Histórica entrevista del papa Francisco en ‘La Civiltà Cattolica’

papa Francisco con enfermos en Cagliari 22 septiembre 2013

En 30 páginas de “conversación” con el P. Spadaro, aborda multitud de cuestiones

Imágenes del Papa Francisco con el jesuita Antonio Spadaro, director de La Civiltà Cattolica, durante la audiencia que el pontífice concedió a los miembros de esta publicación de los jesuitas el pasado 14 de junio.

El Papa concede una amplia entrevista a las publicaciones jesuitas [extracto]

ANTONIO PELAYO (ROMA) | Desde que fue elegido papa, Francisco ha dado muchos titulares a los medios de comunicación; su comportamiento fuera de los moldes vaticanos, sus gestos espontáneos y sus palabras han suscitado el interés de los periodistas y, a través de ellos, del gran público. Pero Bergoglio ha sido parco en declaraciones (hasta ahora, una entrevista a Globo News y el encuentro con los periodistas que regresaban de la JMJ de Río en el avión papal).

Por eso resulta excepcional la entrevista que le ha hecho Antonio Spadaro, director de la revista de los jesuitas La Civiltà Cattolica, que se publica desde 1850 bajo la supervisión de la Secretaría de Estado, y cuyo texto han sacado conjuntamente otras 15 publicaciones ignacianas de todo el mundo. “Lo nuestro ha sido más una conversación que una entrevista”, reconoce Spadaro, también colaborador de Vida Nueva, después de haber pasado más de seis horas de tú a tú con el Pontífice.

Fruto de ese encuentro son casi treinta páginas en las que se abordan innumerables temas. Como no podemos ni siquiera intentar reflejarlos todos, hemos preferido privilegiar los pasajes en los que el Papa habla de sí mismo y de cómo piensa llevar a cabo su misión.

A la pregunta “¿quién es Jorge Mario Bergoglio?”, llega la primera contestación significativa: “No sé cuál puede ser la respuesta exacta. Yo soy un pecador. Esta es la respuesta más exacta. Y no se trata de un modo de hablar o un género literario. Soy un pecador… Quizás podría decir que soy listo, que sé moverme, pero que, al mismo tiempo, soy bastante ingenuo. Pero la síntesis mejor, la que me sale más desde dentro, es esta: soy un pecador en quien el Señor ha puesto los ojos. Soy alguien que ha sido mirado por el Señor”.

A otra pregunta sobre lo que le movió a ser jesuita, responde así: “De la Compañía me impresionaron tres cosas: su carácter misionero, la comunidad y la disciplina. Y esto es curioso porque yo soy un indisciplinado nato, nato, nato. Pero su disciplina, su modo de ordenar el tiempo me ha impresionado mucho. Y después hay algo fundamental para mí, la comunidad (…). Yo, la verdad, sin gente no puedo vivir. Necesito vivir mi vida junto a los demás”.

Francisco es el primer hijo de la Compañía que llega a ser papa. Esta entrevista demuestra que es un jesuita de pura cepa (cita a san Ignacio en 18 ocasiones). Elegido sucesor de Pedro, cree que el aspecto de la espiritualidad ignaciana que más le ayudará en su ministerio será el discernimiento: “Es una de las cosas que Ignacio ha elaborado más interiormente. Para él, es un instrumento de lucha para conocer mejor al Señor y seguirlo más de cerca. (…) Un discernimiento de este tipo requiere tiempo. Son muchos los que creen que los cambios y las reformas pueden llegar en un tiempo breve. Yo soy de la opinión de que se necesita tiempo para poner las bases de un cambio verdadero y eficaz. Se trata del tiempo del discernimiento. Y a veces, por el contrario, el discernimiento nos empuja a hacer ya lo que inicialmente pensábamos dejar para más adelante”.La Civiltà Cattolica, revista de los jesuitas italianos

Reflexión y autocrítica

“Yo –asegura un poco más adelante– desconfío de las decisiones tomadas improvisadamente. Desconfío de mi primera decisión, es decir, de lo primero que se me ocurre hacer cuando debo tomar una decisión. Suele ser un error. Hay que esperar, valorar internamente, tomarse el tiempo necesario”.

