Tribuna

Las reformas de la Curia

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grupo de cardenales

ANTONIO PELAYO (ROMA)

Los vaticanistas que estamos esperando –y en cierto modo reclamando– la reforma de la Curia romana porque la estimamos indispensable, haríamos bien, antes de impacientarnos, en leer algunas de las declaraciones que ha hecho el Papa sobre esta cuestión. En la entrevista que concedió en Río de Janiero a Garson Camarotti, de Globo News, abordó el problema e hizo tres afirmaciones importantes:

– “A la Curia romana siempre se la criticó más o menos. Se presta a críticas y como tiene que resolver muchas cosas, algunas cosas gustan y otras no, algunos trámites están bien encauzados, otros están mal enfocados, mal encauzados. Como en toda organización”.

– “En la Curia romana hay muchos santos (…), gente de Dios que ama a la Iglesia. Pero eso no se ve. Hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece. Se oye el ruido de los escándalos”.

– “La reforma de la Curia es una cosa muy seria y veo las propuestas, y son propuestas muy serias que hay que madurar, ¿no? Calculo que vamos a tener que hacer dos o tres reuniones más [del grupo de los ocho cardenales] antes de que se note alguna reforma… Hay cosas que servían para el siglo pasado, hay cosas que servían para otras épocas o para otros puntos de vista y que ahora ya no sirven más y que hay que reacomodarlas”.

Con esta hoja de ruta, pues, no hay que esperar decisiones espectaculares y rápidas en este terreno, pero tampoco se crea nadie que Bergoglio va a meter la reforma de la Curia en el baúl de los recuerdos.

Por otra parte, ya tenemos elementos para saber por dónde van a ir los tiros: reformas en la dinámica de la sinodalidad, que, dicho con otras palabras, significa menos centralismo y más autonomía para los obispos y las conferencias episcopales en todas aquellas materias que no requieran la intervención de Roma.

En consecuencia, la Curia va a sufrir una dieta de adelgazamiento. Más en concreto, la Secretaría de Estado dejaría de ser el organismo de control de la Curia para que cada uno de los organismos que sobrevivan a la reforma de estructuras respondan directamente al Papa y los cardenales prefectos de congregación o presidentes de pontificios consejos tengan acceso libre y más frecuente al Papa sin pasar por el filtro de la Secretaría, que se centraría más en la proyección de la Iglesia en la escena internacional.

Tenemos elementos para saber
por dónde van a ir los tiros:
reformas en la dinámica de la sinodalidad, que,
dicho con otras palabras, significa
menos centralismo y más autonomía para los obispos
y las conferencias episcopales.

Aunque sea de forma sintética (y siempre pidiendo que se lean estas líneas con la salvedad de que hablamos de generalidades y salvando siempre las ejemplares excepciones), creo que el Papa y el moderator curiae, si se acepta esta figura, van a cargarse en primer lugar a los curiales involucrados en cualquier tipo de escándalos, sean estos de índole sexual, de desmesurado interés por el dinero o de gestión irresponsable de los fondos económicos.

En segundo lugar, creo que caerán por su propio peso los carrieristas, los que, más que al servicio de la Iglesia, se dedican a la promoción de la propia persona recurriendo a la adulación de los superiores, a las críticas y calumnias de los considerados antagonistas en la escalada de puestos. Esto también obligará a revisar el sistema de enchufismo, en virtud del cual han entrado en la Curia romana los que han tenido la suerte de contar con un patrón que les ha colado sin tener en cuenta los reales méritos del candidato.

Tampoco auguro gran futuro a los gandules o, si no se les quiere calificar así, a los ineficientes, a los que rinden poco o casi nada en su trabajo. Los que prefieren –siguiendo un consejo secular en la Curia– no hacer nada antes que cometer un error, y son no pocos. En los organismos curiales sobra mucha gente; eso salta a la vista y cualquier auditing lo revelaría sin dificultad. Sucede con frecuencia, sin embargo, que muchos de estos “sobrantes” tienen su protector y resultan inamovibles.

Ya sé que se me va a objetar que no he dicho una palabra sobre la ejemplaridad humana y espiritual de todos los que colaboran con el Papa y le ayudan en su ministerio. Responderé que eso lo doy por supuesto, como se supone el valor a los soldados.

En el nº 2.863 de Vida Nueva.

 

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