El sueño de la paz siempre se levanta en Filipinas

marcha interreligiosa por la paz en Mindanao Filipinas

El misionero Ángel Calvo lamenta los recientes ataques de islamistas radicales en Mindanao

marcha interreligiosa por la paz en Mindanao Filipinas

Cristianos y musulmanes, en una marcha por la paz en Filipinas

El sueño de la paz siempre se levanta en Filipinas [extracto]

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Cuando, hace ahora un año, el Gobierno de Filipinas y el Frente Moro de Liberación Islámica (FMLI) firmaron un histórico acuerdo por el que Mindanao pasaría en 2016 a ser una región autonómica especial dentro del Estado, parecía encarrilarse un conflicto que ya dura cuatro décadas y que ha acabado con la vida de 150.000 personas, un 20% de ellas civiles.

Sin embargo, como ya entonces advirtieron los obispos de la región, este pacto solo debía de ser el primer paso, quedando aún mucho por caminar (y dialogar): “Un acuerdo de paz formal no es el fin de la construcción de la paz, sino el inicio de un trabajo duro para concretar el significado de la sinceridad, la seguridad, la sensibilidad, la solidaridad, la espiritualidad y la sostenibilidad en nuestras diversas comunidades”.

Los pastores se mantenían esperanzados, pero ya advertían del complejo contexto. Y es que, en la católica Filipinas (el 83% de sus 103 millones de habitantes son cristianos fieles a Roma), la región meridional de Mindanao, así como varios archipiélagos del entorno, cuentan con la presencia destacada de más de seis millones de musulmanes, enfrentados entre sí por su diversidad cultural, étnica y lingüística.

Algo que, tras una larga historia de enfrentamientos –cuyo origen está en los tiempos de su colonización por España, que trató uniformemente a los distintos pueblos indígenas–, dio pie al surgimiento de dos grandes grupos rebeldes que, pese a coincidir en la reivindicación de la independencia de su territorio, han rivalizado siempre entre sí: el citado FMLI y el Frente Moro de Liberación Nacional (FMLN).

De hecho, el que el tratado de paz del Gobierno de Benigno Aquino solo se firmara con el FMLI (escisión histórica del otro grupo), ahondó en un sentimiento de resquemor que parecía apagado y cuya chispa estalló hace un mes.

Así, en la primera semana de septiembre, más de 300 miembros del FMLN entraron por la fuerza en Zamboanga, uno de los principales enclaves de Mindanao, y secuestraron a una treintena de civiles, entre los que se encontraba un sacerdote. El reto al Ejército acabó en un durísimo enfrentamiento, que no cesó hasta el día 27.

Ángel Calvo, misionero claretiano español en Filipinas

El claretiano Ángel Calvo

Testimonio directo

Testigo de los hechos ha sido el misionero español Ángel Calvo. Religioso claretiano y contacto de Manos Unidas para diversos programas en la región (atención a familias desplazadas por la guerra, hogares para niños o impulso de la vivienda digna), este vallisoletano lleva en Filipinas 41 años, pasando las últimas dos décadas en Zamboanga.

En su conversación con Vida Nueva, se muestra desgarrado: “Ha sido terrible, un desastre. Aún es pronto para valorarlo, pero las primeras cifras oficiales hablan de 240 muertos, 120.000 desplazados, 10.000 casas destruidas y 40 hectáreas de tierra cultivable destruidas”.

Al buscar una explicación, aunque reconoce que “esto era algo completamente inesperado”, admite que “se podía haber evitado por parte del Gobierno central y el local si hubiesen tenido un sincero espíritu de negociación, en vez de haber reaccionado directamente con la fuerza. Pero se limitaron a tachar a los invasores de terroristas y ni clarificaron lo que estos se proponían”.

Igualmente, cree que tampoco se supieron prevenir los acontecimientos: “El FMLN, que fue el grupo insurgente original, ya firmó en 1996 un acuerdo de paz con el Gobierno. Entonces no devolvieron las armas y han seguido presentes, pero nadie pensaba que tuvieran aún esa fuerza. Ahora se ha visto que sí la tenían y que se han sentido marginados al negociar el Gobierno únicamente con una facción que además es una escisión interna suya”.

