La Vida Religiosa se mira en el Papa jesuita

Austeridad y capacidad de escucha, actitudes principales en encuentros llenos de guiños

papa Francisco con la presidencia de la CLAR junio 2013

El papa Francisco, con la presidencia de la CLAR, en junio

J. L. CELADA | El pasado mes de marzo, la Vida Religiosa acogía con gozo la elección de “uno de los suyos”, el jesuita argentino Jorge Mario Bergoglio, como nuevo papa. Y muy pronto iba a descubrir que, precisamente porque conocía de primera mano sus interioridades, no pasaría por alto sus debilidades. Pero tampoco sus fortalezas, necesitadas de una sincera reivindicación tras años en los que las dudas sobre su sentido de la eclesialidad se empeñaron en ensombrecer un impagable desgaste pastoral y humano al servicio del Reino.

“El nuevo papa es un jesuita que comprende la necesidad de una profunda comunión de todos los carismas y formas de vida cristiana en la Iglesia. Esto nos ayudará a crecer en el seguimiento de Jesús y en la misión”, reconocía entonces en Vida Nueva el superior general de los Misioneros Claretianos, Josep M. Abella.

El también español José Rodríguez Carballo, ministro general de la Orden de Franciscanos Menores, y nombrado meses más tarde por el propio Papa secretario general de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, recordaba emocionado en aquella ocasión su primer encuentro con él (Roma, 2004), y destacaba dos rasgos de la personalidad del Pontífice que reclamaron su atención: la austeridad y la capacidad de escucha.

Ambos aspectos han presidido, de uno u otro modo, los mensajes, los encuentros, las audiencias o las celebraciones en las que religiosas y religiosos tuvieron un especial protagonismo a lo largo de este año. Desde que accediera a la sede de Pedro, en sus múltiples apariciones e intervenciones, el papa Francisco no ha dejado de hacerle guiños a la Vida Religiosa, de interpelar su modo de ser y de estar en el mundo y en la propia Iglesia, de apelar a la esencia de los consejos evangélicos…

La identidad y misión de sus hermanas y hermanos religiosos, esos “hombres y mujeres que pueden despertar al mundo e iluminar el futuro”, es algo que le preocupa sobremanera a este hijo de san Ignacio de Loyola que ahora pastorea la grey del Señor. Y así se lo hizo saber recientemente a los miembros de la Unión de Superiores Generales (USG).

El pasado 29 de noviembre, durante la 82ª Asamblea General de este organismo, se reunió con ellos en el Aula del Sínodo. Y allí, en un clima de escucha fraterna, quiso recordarles que “la Vida Consagrada es profecía”, que Dios les pide salir “del nido que nos contiene y ser enviados a las fronteras del mundo, evitando la tentación de domesticarlas”.

encuentro del papa Francisco con los miembros de la USG diciembre 2013

Con el cardenal Braz de Aviz y el arzobispo Rodríguez Carballo

Aunque ser proféticos es “reforzar lo que es ‘institucional’ –les aclaró–, es decir, el carisma, y no confundirlo con la concreta obra apostólica. El primero permanece, la segunda pasa”. Interesante matiz y oportuna advertencia para una Vida Religiosa que, a menudo, ha perdido la frescura de sus orígenes y fundadores arrastrada por el activismo de unas agendas que ahogan la voz del Espíritu.

Falta de vocaciones

Tampoco le tembló la voz al Papa, en esa soleada mañana romana, para denunciar la llamada “trata de novicias”, que lleva a las congregaciones a buscar candidatos en países donde no están presentes, para enviarlos luego a obras y lugares donde las vocaciones escasean. “Todas las culturas tienen la capacidad de suscitar vocaciones”, admitió, y, si bien no negó la “buena intención” de dicha práctica, llamó a los superiores generales a “estar siempre alerta y tener los ojos bien abiertos”.

