Olvido o memoria de Dios

Sebastià Taltavull, obispo auxiliar de BarcelonaSEBASTIÀ TALTAVULL ANGLADA | Obispo auxiliar de Barcelona

“La presencia del Evangelio de Jesús se hace notar en el esfuerzo y sacrificio de personas y comunidades enteras que, en su sencillez y austeridad de vida, son ‘memoria’ del Dios…”.

Con frecuencia nos toca oír que vivimos una época en la que Dios no interesa y que lo religioso, incluyendo lo cristiano, ha quedado ya en el olvido. Más aún, hoy a las personas les gusta insistir en la no-necesidad de Dios.

He de confesar sinceramente que no estoy de acuerdo con esta visión negativa y pesimista, ya que mi percepción de la realidad, estando entre la gente y en contacto con ambientes y situaciones muy diversas, es totalmente otra. El olvido, quizá, tenga que ver más con nuestras incoherencias, cuando estas velan más que revelan el auténtico rostro de Dios.

Por otra parte, lo que desde el trabajo pastoral estoy percibiendo en muchos sectores de esta sociedad a la que se la califica de “secularizada” en el sentido peyorativo de la palabra, es mucha sed de Dios manifestada de forma implícita en muchos y explícita en otros a través de sus muchas inquietudes; un esfuerzo de fidelidad con la propia fe vivida en pequeñas comunidades y grupos; un testimonio de coherencia personal y comunitaria que está llevando al compromiso cristiano hacia aquella sólida caridad que es respuesta evangélica a la crisis generalizada que padecemos.

En medio de todo ello, Dios no está en el olvido, y la presencia del Evangelio de Jesús se hace notar en el esfuerzo y sacrificio de personas y comunidades enteras que, en su sencillez y austeridad de vida, son “memoria” del Dios que nos llama a ser su viva presencia misericordiosa.

Como nos ha pedido el papa Francisco a los catequistas, creo que es deber de los cristianos de todas las edades llevar consigo la “memoria” de Dios, dejarse guiar por ella y despertarla en el corazón de los demás. Una “memoria” al servicio del anuncio, no para exhibirse ni hablar de sí mismo, sino para hablar de Dios, de su amor y de su fidelidad.

En el nº 2.866 de Vida Nueva.

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