Más allá del complejo contexto en el que los propios islamistas radicales están enfrentados entre sí (al que no ayuda la propia geografía nacional, siendo Filipinas un archipiélago conformado por 7.107 islas), Ángel Calvo se muestra decepcionado, también en lo personal: “Llegué aquí en 1972, en un contexto marcado por la violencia y la represión, cuando entró en vigor la ley marcial impuesta por el presidente Ferdinand Marcos [convirtiendo así su Gobierno en una dictadura, frente a la que surgió el FMLN]. Entonces tuve claro que la mía debía de ser una misión de diálogo, acompañando, desde mi carisma claretiano, la realidad del pueblo sufriente”.

Y así ha vivido su vocación todos estos años, como uno de los miembros principales del Movimiento Interreligioso por la Paz y la Solidaridad, en el que están presentes unos 60 agentes sociales y representantes de distintas confesiones. Por ello, “tras innumerables esfuerzos para promover una cultura integral por la paz, ahora frustra y desconcierta ver este desastre. Y mucho más cuando estábamos esperanzados”.

El religioso, promotor también de la asociación Peace Advocate Zamboanga (Promover la Paz en Zamboanga), conocida por sus simbólicas siglas, PAZ, ha buscado siempre insuflar en los cristianos el compromiso por el entendimiento con sus hermanos musulmanes.

enfrentamientos en Mindanao entre el Ejército y los radicales islamistas septiembre 2013

Un hombre intenta apagar el incendio en un barrio residencial en Zamboanga

Un volcarse con la persona, sin importar su etnia, cultura o credo, que, por desgracia, han tenido que derivar en una acción primaria en las tres últimas semanas: “Durante el conflicto, nos hemos centrado en atender como podíamos las necesidades básicas de las comunidades. Nos hemos multiplicado para tratar de conseguir recursos, ayuda internacional o, simplemente, repartir comidas a los miles de evacuados en los campamentos. También hemos mediado ante el Gobierno y los rebeldes, tratando de propiciar un alto el fuego. Pero no ha habido quien parara la guerra…”.

Tiempo de reflexión

“Ahora nos toca reflexionar –reconoce el misionero–, pues ha sido tanta la convulsión que ni siquiera hemos tenido tiempo de pensar en lo que ha pasado. Lo único claro es que se han roto muchas cosas y este ha sido un paso atrás muy grande. Pero nada nos hará retroceder en el esfuerzo por que se consolide la cultura de la paz.

Y, dentro de la desgracia, quiero resaltar algo que me ha impresionado mucho: estas semanas, la mayoría de los que se han movilizado en los campamentos para ayudar a los refugiados, en gran parte indígenas musulmanes, han sido cristianos de parroquias y escuelas locales. Todos se han sentido intergalmente interpelados por lo que ha pasado. Este testimonio, visto desde el Evangelio, nos ha de dar fuerzas para seguir caminando”.

Así, pese a todo, la gran experiencia de Ángel Calvo le hace ser optimista: “En todas estas décadas, desde las instituciones interreligiosas dedicadas a la paz, siempre hemos desarrollado nuestra acción a todos los niveles, incrustados en medio de la sociedad. Eso nos ha hecho gozar de un reconocimiento por todas las partes, lo que nos ha facultado a hablar con unos y otros, tanto con las autoridades como con las distintas facciones rebeldes. Yo los conozco personalmente a todos… No siempre es fácil, pero utilizamos esa posición para ayudar en la difícil misión de tejer la paz”.

Como se ha visto en las últimas y terribles semanas en Mindanao, la paz puede tropezar, pero, quienes la sueñan, siempre se levantan.

En la cuna del extremismo

Tras el buen resultado de la experiencia del Movimiento Interreligioso por la Paz y la Solidaridad en Mindanao, pese a tragedias como la que acaba de acaecer (aunque por motivos políticos y no religiosos), recientemente ha echado a rodar otra iniciativa similar en las islas filipinas de Sulu, sede de la facción islamista radical Avu Sayyaf, autora de acciones terroristas.

Según informa la agencia misionera Fides, el constituido como Consejo Interreligioso de Líderes de las Sulu integra en su seno a destacados representantes locales, tanto cristianos como musulmanes.

Al igual que en Mindanao y en la isla de Basilán, que se sumó posteriormente al proyecto, este organismo tiene como fin “trabajar juntos contra la violencia, la corrupción y la injusticia en nuestra comunidad”, poniendo todo de su parte para ser un foro en el que se ahonde en todo lo relativo “a la paz, el orden, el desarrollo y el medio ambiente”. Un diálogo, como se ve, cuyos frutos integrales buscan una sociedad mejor.

En el nº 2.866 de Vida Nueva.

LEA TAMBIÉN:

Compartir