Sudán del Sur vuelve a sangrar

refugiados de Sudán del Sur tras la violencia étnica diciembre 2013

Un conflicto de tintes étnicos deja un millar de muertos en el país más joven del planeta

refugiados de Sudán del Sur tras la violencia étnica diciembre 2013

ALBERTO EISMAN | Tras varios meses de desacuerdos políticos y choques dialécticos, la violencia rebrotó con toda su virulencia en Sudán del Sur en la tarde del pasado 15 de diciembre, cuando un grupo de guardias presidenciales se levantó en armas ante los rumores de que el exvicepresidente Riek Machar (de etnia Nuer, la segunda mayoritaria del país) había sido arrestado por el presidente Salva Kiir (de etnia Dinka).

En cuestión de horas, los enfrentamientos se extendieron a diferentes partes de Yuba y se intensificaron con el uso incluso de armamento pesado, granadas y carros de combate. Cadáveres de soldados y de civiles, incluyendo mujeres y niños, permanecieron en las calles durante varios días, hasta que la situación comenzó a calmarse y las unidades rebeldes huyeron de la capital.

El presidente Kiir no tardó en acusar a Machar de ser el principal culpable del fallido golpe de Estado. Los observadores, sin embargo, creen que lo ocurrido se debe, más bien, a un malentendido causado por un rumor que fue creciendo hasta provocar un motín que, desde Juba, se propagó a zonas sensibles del país y que fue promovido especialmente por fuerzas Nuer leales al exvicepresidente.

No es la primera vez que Machar se enfrenta a sus camaradas de filas. Ya en 1991, encabezó una rebelión dentro del SPLA (Ejército Popular de Liberación de Sudán, en sus siglas inglesas) que se saldó con la muerte de miles de civiles, sobre todo de la etnia Dinka, que fueron masacrados por las fuerzas Nuer que respondieron a su llamamiento. Años después, el SPLA perdonó a Machar, lo reincorporó a sus filas e incluso le ofreció la vicepresidencia del país, cargo que ostentó hasta julio de 2013.

Era un secreto a voces que las personalidades del presidente y del vicepresidente –y sus ambiciones políticas– eran antagónicas. Machar ha acusado a Kiir de ser un déspota en el Gobierno y en el partido y, ante tales críticas, el presidente decidió reformar el Ejecutivo y quitar de en medio a la oposición interna. Machar ha aprovechado dicho enfrentamiento dentro de la guardia presidencial para abrir de nuevo una gran brecha en el seno del país más joven del planeta.

Como ocurre en estos casos, la peor parte se la han llevado los civiles. Aparte de las bajas ya mencionadas en Juba, la ciudades de Bor y Malakal han sido testigos de sangrientos incidentes, pasando de manos gubernamentales a las de los conjurados, y viceversa, en apenas unos días. Se estima que el balance de muertos desde el inicio del conflicto supera ya el millar, y los desplazados internos llegan a los 180.000, según cálculos del ACNUR.

La ONU ha expresado su repulsa por los claros indicios de violaciones masivas de derechos humanos por parte de ambos bandos. Al mismo tiempo, alerta sobre el hecho de que algunos grupos pueden aprovecharse de la confusión reinante para manipular la situación (un problema étnico Dinka-Nuer que tiene su origen en la lucha política dentro de la élite dirigente sursudanesa) y sacar tajada de la misma.

El 1 de enero arrancaron las conversaciones de paz en la capital etíope, Addis Abeba, aunque el líder rebelde Machar –que, finalmente, ha asumido su liderato sobre las tropas insurgentes– ha manifestado que, por el momento, no dará la orden de que cesen las hostilidades.

Rápida reacción eclesial

La Iglesia local, que cuenta con una gran experiencia en mediaciones de paz durante los largos años de la guerra civil, ha sido rápida a la hora de reaccionar. A los pocos días del comienzo de las hostilidades, un grupo ecuménico encabezado por el obispo de Tombora-Yambio, Edward Hiiboro Kussala, reclamaba una tregua para los días de Navidad, petición que no se cumplió.

También el Consejo Ecuménico de las Iglesias de Sudán del Sur –en el que participa como miembro la Iglesia católica– hizo público un comunicado en el que denunciaba que “hay un problema político entre los líderes dentro del partido gubernamental”. Y aunque entendía que “esto no debería convertirse en un problema étnico, por desgracia, en el terreno se está convirtiendo en tribalismo”.

Mientras, numerosos lugares pertenecientes a la Iglesia se convirtieron durante varios días en refugio improvisado de desplazados internos. Solo los terrenos de la catedral de Juba acogieron en los días previos a la Navidad a unas siete mil personas que huían de la violencia.

En el nº 2.877 de Vida Nueva.

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