Favorecer el sosiego; no alentar la tensión

canal de televisón 13TV

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JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | En abril de 2009, el periodista Federico Jiménez Losantos salía de la Cadena COPE dejando un rastro de tensión impropio de una emisora de la Iglesia, y en cuyo ideario se aboga por los valores cristianos. El periodista turolense, con la sonrisa picarona de no pocos cómplices, amos y mandarines, olvidaba cada mañana el respeto, la tolerancia, el diálogo, la verdad y, fundamentalmente, la caridad.

Pocos escaparon de sus ínfulas verbales; y crecía la tensión. Se decía que su salida podría tener pésimas consecuencias económicas, justo cuando empezaba la crisis. Sin embargo, el problema era más eclesial que económico. Había que afinar el dial para no perder la sintonía en un medio cristiano. Para unos, era la voz libre y profética; para otros, un escándalo y una provocación.

Sin embargo, para quienes tenían que decidir si mantenerlo o no, era un poder de control importante. Ante unos medios generalistas que amordazaban la voz de la Iglesia, esta cadena sería el altavoz necesario ante las leyes del entonces “Gobierno laicista” de Zapatero y una derecha en la oposición poco afín a un catolicismo militante y poco doblegada a las mitras.

El cardenal de Madrid, reelegido presidente de la CEE en 2008, presionado por Roma, por la opinión pública y por muchas voces dentro del Episcopado, decidió prescindir de él, justo cuando, de cara a la JMJ de Madrid 2011, urdía complicidades y buscaba apoyos en todos los lados.

De nuevo, “la burra vuelve al trigo”,
la tensión aflora en tertulias, informativos y documentales.
Se ha ido debilitando el sosiego, la pluralidad.
Un pensamiento único se ha adueñado del medio.

Pese a que el cardenal Rouco siempre dijo en pequeños círculos que la COPE debía de ser gestionada por un grupo de empresarios católicos y no directamente por la Iglesia, él sabía bien del poder que tenía en sus manos y del control que podía ejercer. Siempre quiso, como el cardenal Monescillo en las postrimerías del XIX, un Nocedal, Carbonero y Sol y algún que otro periódico como El Siglo Católico o La Cruz.

No eran tiempos para El Debate redivivo. No lo pudo tener tras la debacle del Ya, el vaivén del ABC y el posicionamiento de La Razón, amigo de otras púrpuras.

Y se refugió en la COPE y en su voz matutina. Ahora, con cierto sentimiento de afonía, buscó la televisión y recondujo la poco rentable Popular TV, con un inteligente pase de pecho a los empresarios mexicanos que la trajeron en plan cristero y orante.

Pasó un tiempo y los obispos se hicieron con el 51% de 13 TV. Pero, de nuevo, “la burra vuelve al trigo”, la tensión aflora en tertulias, informativos y documentales. Había que buscar un nuevo poder de control.

Se ha ido debilitando el sosiego, la pluralidad. Un pensamiento único se ha adueñado del medio. Los obispos de Cataluña han levantado la voz de alarma. Solo les recuerdan lo que dijeron el día que comenzaron a emitir: “Queremos una programación para todos, amable y blanca, diseñada desde una profunda creencia en la vida, la familia, la tolerancia y el respeto. Buscamos una televisión sencillamente que entretenga sin crispación”.

director.vidanueva@ppc-editorial.com

En el nº 2.873 de Vida Nueva

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