Parolin, de Caracas a Roma

Pietro Parolin con Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, junio 2013
Pietro Parolin con Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, junio 2013

Parolin con el presidente Maduro, el pasado mes de junio

BALTAZAR PORRAS CARDOZO, arzobispo de Mérida (Venezuela)

Así como la elección del papa Francisco causó extrañeza y admiración en muchos, la designación de su colaborador más inmediato en la persona del nuncio Pietro Parolin puede generar la misma reacción. Sin embargo, su nombre tiene tiempo rodando entre los vaticanistas, o bien para ocupar alguna de las sedes emblemáticas de Italia, o entre los que aparecían en todas las “quinielas” para regresar a la Curia vaticana, pero “por la puerta grande”.
Su bajo perfil mediático no ha permitido calibrar lo que ha sido su trayectoria al servicio de la Iglesia universal, tanto en la Secretaría de Estado y en las misiones especiales en varios países del Extremo Oriente, como en sus breves pasantías en las nunciaturas de Nigeria y México. Su permanencia más larga fuera del Vaticano han sido los cuatro años que ha estado al frente de la Nunciatura en Venezuela. Es la primera vez, en un siglo de representación pontificia, que su titular es reincorporado de inmediato al Vaticano, y a la máxima responsabilidad de la Curia. Anteriormente estuvieron entre nosotros –y después de ocupar otras responsabilidades llegaron a altos cargos curiales y al cardenalato– Francesco Marchetti Selvaggiani (1918-1920), Fernando Cento (1926-1936), Luigi Dadaglio (1960-1967) y Leonardo Sandri (1997-2000).
Es el tercer secretario de Estado más joven de los dos últimos siglos, después de Rafael Merry del Val (38) y Eugenio Pacelli (54). Monseñor Parolin, con 58 años, llegará a Roma bajo el signo positivo que le ha impreso el papa Francisco al ministerio petrino, y bajo la lupa de quienes han destapado situaciones indeseables que ameritan ser subsanadas. Tamaña responsabilidad para la que el nuevo secretario de Estado ha demostrado que tiene cualidades y talante, humano, diplomático, pero, sobre todo, sacerdotal y eclesial.
Su trayectoria en Venezuela presenta claramente dos caras. Una, el manejo de las relaciones con el Gobierno venezolano, para las que no bastan los conocimientos adquiridos en la Academia, pues este no se caracteriza por actuar con reglas claras, estables, diáfanas y equitativas con los interlocutores. En efecto, todo se mueve, básicamente, al ritmo de los intereses ideológicos y políticos de la “revolución bolivariana”, con las consiguientes dificultades y hasta ausencia notoria de un diálogo fluido y sereno, poniendo a prueba la paciencia, íntima convicción y talante esperanzador en la búsqueda de caminos de entendimiento. En todo momento, el nuncio Pietro Parolin supo evitar enfrentamientos, sin claudicar con respecto a la verdad y la libertad, y sin aceptar las descalificaciones frecuentes a las actuaciones de la jerarquía. Los encuentros, con excepción de los actos oficiales, fueron esporádicos, espasmódicos y de escasos resultados tangibles, si bien con nuevos matices públicos de normalidad en los últimos tiempos.
Cercano y moderado
La otra cara, más risueña y gratificante, fue su actitud sacerdotal de acompañamiento de la vida eclesial de las comunidades del país. Prácticamente recorrió todas las diócesis venezolanas y dejó el buen sabor del “pastor que huele a oveja”, que se compenetra con la gente, que aprende de sus vivencias, llevando el mensaje fresco del Evangelio. Cercano, sencillo, moderado en todo, al tiempo que sagaz observador y lúcido intérprete, compartió con todos los sectores y personas, principalmente con los más pobres.
Sus primeras palabras, después de conocerse su nombramiento como nuevo secretario de Estado, lo pintan tal cual es: “Siento viva la gracia de esta llamada, que, de nuevo, constituye una sorpresa de Dios en mi vida, y siento toda la responsabilidad de esta misión dura y exigente, ante la que mis fuerzas son débiles y pobres mis capacidades, por ello confío en el amor misericordioso del Señor. (…) Mi pensamiento va a todas las personas que han estado de mi parte en mi vida, en las parroquias en las que he nacido y prestado servicio, en la Diócesis de Vicenza, en Roma, y en los países donde he trabajado, Nigeria, México y, el último, Venezuela, que dejo con pesar”.
Se abre una nueva etapa en la vida de Pietro Parolin en yunta y sintonía con los nuevos aires de un pontificado con sabor latinoamericano. Ser normal en un mundo de formalidades, predicar con el ejemplo y de forma trasparente el mensaje de Jesús de Nazaret a tiempo y a destiempo, conjugar la técnica del gobierno y el arte de la diplomacia con el espíritu de servicio, es el reto renovado del nuevo secretario de Estado. Desde Venezuela lo despedimos con cariño, pidiendo que Dios lo bendiga con su luz y su fuerza; y desde el mundo, se abre un compás de esperanza para que los frutos de paz y convivencia de su nuevo ministerio se prodiguen en abundancia.

En el nº 2.861 de Vida Nueva.

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