La dignidad como premisa para un Chile reconciliado

acto en el 40 aniversario del golpe de Estado de Pinochet en Chile

Los obispos recuerdan el golpe de Estado de hace 40 años con dolor y autocrítica

acto en el 40 aniversario del golpe de Estado de Pinochet en Chile

El presidente Piñera durante el acto que recordó el golpe en La Moneda

J. L. CELADA | Verdad, justicia y reconciliación. Este es el camino propuesto por los obispos chilenos para alcanzar “una vida digna y una convivencia humanizante”, cuando se acaban de cumplir los 40 años del golpe de Estado del general Augusto Pinochet (11 de septiembre de 1973) que acabó con el Gobierno presidido por Salvador Allende, “un momento doloroso de la historia chilena cuyas heridas no han terminado de cicatrizar”.

En un mensaje dado a conocer en vísperas de dicho aniversario, el Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile (CECh) recuerda aquellos trágicos acontecimientos y apunta alguna de las “tareas pendientes” hoy para la nación andina.

Los prelados –con su presidente y arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati, a la cabeza– se suman a los diversos análisis que, durante las últimas semanas, se han venido sucediendo sobre “las causas y las consecuencias de la acción militar de 1973”, aunque lamentan que, en el actual contexto pre-electoral (los comicios presidenciales y parlamentarios están convocados para el 17 de noviembre), “parecieran más fuertes las recriminaciones y acusaciones que la necesaria autocrítica y gestos de encuentro que el país agradece y valora”.

Por eso, más allá de todas esas “legítimas lecturas” de los hechos, los pastores quieren rememorar aquella funesta fecha desde “una mirada a la dignidad de la persona humana”. En este sentido, y a la luz de un “valor fundamental” como ese, la jerarquía admite que tanto la propia Iglesia católica como otras Iglesias cristianas “debieron asumir, en un momento en que se abandonó el diálogo razonable, un rol preponderante en la defensa de los derechos humanos y el amparo a compatriotas perseguidos”.

“Nada justifica los atropellos a la dignidad de las personas cometidos a partir del 11 de septiembre de 1973”, añade el documento episcopal en un examen de conciencia con evidente carga de autocrítica.

Y, como respuesta a aquellos sucesos, los firmantes del texto reiteran su apuesta por la “verdad, justicia y reconciliación”: “Más que nunca, seguimos creyendo en esta vía, a pesar de las dificultades que se le oponen. Es el camino que Jesús ofrece para alcanzar una Patria grande de hermanos y hermanas”. Aunque advierte la CECh que “la reconciliación no se impone por decreto, sino que brota de un corazón misericordioso”. Más aún, cree que los “pequeños gestos personales e institucionales pueden ser vitales para ayudar a sanar heridas y contribuir a una verdadera reconciliación”.

Más adelante, los obispos se duelen por “las lágrimas de todos estos años”, como lo hacían sus hermanos el 13 de septiembre de 1973, apenas 48 horas después del golpe, cuando pedían respeto. “Solo desde el respeto al otro –insisten ahora– podremos construir de un modo fraterno la memoria, para desde ella poder levantar la mirada y trabajar con renovada esperanza por el porvenir de nuestra patria”.

El mensaje concluye haciendo suyo el clamor del papa Francisco durante el Angelus del 1 de septiembre, cuando, tras manifestarse “profundamente herido” por el conflicto de Siria, proclamó: “No es la cultura de la confrontación, la cultura del conflicto, la que construye la convivencia en los pueblos y entre los pueblos, sino la cultura del encuentro, la cultura del diálogo; este es el único camino para la paz”.

Perdón y atención a las víctimas

En rueda de prensa posterior a la presentación del mensaje, el arzobispo Ezzati se refirió al perdón no solo como una cuestión de fe, sino también como “algo muy humano”, y admitió que si la Iglesia tiene que pedir perdón, “se hace y se debe hacer todos los días”.

Respecto a lo ocurrido 40 años atrás, el presidente de la CECh destacó que la Iglesia y los obispos, en especial el cardenal Silva Henríquez, han asumido una “tarea gigantesca” en la reconciliación y en el campo de los derechos humanos. “Siempre la medida que el Evangelio nos propone es una medida grande, propuesta a personas que somos limitadas. Sin duda, se ha hecho mucho. ¿Que se ha podido hacer mucho más? Ciertamente”, reconoció Ezzati, quien recordó el trabajo del Comité Pro Paz y de la Vicaría de la Solidaridad en la atención a las víctimas y la gran cantidad de documentación sobre personas desaparecidas que siempre han puesto a disposición de la Justicia.

En el nº 2.862 de Vida Nueva.

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