Es muy insólito que, ya siendo papa, Bergoglio no dude en hacer autocrítica de su manera de ejercer la autoridad cuando estaba al frente de los jesuitas en Argentina: “En mi experiencia de superior de la Compañía, si soy sincero, no siempre me he comportado haciendo las necesarias consultas. Y esto no ha sido bueno. Mi gobierno como jesuita al comienzo adolecía de muchos defectos. Corrían tiempos difíciles para la Compañía: había desaparecido una entera generación de jesuitas. Esto hizo que yo fuera provincial aún muy joven. Tenía 36 años: una locura. Había que afrontar situaciones difíciles y yo tomaba mis decisiones de manera brusca y personalista. Es verdad, pero debo añadir una cosa: cuando confío algo a una persona, me fio totalmente de esa persona. Debe cometer un error muy grande para que yo la reprenda. Pero, a pesar de esto, al final la gente se cansa del autoritarismo. Mi forma autoritaria y rápida de tomar decisiones me ha llevado a tener problemas serios y a ser acusado de ultraconservador. (…) No habré sido ciertamente como la beata Imelda, pero jamás he sido de derechas. Fue mi forma autoritaria de tomar decisiones la que me creó problemas”.

Esta lección, aprendida de su pasado –en parte corregida cuando era ya arzobispo de Buenos Aires–, le sirve hoy, ya en la cátedra de Pedro: “Ahora oigo a algunas personas que me dicen: ‘No consulte demasiado y decida’. Pero yo creo que consultar es muy importante. Los consistorios y los sínodos, por ejemplo, son lugares importantes para lograr que esta consulta llegue a ser verdadera y activa. Lo que hace falta es darles una forma menos rígida. Deseo consultas reales, no formales. La consulta a los ocho cardenales, ese grupo consultivo externo, no es decisión solamente mía, sino que es fruto de la voluntad de los cardenales, tal como se expresó en las congregaciones generales antes del cónclave. Y deseo que sea una consulta real, no formal”.

Con esta experiencia psicológica y espiritual, no es de extrañar que el Papa se haya hecho una propia visión de la esencia y papel de la Iglesia: “Veo con claridad que lo que la Iglesia necesita con mayor urgencia hoy es una capacidad de curar heridas y de dar calor a los corazones de los fieles, cercanía, proximidad. Veo a la Iglesia como un hospital de campaña después de una batalla. ¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene alto el colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas. Ya hablaremos luego del resto. Curar heridas, curas heridas… Y hay que comenzar por lo más elemental”.

Iglesia Madre y Pastora

“La Iglesia –continúa– a veces se ha dejado envolver en pequeñas cosas, en pequeños preceptos. Cuando lo más importante es el anuncio primero: ¡Jesucristo te ha salvado! Y los ministros de la Iglesia deben ser, ante todo, ministros de misericordia. (…) ¿Cómo estamos tratando al pueblo de Dios? Yo sueño con una Iglesia Madre y Pastora. Los ministros de la Iglesia tienen que ser misericordiosos, hacerse cargo de las personas, acompañándolas como el buen samaritano que lava, limpia y consuela al prójimo. Esto es Evangelio puro. Dios es más grande que el pecado. Las reformas organizativas y estructurales son secundarias, es decir, vienen después. La primera reforma debe ser la de las actitudes. (…) El pueblo de Dios necesita pastores y no funcionarios, ‘clérigos de despacho’. Los obispos, especialmente, han de ser hombres capaces de apoyar con paciencia los pasos de Dios en su pueblo, de modo que nadie quede atrás, así como de acompañar el rebaño, con su olfato para encontrar veredas nuevas”.

papa Francisco con enfermos en Cagliari 22 septiembre 2013

El Papa con los enfermos, en su reciente visita a Cagliari

Con estas premisas, se entiende mejor uno de los pasajes de la entrevista que ha acaparado mayormente la atención de la opinión pública. “Durante el vuelo en que regresaba de Río de Janeiro, dije que si una persona homosexual tiene buena voluntad y busca a Dios, yo no soy quién para juzgarla. Al decir esto he dicho lo que dice el Catecismo. La religión tiene derecho a expresar sus propias opiniones al servicio de las personas, pero Dios, en la Creación, nos ha hecho libres: no es posible una injerencia espiritual en la vida personal. Una vez, una persona, para provocarme, me preguntó si yo aprobaba la homosexualidad. Y entonces le respondí con otra pregunta: ‘Dime, Dios, cuando mira a una persona homosexual, ¿aprueba su existencia con afecto o la rechaza y la condena?’. Hay que tener siempre en cuenta a la persona. Y aquí entramos en el misterio del ser humano”.

