Libros

‘El hombre ante Dios’ y ‘Dios en la ciudad’


Dos libros de Olegario González de Cardedal (Sígueme, 2013). La recensión es de Francisco García Martínez

El hombre ante Dios y Dios en la ciudad, dos libros de Olegario González de Cardedal, Sígueme

Título: El hombre ante Dios. Razón y testimonio

Autor: Olegario González de Cardedal

Editorial: Sígueme, 2013

Ciudad: Salamanca

Páginas: 160

Título: Dios en la ciudad. Ciudadanía y cristianía

Autor: Olegario González de Cardedal

Editorial: Sígueme, 2013

Ciudad: Salamanca

Páginas: 288

FRANCISCO GARCÍA MARTÍNEZ | En medio del descrédito cultural de la fe, del desprestigio social de la política y de la frustración continua del diálogo como vía de construcción social, Olegario González de Cardedal presenta en estas dos obras una especie de decantado de sus largos esfuerzos teológicos por pensar a Dios con razón y fe, por responder al reto que lanzan las nuevas sociedades secularizadas a la vocación social del cristiano y por mantener la esperanza en una construcción dialogada del mundo a la espera de su verdad plena.

El tema de fondo de los dos libros es el mismo: el hombre de fe. Se trata, en uno, de una confesión teológica de fe a la altura de las riquezas y las puestas en cuestión que ha suscitado la cultura surgida de la Ilustración. En Ilustración y en posmodernidad, se puede decir yo creo como apertura enriquecedora del hombre, también del hombre moderno ‘liberado’ (?).

Se trata, en el otro, de una propuesta teológica de posicionamiento político de la Iglesia y del creyente en la sociedad secularizada y postsecularizada. Se puede decir yo participo desde mi fe y con mi fe en esta sociedad, en este momento de cuestionamiento de los fundamentos asumidos hasta ahora, sin los excesos de políticas confesionales, pero sin disolverse en políticas estatalistas ateas.

Estamos ante uno de los intereses nucleares de la teología del autor a lo largo de su ministerio teológico, a saber, una fe a la altura de los tiempos culturales y políticos. Se sintetizan muchos temas, largamente reflexionados, que ahora se presentan sin la preocupación de un aparato crítico exhaustivo, sin que por ello dejen de explicitarse multiplicidad de autores e ideas… hechos uno con el discurso propio, sea por asunción o contraste. Unas obras, pues, maduradas a lo largo de otras muchas y ofrecidas como convicción última de su trayecto.

Se trata de una obra que no esconde la crítica a situaciones exteriores e interiores, sea de praxis o de principios, que han movido a la sociedad europea y española y, en ella, a la Iglesia en los últimos tiempos, pero que explicita habitualmente por contraste con la propuesta positiva, sin detenerse morbosamente en ella, lo que encona las posiciones e interrumpe las posibilidades de diálogo.

Aparecen, pues, reducciones y olvidos de la cultura y de la Iglesia que han de ser percibidos, asumidos y superados, aunque –como decimos– la aportación es básicamente propositiva.

En cuanto a los contenidos, el tema de fondo es la preocupación por una lectura conjunta de los términos Dios, verdad y libertad, tan difíciles de pensar coordinadamente en nuestra situación; por otro lado, la preocupación por cómo mantener los arraigos de los logros que la cultura europea ha conseguido en cuanto a la afirmación de la persona y su ordenamiento socio-político, amenazados como están por el cuestionamiento de los fundamentos que los dieron a luz.

Más concretamente, se intenta mostrar cómo la humanidad llega a su condición más honda en la pregunta radical por Dios, cuya afirmación, siendo siempre un exceso (acogida de un ad extra radical), se manifiesta consecutivamente como fundamento y posibilidad de realización de lo más propio (el ad intra más profundo). Sería el consentimiento (libertad creativa) a lo dado (lo posibilitado y lo prometido) por parte de Dios la forma de radicación en el mundo humanizadora por excelencia.

En cuanto a la posición política de la fe, existe una oposición frontal y un continuo esfuerzo por revelar las falacias de ese planteamiento político, resultado de una cultura alimentada por los maestros de la sospecha, en el que se considera que la existencia atea sería la radical y primaria implantación del hombre en el mundo y, por tanto, tendría una plusvalía civil ante la que debería justificarse el creyente.

Se subraya la necesaria valoración y aliento, por parte de los dirigentes políticos, de las instancias intermedias de la sociedad que deben nutrir conjuntamente los fundamentos de la democracia, para no derivar hacia un estatalismo insano que termina cercenando no solo la libertad religiosa y las posibilidades que la fe ofrece a una sociedad, sino la misma libertad buscada: una libertad no arbitraria, sino razonable; y no impositiva, sino participativa.

No solo la fe forma parte, pese a sus perversiones históricas, del acceso del hombre a su actual altura histórica –afirma el autor–, sino que también hoy está en condiciones de ayudar a sostener los logros sociales adquiridos y a defenderlos de sus perversiones. No solo la fe es buena para proponerla como forma de vida, sino igualmente buena para tejer con los otros una sociedad más justa y libre.

Como siempre, el lector encontrará párrafos sublimes, síntesis magistrales de movimientos sociales e ideológicos, y propuestas teóricamente bien articuladas, en una lectura que requiere concentración y paciencia por su hondura y su forma. Incluso las opciones tomadas, que siempre pueden dejar elementos demasiado en la sombra, darán de sí lo suficiente para ahondar por contraste la propia postura del lector.

Saludamos, pues, la publicación de estos libros, que invitaríamos a leer no solo en el ámbito eclesial, sino a ser recibidos en el cultural y político, tan cargados de reflexiones tópicas cuando no vulgares o demasiado interesadas.

En el nº 2.874 de Vida Nueva.

Actualizado
05/12/2013 | 18:22
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