Mártires

Fernando Sebastián, arzobispo eméritoFERNANDO SEBASTIÁN | Arzobispo emérito

“Nuestros mártires murieron por ser fieles a su fe cristiana en contra de quienes querían una España soviética y atea…”.

Conviene que los españoles comprendamos y valoremos la significación de los mártires recientemente beatificados en Tarragona. No son víctimas de la guerra. No entraron en la guerra. La persecución había comenzado antes del 36, se intensificó el 34 y, con ocasión de la guerra, explotó en toda su virulencia en julio del 36.

Los datos indican que las órdenes venían del Komintern de la URSS. Allí decían que para llegar a implantar la revolución soviética había que eliminar físicamente a la Iglesia católica. Algunos se escandalizan ante esta afirmación. Les parece agresiva, pero es la única hipótesis que explica lo ocurrido.

Con la anuencia de los Gobiernos republicanos, fuertemente anticlericales y anticatólicos, los Movimientos revolucionarios, con diversas etiquetas, llegaron a la conclusión de que la revolución proletaria requería la eliminación de la Iglesia. Esta era la consigna que venía desde Moscú. Esta idea movió una intensa propaganda contra la Iglesia y dio lugar a un extendido, aunque no generalizado, odio popular, que fue decisivo en el desarrollo de la persecución.

Nuestros mártires murieron por ser fieles a su fe cristiana en contra de quienes querían una España soviética y atea. Esta persecución fue posible en el sector republicano porque las organizaciones revolucionarias y prosoviéticas desbordaron muy pronto a los gobiernos. En ambas zonas hubo represión política, pero sólo en la zona republicana se dio esa persecución terrible de los católicos. Los mataban como si fueran alimañas. Esa es la triste verdad.

Y eran personas inocentes, pacíficas, cercanas a los pobres, que morían perdonando y ofreciéndose por el bien de España y de sus mismos verdugos. Más de 20.000 en seis meses. Conviene recordarlo para que no vuelva a ocurrir.

Ahora son nuestros modelos. Modelos de vida cristiana auténtica, profunda, diligente y coherente. Y modelos también en una actitud reconciliadora, de acercamiento, de perdón y de unidad. La única que puede hacer a nuestra nación fuerte y próspera.

En el nº 2.869 de Vida Nueva.

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