El mar no es una fosa común

Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger, con miembros de la Delegación de Migraciones

La Delegación de Migraciones de Tánger presta acogida integral a cientos de subsaharianos

Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger, con miembros de la Delegación de Migraciones

El arzobispo Agrelo con miembros de la Delegación

El mar no es una fosa común [extracto]

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA. Fotos: DIÓCESIS DE TÁNGER | El caminar de la Iglesia en Tánger está marcado por el hondo abrazo hacia quienes viven en su seno, pero también hacia los que vienen de paso, pues Marruecos se encuadra en un complejo contexto de frontera. En lo espiritual, el contraste se da entre el norte de África de mayoría islámico y la tradicionalmente católica España, icono de cómo la práctica religiosa decae progresivamente en la sociedad europea. Y, en lo económico, es nexo de unión entre un continente marcado por la pobreza material y otro al que llaman Primer Mundo, pero al que, en la práctica, la crisis ha desnudado en muchas de sus carencias, empezando por las éticas.

Con todos estos componentes, el 12 de junio de 2011, la Diócesis de Tánger constituyó su Delegación de Migraciones. Desde el primer momento, el objetivo fue tratar de aunar todas las acciones eclesiales que ya se venían desarrollando en la región para atender a las muchas personas que, desde todos los rincones del Continente Negro, pasaban por Tánger con el objetivo de cruzar la frontera con Europa y tratar de encauzar allí la oportunidad para una vida mejor.

Y es que, en esta porción de la Iglesia, pastoreada por el español Santiago Agrelo, son conscientes de que urge una solución eficaz para las entre 10.000 y 20.000 personas que, llegadas desde el Subsahara, permanecen atrapadas en Marruecos, sin poder pasar “al otro lado”. Y, encima, en una situación de irregularidad, perseguidas por mafias y acosadas por las fuerzas policiales marroquíes y, ya en Ceuta y Melilla, españolas.

Como explica Inma Gala, religiosa vedruna y responsable de la Delegación, la acogida a los migrantes ha buscado ser integral, apoyando la labor del conjunto de carismas dedicados ya a ello (como Cáritas, congregaciones religiosas o numerosas ONGs de inspiración cristiana) y, a nivel interno, coordinando toda acción diocesana, desde las áreas de Pastoral, Sensibilización y Acción Social.

Desde esta última área, el trabajo se ha concretado en tres principales centros de atención a migrantes: uno en el propio Tánger, ubicado en catedral; otro en la iglesia de Nador, tierra cercana a Melilla, en una zona boscosa donde se asientan quienes buscan cruzar la valla; y, el último, en la región de Benyounes (aunque atendido desde Castillejos), otra zona de bosque vecina a Ceuta y que acaba de abrir sus puertas esta semana.

En todos ellos, la acción es similar: cuentan con espacios para la acogida y la escucha de los migrantes, programas de mediación sanitaria y social, ayudas para emergencias (como ropa, alimentos o pago del alquiler), escolarización de menores o servicios de asesoría jurídica.

inmigrantes beneficiarios del trabajo de la Delegación de Migraciones de Tánger

Uno de los muchos talleres que se ofertan a los migrantes

Formación continua

Solo en 2012, llegaron hasta sus centros 564 migrantes (121 mujeres y 443 hombres), acompañados de 44 niños de hasta cinco años. A todos se les hace un seguimiento individual, tratando de dilucidar la mejor asistencia para cada caso. Igualmente, se les pone en contacto con entidades locales y privadas que también les puedan ayudar, como ACNUR u hospitales de la zona.

Aunque, desde la delegación, también convierten en una de sus señas de identidad la apuesta por la propia formación, tanto para los atendidos como para sus mismos agentes de pastoral (hasta 11 trabajadores y 27 voluntarios dan vida cada día a este proyecto). Una compleja labor para la cual, como recalca Inma, necesitan “una formación continua”.

Así, impulsan “la preparación de todos los miembros de los equipos en temáticas específicas, como la resolución de conflictos, modos de seguimiento de casos o lo relativo a cuestiones de salud”. Para los acogidos, “los talleres van desde clases prácticas para tratar joyas o hacer monederos y ceniceros, hasta charlas, cine-fórums o charlas personales para concienciarles sobre los riesgos de la inmigración clandestina y las dificultades en Europa para legalizar su situación”.

