Fernando Millán: “El contemplativo descubre la presencia de Dios en medio del mundo”

Fernando Millán, prior general de la Orden de los Carmelitas

Prior general de la Orden de los Carmelitas

Fernando Millán, prior general de la Orden de los Carmelitas

Entrevista con Fernando Millán [extracto]

Texto y fotos: DARÍO MENOR | Fernando Millán (Madrid, 1962) fue reelegido, el pasado mes de septiembre, como prior general de la Orden de los Carmelitas. En los próximos seis años, espera afianzar las nuevas presencias de la congregación a través de la profundización en el propio carisma, que anima a vivir en su doble vertiente de contemplación y misión. Esta “madurez espiritual”, asegura, se alcanza al descubrir las “huellas de Dios” en el mundo, observándolo “con ojos nuevos”.

PREGUNTA.- ¿Cuáles fueron las principales decisiones tomadas en el último capítulo general?

RESPUESTA.- Este año, el tema monográfico de debate, pedido por los provinciales, era la misión. En los últimos 20 años hemos crecido mucho en países donde no estábamos; en África y Asia hay una explosión misionera, con vocaciones y nuevas presencias. Se veía necesaria una reflexión sobre esta expansión, sobre cómo vivirla con nuestro carisma. Los provinciales han insistido mucho en que en el próximo sexenio se deben consolidar las misiones. Están creciendo en un momento de fuerte crisis económica, lo que crea problemas. Las misiones, como nos insistía el Papa en el mensaje que nos envió, deben tener la identidad del Carmelo. El objetivo central, pues, es la consolidación de la misión de la orden en países nuevos. A raíz de esto, hemos visto que también hay que repensar la misión en el mal llamado Primer Mundo. A veces corremos el riesgo de convertirnos en sacerdotes diocesanos que viven en comunidad. Fernando Millán, prior general de la Orden de los Carmelitas

P.- ¿Qué significa ser carmelita hoy?

R.- Este es un tema debatido y complejo, pero también fascinante. Nacimos como eremitas en el Monte Carmelo, en el siglo XII. Rápidamente, al venir a Europa, fuimos asimilados a las órdenes mendicantes. Estamos catalogados así en la Iglesia. Somos una orden mendicante con una fuerte impronta contemplativa. Es complejo y bonito vivir esa identidad hoy. Hay que estar en medio del pueblo, como mendicantes, pero, al mismo tiempo, no perder esa entraña contemplativa. En el mensaje del Papa hay una frase muy fuerte en ese sentido: dice que un carmelita que no es contemplativo “es un cuerpo muerto”. La impronta de oración es algo que se nos pide mucho desde fuera. La gente quiere alguien que le acompañe en la vida espiritual.

P.- ¿Supone un desafío mantener esta doble identidad de misión y vida contemplativa?

R.- Así es. De hecho, a veces hay tensiones, aunque es un binomio que no debería ser traumático. Mi opinión personal es que hay tres momentos en la vida espiritual. El primero es cuando nos apartamos del mundo para orar. El segundo, cuando se comparte con los otros la experiencia de vida espiritual. Y el tercero, que es donde yo creo que está la madurez espiritual, se da cuando uno empieza a contemplar en el mundo la huella de la presencia de Dios. Hay que mirar al mundo con ojos nuevos. No es fácil, pues hay violencia, pecado, contradicciones…, pero también hay muchos signos de la presencia de Dios. El contemplativo es el que, en medio del mundo, es capaz de descubrir los signos de la presencia divina. Nosotros tenemos esas dos tentaciones: volcarnos en la acción y olvidar la contemplación o convertirnos en contemplativos que no sienten la necesidad de vibrar con el mundo.

P.- ¿Qué les piden los jóvenes que ingresan en la orden?

R.- En Europa y en los Estados Unidos, donde las vocaciones son escasas, insisten mucho en la contemplación y la comunidad. En los sectores más jóvenes se pide que no se pierdan. Quizás, después del Concilio Vaticano II, con muy buena intención, la orden se volcó en el apostolado. A los jóvenes hay que escucharles, pero también les pido que miren lo que dicen los mayores. Como mendicantes, estamos en medio del pueblo para servirlo. No hay que convertirse en un grupo cerrado con una vida espiritual muy cálida; hay que salir también al frío de la calle.

