JESÚS SÁNCHEZ ADALID | Sacerdote y escritor
“El comunicador debe resultar especialmente amable y verdadero, porque las personas estarán examinando la coherencia de sus palabras…”.
A nadie se le oculta que nuestra Iglesia ha tenido y tiene un problema de comunicación; que se traduce en una gran dificultad para hacerse entender. La comunicación es un proceso en el cual se comparten informaciones e ideas, pero también sentimientos.
Por lo tanto, este proceso implica no solo la expresión verbal, sino también lo que se trasmite con símbolos, gestos…, así como el ambiente o cualquier otra cosa que aumente el significado del mensaje. Usamos la comunicación para informar, compartir, persuadir, influir; para hacernos visibles. Algo fundamental en la evangelización. Evangelizar es comunicar la Buena Noticia.
Y el comunicador debe resultar especialmente amable y verdadero, porque las personas estarán examinando la coherencia de sus palabras. Si no es así, la comunicación quedará mermada.
Ahí radica el problema: no en los emisores del mensaje, sino en el canal. Debemos replantearnos a fondo la imagen y la manera de presentarse los comunicados de la Iglesia. No es suficiente el anuncio de televisión para conseguir la X en la campaña de financiación; es algo más profundo.Los portavoces son muy importantes. Su experiencia en este campo es fundamental. Y debe evitarse que el mensaje acabe siendo un obsesivo juicio moral.
Tomemos ejemplo del Papa. Ha dicho muchas cosas últimamente que han calado en el mundo; no tanto por lo que son en sí, sino por la forma en que están dichas: con humildad y con amor.
En el nº 2.866 de Vida Nueva
