Los desafíos de África deben interpelar también a Europa

inmigrantes africanos

Las comisiones regionales de Justicia y Paz del continente, reunidas en Burundi, llaman a prevenir “otras Lampedusas”

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ALBERTO EISMAN | África se enfrenta hoy a grandes y emergentes desafíos. A algunos de ellos acaba de dedicar el Departamento de Justicia y Paz de la SECAM (Simposio de Conferencias Episcopales de África y Madagascar) su encuentro anual, celebrado en la capital burundesa, Bujumbura, del 28 de octubre al 2 de noviembre. La reunión fue convocada bajo el lema Las comisiones regionales de Justicia y Paz: Promoviendo buen gobierno, el bien común y las transiciones democráticas en África, y en ella participaron representantes del Pontificio Consejo Justicia y Paz, los obispos encargados de las comisiones de Justicia y Paz de cada episcopado y los coordinadores de los distintos países. Este encuentro quiso también tomar conciencia de los progresos alcanzados en África dos años después de que se publicara la exhortación apostólica postsinodal Africae Munus.

Las comisiones de Justicia y Paz africanas cuentan con una larga trayectoria de trabajo aplicando los principios de la Doctrina Social de la Iglesia a las diferentes situaciones y contextos de cada región, por lo que, en Burundi, han podido compartir y analizar juntas los retos más apremiantes y las estrategias futuras desde una perspectiva de fe y de compromiso social.

Si esos desafíos para la paz y la justicia en el continente son enormes, a esto se le añade hoy el hecho de que muchos de ellos son nuevos. Así, la asamblea trató de temas tan cruciales como el buen gobierno, la migración, los refugiados, el tráfico de personas, el terrorismo y las industrias extractivas, para llegar a la conclusión de que la Iglesia tiene que responder a estas cuestiones de manera unida y con una acción consolidada, trabajando, además, con otras organizaciones que persigan objetivos similares, puesto que situaciones tan dramáticas como la llegada masiva de inmigrantes a Europa (con tragedias tan terribles como la que se vivió semanas atrás en Lampedusa) tienen su origen en los eternos problemas de pobreza, desigualdad social y subdesarrollo que se viven en la mayoría de países subsaharianos.

La Iglesia católica es un agente privilegiado de incidencia política, y en muchos lugares del continente es muy escuchada y respetada cuando se posiciona sobre problemas sociales, económicos y morales. En esta línea, el mensaje final de la asamblea insiste en la importancia de la promoción integral de la persona y expresa “un rotundo NO” a la pobreza que asola el continente, “consecuencia directa del pecado humano”.

Esta condena de la pobreza se expresa, concretamente, en puntos como la explotación de los más pobres y vulnerables (esclavitud y tráfico infantil, tráfico de órganos…), la violencia y los abusos criminales en países como la República Centroafricana o la República Democrática del Congo, el incremento del fanatismo religioso (como en los recientes casos de Nigeria, Malí, Kenia, Somalia y Egipto), la explotación injusta de recursos naturales que luego provoca crímenes y violencia, la corrupción y el abuso de poder, problemas regionales (mencionando expresamente los que vive la cuenca del Nilo) y la falta de libertades sociales, de opinión y de alternancia política en no pocas naciones.

Crímenes contra la humanidad

Llama la atención que el documento mencione expresamente el espinoso tema de los crímenes contra la humanidad (varios líderes africanos tienen pendientes serios cargos y juicios en la Corte Internacional de Justicia de La Haya), ante el que los representantes eclesiales subrayan que “la ley criminal debe seguir su curso”.

Un pronunciamiento que difiere radicalmente de la vergonzosa actitud adoptada por la Unión Africana, que ante las investigaciones del citado tribunal, ha defendido a ultranza a todos los presidentes acusados de crímenes, sin querer indagar en la veracidad de los cargos presentados ni colaborar en el esclarecimiento de los hechos enjuiciados.

Las comisiones de Justicia y Paz, ya sea en solitario o en colaboración con otras organizaciones civiles y grupos religiosos, han sido en muchos países valiosos instrumentos de diálogo y de pacificación (valga recordar como ejemplo la explosiva situación de la violencia extremista religiosa en Nigeria). Es expreso deseo de esta asamblea, por tanto, “el reforzar las estructuras de Justicia y Paz para alcanzar un diálogo efectivo con el pueblo africano, con su sociedad civil, sus grupos religiosos y sus gobiernos”.

En el nº 2.871 de Vida Nueva

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