En esta labor de concienciación emplean a fondo los medios de comunicación. Así, han puesto en marcha la gacetilla Al-Hijra, donde se denuncian abusos por parte de las mafias y las autoridades policiales, se recoge información útil para la vida diaria de los migrantes o se ofrecen testimonios de otras personas en su misma situación y que, en la mayoría de los casos, entendieron que lo mejor era volver a sus países de origen y tratar de labrarse una oportunidad desde allí; se ofrece periódicamente en papel y se sube a la web de la delegación.

Otra iniciativa especial ha sido la publicación del disco Gotas en el mar, en el que se aúna el mismo espíritu que en Al-Hijra: denuncia del racismo, reivindicación de la dignidad humana e historias de esperanza. Como muestra orgullosa Inma, “el trabajo es fruto de una donación de canciones de diferentes autores, que han modificado partes de su música y letra para adaptarlas al objetivo de sensibilizar en valores humanos”.

Cuando esto no es suficiente, recurren a la acción directa. Aunque no siempre sea fácil. Así, este 6 de octubre, numerosas asociaciones locales habían organizado la anual caravana a la valla de Ceuta que, con el lema Alto al racismo, buscaba recordar a los 14 inmigrantes que fueron asesinados en 2005 en sus vallas fronterizas y en las de Melilla. Además de con un comunicado –en el que se denuncia, entre cosas, que “la política europea de cierre de fronteras convierte el Mediterráneo en una fosa común”, la delegación había anunciado que se sumaba a la marcha. Sin embargo, el Gobierno marroquí acabó prohibiéndola.

caravana a Ceuta participada por la Iglesia de Tánger en memoria de migrantes fallecidos

La policía marroquí impidió que se celebrara una caravana a Ceuta

Otro aspecto reconocible en esta labor de la Iglesia en Tánger es su vivencia del ecumenismo y el diálogo interreligioso, pues muchos de los atendidos son musulmanes y otros son cristianos de diferentes credos. Aunque Inma aclara que “no contabilizamos la religión de las personas, sino que las atendemos independientemente de su credo, asistimos a muchas celebraciones de la Iglesia evangélica. Y, en alguna ocasión, acompañamos en sus cementerios entierros de musulmanes”. Respecto a los católicos, “se les involucra en las diferentes parroquias a nivel pastoral”.

Pero este proyecto no habría sido posible sin el empeño personal del arzobispo Agrelo. Así, el franciscano gallego no duda a la hora de ofrecer un testimonio profético, preñado de valentía: “En el Estrecho mueren hombres, mujeres y niños sin que nadie lo lamente y sin que a nadie se le exijan responsabilidades. Todos sabemos, sin embargo, que esos hombres, mujeres y niños no han sido víctimas de un virus, ni de un accidente, ni de una fatalidad; lo son de leyes inicuas que someten a los pobres a una violencia tan atroz que los lleva a aceptar la muerte misma como un mal para ellos menor que la pobreza. Los pobres no se suicidan; a los pobres se les lleva a la muerte”.

Una claridad que se resume en el grito que, el pasado 3 de octubre, salió de la boca del papa Francisco tras conocer que cientos de personas habían muerto al naufragar en Lampedusa: “¡Es una vergüenza!”. Lo es. El bucólico Mediterráneo que canta Serrat no puede seguir siendo una fosa común en la que mueren sueños y en la que, simple y llanamente, caen quienes solo buscan una oportunidad.

 

Espejos ante los que mirarse

Una de las claves más esperanzadoras de Al-Hijra, la gacetilla de la Delegación de Migraciones de Tánger, es el apartado dedicado a los testimonios de algunos de los atendidos, siempre con la vista en quienes pueden estar en su misma situación.

Entre las muchas historias, la de este joven es una de ellas: “Soy Gamy, un hombre guineano, viudo y con dos hijos pequeños. Desde que llegué a Tánger, me he encontrado con muchas dificultades. La primera, la muerte de mi mujer y los problemas para mantener a mis hijos sin una madre. He encontrado mucho racismo y mucha dificultad para encontrar una casa y un trabajo. Yo estoy enfermo y lo he pasado muy mal. Pero he encontrado personas y grupos que me han ayudado: ARMID, Cáritas y la Delegación de Migraciones. Me han ayudado con el alquiler, con medicamentos y con la escuela de mis hijos. He visto que en Marruecos tengo muchas dificultades para continuar viviendo aquí. Y he decidido regresar con mis hijos a mi país, Guinea. Doy gracias a Dios por la ayuda que me ha prestado el equipo de la Delegación de Migraciones para conseguirlo”.

En el nº 2.867 de Vida Nueva

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