Consecuencia directa de esa falta de vocaciones que padece la Vida Religiosa es el cierre de muchas de sus casas, algo que también fue objeto de reflexión por parte de Francisco. “Los conventos vacíos no le sirven a la Iglesia para transformarlos en hoteles y ganar dinero. Los conventos vacíos no son nuestros, son para la carne de Cristo que son los refugiados”, clamó en el transcurso de su visita, el 10 de septiembre, al Centro Astalli de Roma (el Servicio Jesuita a Refugiados en Italia).

El titular daría la vuelta al mundo, pero sus palabras eran solo la punta del iceberg de una invitación más profunda que atañe a cuestiones nucleares de la Vida Consagrada, como la pobreza o la fraternidad. “El Señor llama a vivir con más coraje y generosidad la acogida en la comunidad, en las casas, en los conventos vacíos”, insistió Bergoglio, quien pidió a monjas y frailes “superar la tentación de la mundanidad espiritual para estar cercanos sobre todo a los últimos”.

Una inquietud que no ha dejado de transmitir desde que, en los albores de su pontificado, compartió con todo el Pueblo de Dios el sueño de “una Iglesia pobre y para los pobres”. “¡Necesitamos comunidades solidarias que vivan el amor de manera concreta!”, exhortó ahora, traduciendo aquel deseo inicial.

encuentro del papa Francisco con los miembros de la USG diciembre 2013

Con los miembros de la USG en diciembre

Otra frase papal que también gozó de un sonoro eco mediático se la dirigió a las 800 religiosas que participaban en la reunión de la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG). Cuando las recibió el 8 de mayo en el Aula Pablo VI, con su personalísimo estilo para comunicar, Francisco afirmó: “La mujer consagrada es madre, debe ser madre, no una solterona”. Se refería él a la necesidad de que el voto de castidad sea “fecundo”, esto es, “una castidad que genera hijos espirituales en la Iglesia”, que nace de una afectividad asentada en la “libertad madura”, y que “se convierte en un signo del mundo futuro para hacer resplandecer siempre el primado de Dios”.

Y, deteniéndose en el voto de obediencia, subrayó la idea de la autoridad como servicio, lamentando “el daño que causan al Pueblo de Dios los hombres y las mujeres de la Iglesia que son carreristas, trepas, que ‘usan’ al pueblo, a la Iglesia, a los hermanos y hermanas como trampolín de sus propios intereses y ambiciones personales”. Un aviso para navegantes que ya han escuchado también de su boca los sacerdotes y hasta los propios obispos.

Todo ello no ha impedido que el papa Francisco haya aprovechado cualquier oportunidad en este 2013 para agradecer a la Vida Religiosa “vuestro testimonio, vuestros mártires y la humillación por la que a veces tenéis que pasar: es el camino de la Cruz”. Sabe de lo que habla.

Uno más de la CLAR

Jorge Mario Bergoglio se sigue sintiendo uno de los 130.000 religiosos de América Latina. Y como tal se presentó ante la presidencia de la CLAR (Confederación Latinoamericana de Religiosos), cuya visita recibió el pasado 6 de junio en el Vaticano. Uno de los asistentes, el marianista José María Arnaiz, resumía así para Vida Nueva algunas de las consignas que recibieron del Papa en aquel inolvidable encuentro:

  • Amen la justicia con la misma sed de ella del que camina por el desierto y busca agua.
  • Prefieran la riqueza de la pobreza a la miseria a la que nos conduce el bienestar moderno.
  • Abran el corazón a la ternura, en vez de prepararlo para la prepotencia.
  • Abran la mente a su corazón, y en él conserven la Palabra de Dios y háganla circular por todo su cuerpo.

Y recordaba confidencias de este “viejo amigo” que hoy son ya todo un programa de gobierno: “El Evangelio –les confió– no es la regla antigua, ni tampoco un panteísmo alocado. Si miramos las periferias (los indigentes, los drogados, los que duermen en la calle…), ese es el Evangelio. Los pobres son el Evangelio. Ánimo, avancen hacia nuevos horizontes. No tengan miedo de correr riesgos yendo a los pobres y a los nuevos sujetos emergentes del Continente”.

En el nº 2.876 de Vida Nueva. Sumario del número especial

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