, el Evangelio en el centro, la simpatía hacia todos, la liturgia y la oración comunitaria y personal, “la primera obra de la Comunidad”, como subrayan con fuerza sus miembros. A lo largo de su historia ha tratado siempre de seguir una brújula preciosa: la amistad con los pobres.

Desde Roma a Asia, África y América Latina, Sant’Egidio ha multiplicado las comunidades en las periferias urbanas y sociales del mundo. Pero también ha mirado a un horizonte más amplio, conjugando la cercanía a los pobres con una diplomacia desde lo bajo, que ha traído frutos de paz en diferentes contextos de guerra y con un compromiso “político” que ha significado intervenciones en los campos más variados, desde las campañas para la abolición de la pena de muerte, al proyecto Dream para la asistencia de los enfermos de sida en África, entre otros muchos.

Hoy, Sant’Egidio es un “sujeto internacional” muy especial. No es una organización de servicios sociales, ni una ONG, ni mucho menos una agencia no gubernamental especializada en mediación. Con los años se ha transformado en una fraternidad internacional dedicada a globalizar solidaridad y amistad a lo largo de las fronteras del mundo.

De los pobres a la paz

En Sant’Egidio les gusta repetir una afirmación importante de Andrea Riccardi, su fundador: si en el pasado eran las grandes potencias las que decidían la guerra y la paz, hoy cada uno puede hacer algo relevante por la paz y por la guerra. En su sencillez, esta afirmación significa que cada uno puede contribuir a cambiar el mundo y que, sobre todo, el mundo puede ser mejor de como es actualmente.

Para la Comunidad romana, la guerra es “la madre de todas las pobrezas”, destructora del compromiso humanitario para el futuro de pueblos enteros, que transforma a los hermanos en enemigos. Es una aventura sin retorno, como le gustaba repetir a Karol Wojtyla. “¡La violencia y la guerra utilizan el lenguaje de la muerte! –recordó con fuerza el papa Francisco ante los nuevos vientos de guerra que se desencadenaron por la cuestión siria–. La guerra es siempre una derrota para la humanidad”.

Y siguiendo la estela de esta conciencia de que la guerra es un mal extremo que todo lo destruye, es como la Comunidad ha escuchado el grito de dolor que se eleva desde muchas partes del mundo y, especialmente, desde África. Aquí es donde la Comunidad se mide con la primera de sus mediaciones imposibles, en un país, Mozambique, descompuesto por años de guerra civil, con un millón de muertos.

Las negociaciones duraron 27 meses y estuvieron animadas e inspiradas por una gran enseñanza de Juan XXIII: “Buscar lo que une más que lo que divide”. La paz se firmó el 4 de octubre de 1992 en presencia de muchos jefes de Estado africanos y europeos. La mediación de Sant’Egidio –escribiría el entonces secretario general de Naciones Unidas, Boutros Boutros-Ghali–, hecha de discreción, informalidad y perseverancia, ha permitido la realización de una mezcla única en su género, pacificadora, gubernamental y no gubernamental, una ‘fórmula italiana’, o como dicen los expertos, “el método de Sant’Egidio”.

Tras la divulgación del éxito mozambiqueño, llegan a la Comunidad diferentes peticiones de ayuda…

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En el nº 2.877 de Vida Nueva.

 

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