Arzobispo de Bangui: “La República Centroafricana nos pertenece a todos, cristianos y musulmanes”

soldados franceses en Bangui República Centroafricana después de oleada de violencia diciembre 2013

Nzapalainga condena la violencia intercomunitaria y sus últimas 400 muertes

soldados franceses en Bangui República Centroafricana después de oleada de violencia diciembre 2013

Soldados franceses llegan a Bangui

JOSÉ CARLOS RODRÍGUEZ SOTO (BANGUI) | “Condenamos toda violencia, la barbarie y la lógica criminal de quienes han matado a sus hermanos”, clamó el arzobispo de Bangui, Dieudonné Nzapalainga, al término de su homilía el domingo 8 de diciembre. Tras hablar en lengua sango, continuó en francés para que pudieran entenderle los numerosos periodistas presentes en la parroquia de Saint Paul, donde miles de personas se han refugiado desde el pasado 5 de diciembre.

Ese día, la capital de la República Centroafricana fue atacada por milicias anti-Balaka, levantadas en armas desde hace meses contra los exrebeldes de la Seleka, mayoritariamente musulmanes, que tomaron el poder a finales de marzo. Tras varias horas de intensos combates, que llegaron hasta las proximidades del centro de Bangui, los milicianos se retiraron, pero el relevo lo tomó la violencia sectaria en los barrios: soldados de la Seleka, apoyados por vecinos musulmanes armados, fueron casa por casa matando a inocentes. En otras barriadas fueron los musulmanes las víctimas, asesinadas con saña por los anti-Balaka. Varias mezquitas fueron incendiadas.

“La República Centroafricana nos pertenece a todos, cristianos y musulmanes”, insistió el arzobispo, quien añadió: “Mantengamos la calma todos los hombres y mujeres de buena voluntad… ni todos los musulmanes son Seleka ni todos los cristianos son anti-Balaka”.

Según la Cruz Roja Centroafricana, durante los tres días de violencia intercomunitaria, hubo 400 víctimas mortales y cientos de heridos. Uno de los actos más atroces tuvo lugar en el Hospital de l’Amitié el viernes 6, cuando soldados de la Seleka entraron y, tras sacar a diez jóvenes heridos, los ejecutaron a sangre fría a la entrada.

Intervención de Francia

El 5 de diciembre era el día en que el Consejo de Seguridad de la ONU debía aprobar una resolución autorizando a Francia a desplegar a 1.200 soldados para restaurar el orden y proteger a los civiles. El presidente François Hollande dio la orden de intervenir inmediatamente, e incluso elevó a 1.600 los efectivos que trabajan con la fuerza multinacional de la Unión Africana. Se prevé que esta llegue hasta los 6.000 soldados, que tendrán también apoyo logístico de aviones estadounidenses.

“Ha habido 400 muertos, pero, si no hubiéramos intervenido, ahora estaríamos hablando de 5.000 o de 10.000 víctimas”, afirmó el ministro francés de Exteriores, Laurent Fabius. Una de las primeras acciones de los soldados franceses ha sido desplegarse por todo Bangui en busca de armas. Durante los dos primeros días, desarmaron a numerosos milicianos que aún circulaban por las calles y a hombres en vestimenta civil que llevaban pistolas, fusiles y machetes escondidos, ante las muestras de júbilo de la sufrida población. Sin embargo, hubo varios incidentes de venganza contra musulmanes por parte de la población civil una vez desarmados.

El arzobispo y otros líderes religiosos, como el pastor Nicolas Guerekoyame y el imán de Bangui, Kobine Layama, condenaron estos hechos y no se cansaron de llamar a la calma.

Por su parte, el presidente de la transición, Michel Djotodia, ordenó antes del desarme que todos sus hombres permanecieran acuartelados para comenzar una desmovilización que devuelva la estabilidad al país. Los franceses se han desplegado también en algunas localidades del noroeste, como Bossangoa, donde la Seleka llegó a lanzar varios cohetes contra los 40.000 refugiados que se encontraban en la misión católica.

Según UNICEF, a principios de semana (9 de diciembre) había en Bangui 80.000 desplazados, la mayoría en sus 13 parroquias y otros centros religiosos, como el Centro Don Bosco, donde –según el salesiano español Agustín Cuevas– el número de refugiados llegaba a 20.000. Cáritas centroafricana y otras organizaciones humanitarias han hecho todo lo posible por organizar las ayudas alimentarias y sanitarias.

Desde que estalló la violencia, el arzobispo no paró de visitar todas las parroquias –que acogen a cristianos y musulmanes sin distinción– para animar a los desplazados y se reunió varias veces con Djotodia, el embajador francés y el representante de la ONU en el país para exigir protección a los civiles. En estos momentos de profunda crisis, ha demostrado una vez más ser una de las voces más respetadas del país. Un detalle demuestra que predica con el ejemplo: desde el día 5, tiene acogido en su residencia al imán Layama, amenazado de muerte por los extremistas.

En el nº 2.875 de Vida Nueva.

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