El Evangelio desde la sencillez

Después de advertir que “el confesionario no es una sala de tortura”, el papa Francisco aclara: “No podemos seguir insistiendo solo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. Es imposible. Yo no he hablado mucho de estas cuestiones y he recibido reproches por ello. Pero, si se habla de estas cosas, hay que hacerlo en un contexto. Por lo demás, ya conocemos la opinión de la Iglesia y yo soy hijo de la Iglesia, pero no es necesario estar hablando de estas cosas sin cesar. (…) Tenemos, por tanto, que encontrar un nuevo equilibrio porque, de otra manera, el edificio moral de la Iglesia corre el peligro de caer como un castillo de naipes, de perder la frescura y el perfume del Evangelio. La propuesta evangélica debe ser más sencilla, más profunda e irradiante. Solo de esta propuesta surgen luego las consecuencias morales”.

Definiendo el eje fundamental de su fe, el pontífice argentino lo describe así: “Tengo una certeza dogmática: Dios está en la vida de cada uno. Y, aun cuando la vida de una persona haya sido un desastre, aunque los vicios, la droga o cualquier otra cosa la tengan destruida, Dios está en su vida. Se puede y se debe buscar a Dios en toda vida humana. (…) Es necesario fiarse de Dios”.

Por otro lado, y con estas reflexiones a la vista, se entienden mejor algunas de las primeras medidas de Bergoglio con las que está modulando la reforma de la Curia romana, que adquirirá un perfil más concreto en la reunión que, del 1 al 3 de octubre, celebrará con el grupo de ocho cardenales por él escogidos para ayudarle en tan ardua tarea.

Cambios en la Curia

Así, el sábado 21, se hizo público el cese del cardenal Mauro Piacenza como prefecto de la Congregación para el Clero, donde le sustituye Beniamino Stella, hasta ahora presidente de la Pontificia Academia Eclesiástica y, precedentemente, nuncio apostólico en Cuba y Colombia.

El cardenal Piacenza, considerado elemento importante del “ala genovesa o bertoniana”, sucede como penitenciario mayor al cardenal Manuel Monteiro de Castro, anterior nuncio en España. A la presidencia de la Pontificia Academia es destinado Giampiero Gloder, que se ocupaba en la Secretaría de Estado de la elaboración de los discursos papales.

De no menor importancia es el cambio en el estratégico puesto de secretario general del Sínodo de los Obispos. Lo desempeñaba desde hace nueve años el croata Nikola Eterovic, y, a partir de ahora, está en manos de Lorenzo Baldisseri, secretario de la Congregación para los Obispos y, por lo tanto, del último Cónclave. Tendrá un papel importante en la renovación de la institución sinodal para revitalizar su función consultiva y, si el Papa lo deseara, deliberativa. Eterovic pasa a la nunciatura en Alemania.

Rumores persistentes ven segura la salida de Dominique Mamberti de la Secretaría de Estado, donde se ocupa, con escasa eficacia y visibilidad, de las Relaciones con los Estados. De orden menor, pero solo en apariencia, es la sustitución de Massimo Boaroto como delegado para la Sección Ordinaria del APSA (Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica), que controla los bienes inmuebles.

Igual suerte correrá su colega de la Sección Extraordinaria, a cuyo cargo están las inversiones financieras. Es Paolo Mennini, hijo de Luigi Mennini, quien fuera colaborador en el IOR del infausto Marcinkus.

  • OPINIÓN: Cerdeña, por Antonio Pelayo

En el nº 2.864 de Vida Nueva.

 

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