La Iglesia ayunó y oró por la paz

“El uso de la violencia nunca trae paz”, expresó Francisco

 

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El empeño y el tesón del papa Francisco por la paz en Siria son absolutos e irreversibles. Hay que retroceder a los tiempos de Juan XXIII y a la crisis de los misiles o a los de Juan Pablo II durante las crueles guerras balcánicas o la ofensiva contra Irak para ver a la Santa Sede tan firmemente comprometida en una causa y tan activa en la esfera internacional.

Desde que, el domingo 1.º de septiembre, el Santo Padre anunciara la celebración el sábado 7 de una jornada de ayuno y de una vigilia de oración por la paz, no ha pasado día sin que las palabras del Papa y la acción de la diplomacia vaticana no hayan recordado al mundo que no puede cruzarse de brazos ante lo que está pasando en Siria y en otras partes del mundo.

“Hago un fuerte llamamiento a la paz –dijo a la hora del Angelus –, un llamamiento que nace de lo más profundo de mí mismo. ¡Cuánto sufrimiento, cuánta destrucción, cuánto dolor ha ocasionado y ocasiona el uso de las armas en ese atormentado país, especialmente entre la población  civil inerme! (…) Condeno con especial firmeza el uso de armas químicas. Les digo que todavía tengo fijas en la mente y en el corazón las terribles imágenes de los días pasados. Hay un juicio de Dios y un juicio de la historia sobre nuestras acciones, del que no se puede escapar. El uso de la violencia nunca trae la paz. ¡La guerra llama a la guerra, la violencia a la violencia!”.

Silueta-papaEl jueves 5 se hizo pública la carta que Francisco dirigió a Vladimir Putin, presidente de la Federación Rusa, con ocasión de la reunión en San Petersburgo del G-20, compuesto por las veinte mayores economías mundiales. El mensaje papal, como subrayaba en su titular L’Osservatore Romano, es animar a los jefes de Estado a que tomen conciencia de que es “vana la pretensión de una solución militar”. “En la vida de los pueblos –escribe el Pontífice a los líderes políticos del mundo–, los conflictos armados constituyen siempre la deliberada negación de toda posible concordia internacional, creando divisiones profundas y heridas lacerantes que requieren muchos años para cicatrizar”. Refiriéndose concretamente a la crisis siria, Bergoglio afirmó que “es doloroso constatar que demasiados intereses de parte han prevalecido desde que comenzó el conflicto, impidiendo una solución que evitara la inútil masacre a la que estamos asistiendo”.

Ese mismo día, Dominique Mamberti, secretario para las Relaciones con los Estados, se reunió con más de setenta embajadores de países acreditados ante la Santa Sede. A ellos y a sus gobiernos les recordó que “es absolutamente prioritario hacer cesar la violencia que continúa sembrando muerte y destrucción y que corre el riesgo de comprometer no solo a otros países de la región, sino de tener consecuencias imprevisibles en varias partes del mundo”.

Todos por la paz

Este contínuo clamor por la paz hizo que la convocatoria en la Plaza de San Pedro, entre las siete de la tarde y las once de la noche del sábado 7, tuviera una repercusión mundial y que más de 100.000 personas quisieran compartir con el Papa unas horas de oración. Como han subrayado fuentes independientes unas de otras, en la plaza se dieron cita católicos, cristianos de otras confesiones, judíos, musulmanes e incluso personas no creyentes o agnósticas; cada uno desde su conciencia personal, se unió a millones de hombres de buena voluntad que no se resignan al silencio de los poderosos y al rumor de las armas.

Parolin-3La homilía o meditación que el Papa leyó en esa ocasión es uno de los más bellos textos salidos de la boca de Francisco. “Ser persona humana –dijo evocando a los hermanos Caín y Abel– significa ser guardianes los unos de los otros. Sin embargo, cuando se pierde la armonía se produce una metamorfosis: el hermano que deberíamos proteger y amar se convierte en el adversario a combatir, a suprimir. ¡Cuánta violencia se genera en esos momentos, cuántos conflictos, cuántas guerras han jalonado nuestra historia!  Basta ver el sufrimiento de tantos hermanos y hermanas. No se trata de algo coyuntural,  sino que es verdad: en cada agresión y en cada guerra hacemos renacer a Caín. ¡Todos nosotros! Y también hoy prolongamos esta historia de enfrentamiento entre hermanos, y también hoy levantamos la mano contra quien es nuestro hermano. También hoy nos dejamos llevar por los ídolos, por el egoísmo, por nuestros intereses; y esta actitud va a más: hemos perfeccionado nuestras armas, nuestra conciencia se ha adormecido, hemos hecho más sutiles nuestras razones para justificarnos. Como si fuera algo normal, seguimos sembrando destrucción, dolor, muerte. La violencia, la guerra traen solo muerte, hablan de muerte. La violencia y la guerra utilizan el lenguaje de la muerte”.

¡Nunca más la guerra!

Como conclusión de sus palabras, tomó las que pronunciara Pablo VI en su histórico discurso del 4 de octubre de 1965 en la ONU: “Nunca más los unos contra los otros; jamás, nunca más… Nunca más la guerra. Nunca más la guerra”. Y, al día siguiente, en el Angelus dominical, Bergoglio denunció con firmeza la proliferación de armas y su comercio ilegal: “Queda siempre la duda: ¿es una guerra para resolver los problemas o una guerra comercial para vender armas en el comercio ilegal? Y hay mucho comercio ilegal”.

En cuanto a la actualidad eclesial, la gran noticia fue el anuncio, el 31 de agosto, del nombramiento como secretario de Estado del arzobispo Pietro Parolin, hasta ahora nuncio apostólico en Caracas y, durante siete años (del 2002 al 2009), vicesecretario para las Relaciones con los Estados, equivalente a viceministro de Asuntos Exteriores. Sustituye al cardenal Tarcisio Bertone, nombrado para desempeñar tan alta función en 2006 por Benedicto XVI, con quien había trabajado antes siete años en la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Alepo-2Bertone cumplirá 79 años el próximo mes de diciembre y, por lo tanto, su sustitución está más que justificada por la ley canónica que obliga a los obispos a presentar la renuncia a sus cargos cuando cumplen 75 años. Pero han sido razones mucho más poderosas las que han llevado al papa Francisco a buscarse un colaborador que responda mejor al nuevo diseño que quiere darle al gobierno de la Iglesia en general y al papel de la Secretaría de Estado en general. El cardenal salesiano ha sido un lastre muy pesado en el pontificado de Joseph Ratzinger y a él, de modo directo o indirecto, se le pueden cargar algunos de los más llamativos errores de esos nueve años. Que no era la persona indicada para esa responsabilidad lo demostró al día siguiente en Siracusa, atribuyendo a una conspiración “de cuervos y víboras” su desgracia y los fallos que se le han atribuido por muy autorizados observadores.

Por el contrario, Parolin, de 58 años, ha sido acogido con comentarios muy favorables. Los merece y lo demostrará muy pronto. Dotado de muchas virtudes  humanas y religiosas, ha demostrado en su ya densa carrera dotes de fino diplomático formado en la escuela de grandes nombres, como Casaraoli, Silvestrini o Tauran. Llevó muy directamente las negociaciones con Vietnam, China e Israel y, durante su estancia en Venezuela, redujo al mínimo posible las tensiones con el presidente Hugo Chávez y con su sucesor Nicolás Maduro.

Antonio Pelayo. Roma

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