Cura Brochero, un beato a la medida de los nuevos tiempos

Cura Brochero, beatificado el 14 de septiembre 2013

El primer sacerdote argentino en llegar a los altares, un “pastor con olor a oveja”

Cura Brochero, beatificado el 14 de septiembre 2013

Cura Brochero, un beato a la medida de los nuevos tiempos [extracto]

MARCELO ANDROETTO (VILLA CURA BROCHERO) | El sábado 14 de septiembre, en una mañana fría pero ardiente en devoción, se hizo oficial lo que los serranos de Córdoba sabían en su corazón desde varias generaciones atrás: José Gabriel del Rosario Brochero fue solemnemente proclamado beato de la Iglesia católica en una multitudinaria celebración, bajo la impronta del papa Francisco.

Unos 150.000 fieles, provenientes tanto de la propia región de Traslasierra como de diócesis tan alejadas como la de Ushuaia –el fin del continente–, honraron con entusiasmo al denominado “cura gaucho”, quien desde mediados del siglo XIX hasta los albores del siglo XX se trasladaba a lomos de una mula para llevar adelante su tarea evangelizadora en medio de una zona inhóspita y postergada.

La misa de beatificación del primer sacerdote argentino en llegar a los altares fue presidida por el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos y representante papal. Pero Francisco estuvo presente también de otras maneras en el cerro del Cristo Blanco, a 700 metros de la plaza principal de Villa Cura Brochero.

Además del decreto que proclamó beato al sacerdote diocesano cordobés, el Papa argentino envió un mensaje personal y fue proyectado en pantalla gigante un vídeo en el que se observa al Santo Padre bendiciendo en Roma una campana dorada de grandes dimensiones con la leyenda Pastor con olor a oveja, su regalo personal a la Diócesis de Cruz del Eje por la beatificación del hijo dilecto de la zona.

“Callejero de la fe”

“Brochero no se quedó en la sacristía a peinar ovejas”, precisó Francisco en el mensaje leído al final de la misa por el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, José María Arancedo. “Es un beato que tiene actualidad. Fue un pionero en salir a las periferias geográficas y existenciales”, describió.

Brochero trazó caminos y levantó escuelas, diques, acueductos, oficinas de correos y vías de ferrocarril, amén de construir una concurrida casa de ejercicios espirituales de San Ignacio en la entonces Villa del Tránsito y, desde 1916 –dos años después de su muerte–, Villa Cura Brochero. “Se desgastó con su mula y acabó enfermo de lepra a fuerza de salir a buscar a la gente. Fue un callejero de la fe”, recordó el Papa.

Los primeros peregrinos llegaron al predio la tarde anterior, sillas y frazadas en mano, y con el consabido equipo de mate, la infusión nacional argentina a la que era muy afecto el “cura gaucho”. Para cuando el cardenal Amato subió al altar, acompañado del arzobispo de Córdoba, Carlos Ñáñez, y del obispo de Cruz del Eje, Santiago Olivera –gran impulsor de la causa de beatificación en los últimos cinco años–, la emoción se hizo patente en el centenar de familiares de Brochero que siguieron la celebración situados en las primeras filas.

El milagro viviente

A unos pocos metros, felices y expectantes, estaban ubicados Nicolás –el chico de 13 años que cuando era bebé se salvó de un grave accidente de tránsito y se recuperó de manera prodigiosa por la intercesión de Brochero– y sus padres, Sandra Violino y Osvaldo Flores. Nico, hoy un niño que lleva una vida casi normal pese a la pérdida del hemisferio izquierdo de su cerebro y la visión en un ojo, fue protagonista del milagro requerido por el Vaticano para la beatificación de quien fuera mencionado por el Papa como el “Santo Cura de Ars argentino”.

Entre los presentes, figuraban también unos 80 obispos y más de un millar de sacerdotes y religiosas, así como numerosas autoridades civiles.

El momento más emotivo de la ceremonia ocurrió exactamente a las 10:27, cuando, tras la lectura del decreto de beatificación por parte de Amato, se descubrió en el escenario una gigantografía de Brochero. La multitud estalló entonces en aplausos y vítores.

Minutos antes, Nico y sus padres fueron en procesión hasta el altar para acercar las reliquias del beato, depositadas dentro de una artesanía en madera de algarrobo que muestra a Brochero montado en su mula Malacara en un paisaje de serranías.

Bien a pedir de boca del “cura gaucho”, la misa culminó con el desfile de un centenar de jinetes de distintas agrupaciones. Por entonces, todavía resonaba en el lugar la última exhortación del Papa: “Que Brochero entre con mula y todo en nuestros corazones”. Callejeros de la fe, se necesitan, Francisco dixit.

En el nº 2.863 de Vida Nueva.

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