Familia y amigos recuerdan al nuncio Faustino Sainz

homenaje en Madrid al nuncio Faustino Sainz en el primer aniversario de su muerte

En el primer aniversario del fallecimiento de una de las grandes figuras de la diplomacia vaticana

homenaje en Madrid al nuncio Faustino Sainz en el primer aniversario de su muerte

De izq. a dcha., J.A. Bordallo, M. Oreja, el arzobispo Nichols, J. Rupérez y A. Pelayo

F. OTERO | El pasado día 30 de octubre, el Colegio Nuestra Señora del Pilar de Madrid acogió un acto de homenaje a Faustino Sainz Muñoz, “el nuncio Faustino”, como le conocían los amigos, justo un año después de su fallecimiento, el 31 de octubre de 2012. Una jornada que comenzó con una Eucaristía y siguió con un coloquio en el que intervinieron importantes personalidades que coincidieron con él durante el desempeño de su trabajo y que eran también sus amigos.

En el colegio marianista estaban el arzobispo de Westminster, Vicent Nichols, que coincidió con Faustino en su último encargo diplomático, como nuncio en Reino Unido; José Antonio Bordallo, embajador de España y hoy director de la Real Academia de España en Roma; Marcelino Oreja, exministro de Exteriores en el primer gobierno de Adolfo Suárez; Javier Rupérez, embajador de España; y Antonio Pelayo, corresponsal de Vida Nueva en Roma y asesor de la Embajada de España ante la Santa Sede.

El primero en tomar la palabra fue Vicent Nichols, que recordó la etapa de Faustino Sainz en Londres. Tuvo un especial recuerdo, sobre todo, de la visita de Benedicto XVI, a la que el homenajeado pudo asistir a pesar de que la enfermedad se había hecho presente unos meses antes. De la relación entre ambos, el arzobispo católico de Westminster dijo que no fue la de un nuncio y un miembro del episcopado local, sino “una relación de gran amistad”.

Por su parte, Marcelino Oreja destacó la importante aportación de Faustino a los Acuerdos Iglesia-Estado de 1979, proceso en el que ambos estuvieron presentes. Al igual que Nichols, Oreja recalcó que su relación fue más allá de la puramente institucional y llegó a la amistad. Faustino dejó un gran huella en Javier Rupérez –le casó y bautizó a sus hijos–, que se plasmó, a nivel de trabajo, en la Conferencia para la Seguridad y Cooperación en Europa, en 1975, con los Acuerdos de Helsinki, donde consiguió incluir el derecho a la libertad religiosa.

Uno de los momentos más emotivos del homenaje coincidió con la intervención de José Antonio Bordallo, embajador de España, entre otros lugares, en Zaire (hoy República Democrática del Congo). Allí conoció a Faustino y allí vivieron situaciones dramáticas en la guerra civil, por lo que tuvieron que trabajar, por ejemplo en favor de los misioneros españoles presentes en el país africano, hechos calificados por quienes les conocen de “heroicos”.

Finalmente, Antonio Pelayo, que también se encargo de moderar el coloquio, recordó la etapa del homenajeado en la Secretaría de Estado del Vaticano y una amistad que comenzó en 1970 y que les mantuvo siempre “muy unidos”.

Con un salón de actos abarrotado y con la presencia de la familia, surgieron testimonios espontáneos en torno a la figura de Fautino, como lo ha definido en estas mismas páginas el propio Pelayo, “el nuncio de la paz en tiempos de conflicto”.

En el nº 2.850 de Vida Nueva

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