“Hay que mirar al mundo con ojos nuevos.
No es fácil, pues hay violencia,
pecado, contradicciones…,
pero también hay muchos signos
de la presencia de Dios”.

P.- ¿Cómo es el estado de salud de la orden? ¿Consiguen las nuevas vocaciones mantener la cifra de miembros?

R.- Nos mantenemos en los mismos números desde hace más de 30 años. Europa sigue siendo la presencia más fuerte, aunque esté envejecida y sin apenas vocaciones. Pese a ello, seguimos ofreciendo mucho en Europa. La presencia va creciendo en otros lugares, como Asia, donde está el futuro próximo de la orden. La provincia más grande es Indonesia. Luego está la India, Vietnam, Timor… No sé si se debe a que el carisma carmelita sintoniza muy bien con el oriental. También crecemos en América Latina y África. En número nos mantenemos alrededor de los 2.000.

P.- ¿Cómo puede cambiar la forma de vivir el carisma con el enraizamiento en Asia?

R.- Es un reto muy grande para el futuro. Existe ya un Carmelo latinoamericano, consolidado. En Norteamérica también. Y lo mismo está ocurriendo en Asia. Hasta ahora, hemos de reconocer que han reproducido un poco el Carmelo europeo. La parte positiva de esto es que hay una fidelidad al carisma, pero insisto mucho en la necesidad de la inculturación. Tienen que ser carmelitas de rostro asiático o africano. Este es un reto grande para el futuro inmediato. En el capítulo, por ejemplo, había ya una representación de 35 países. La inculturación debe ser profética y crítica, porque a veces se ha usado como justificación para todo. Hay que acercarse cordialmente a la cultura, pero con una actitud profética, pues el Evangelio debe poner en cuestión las estructuras.
Fernando Millán, prior general de la Orden de los Carmelitas

Expectación con el Papa

P.- ¿Cómo están viviendo el momento de efervescencia que está suponiendo el inicio del pontificado de Francisco?

R.- Estamos todos expectantes. También hay que vivirlo con serenidad, que es siempre necesaria en la Vida Religiosa, en la Iglesia en general e, incluso, en la información religiosa. Cada papa subraya unas cosas. Francisco está creando un ambiente de entusiasmo, pero debe ser vivido con serenidad, sin asustarnos ni lanzar las campanas al vuelo. También hay que afrontar este momento con sabiduría, siendo conscientes de que la Iglesia va subrayando en cada ocasión aspectos distintos.

P.- ¿Sería posible una unión con los carmelitas descalzos?

R.- Una unión jurídica sería imposible, pues llevamos cuatro siglos como órdenes distintas. Camilo Maccise, que era general de los carmelitas descalzos, solía decir siempre que si era ya muy difícil unir dos provincias dentro de una misma orden, unir dos órdenes resultaría casi imposible. Yo soy muy unionista, aunque los descalzos lo ven con más temor, pues ellos consideran que su identidad puede ponerse en peligro. Lo que sí podemos es hacer muchas cosas juntos. Desde hace 30 años, tenemos dos reuniones anuales los dos consejos. Luego, cada tres años, tenemos un encuentro más largo de una semana en un lugar emblemático del Carmelo. Normalmente suele ser el Monte Carmelo, en Israel. Tenemos muchos proyectos comunes, publicaciones conjuntas… Ahora estamos trabajando en la celebración del V Centenario del nacimiento de santa Teresa, así como en la restauración del primer convento carmelita en El Wadi, hoy muy abandonado. Es algo complicado, pues entra el Ministerio de Turismo de Israel, el Ayuntamiento de Haifa… Se ha creado una comisión internacional para ver cómo resolverlo. Tal vez tengamos que hacer una colecta mundial entre toda la familia carmelita, que es muy amplia. En total somos más de 20.000 religiosos, si sumamos nuestra orden, los descalzos, los de María Inmaculada en la India, nuestras monjas de clausura, las de los descalzos, las congregaciones de vida activa…

En el nº 2.868 de Vida Nueva

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