Cuando los grandes se pelean

Carlos Amigo, cardenal arzobispo emérito de SevillaCARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

“No estaría mal que se revisaran algunos principios fundamentales para la buena gobernanza social, como los de corresponsabilidad y participación”.


Es de suponer que cualquier parecido con la realidad sea pura coincidencia, pero a la vista está, o al menos así lo parece, que lo de la gresca es cosa de nunca acabar. Se echan en cara sus debilidades los sindicatos con las patronales, los partidos políticos entre sí, los empresarios y los trabajadores, los diputados de uno y otro grupo parlamentario, las autonomías pobres y las autonomías privilegiadas, los economistas con el Ibex, la prima de riesgo…

¿Se acuerdan ustedes de aquel famoso refrán africano? Más o menos venía a decir que la pobre e inocente hierba era quien sufría las consecuencias de las peleas entre los elefantes. Ni que decir tiene que a ninguno queremos comparar en lo más mínimo con esos grandes paquidermos. Pero la filosofía del refrán será muy conveniente el tenerla en consideración, no vaya a ser, y ahora es refrán más cercano a nosotros, que de tanto afilar el hacha nos estamos quedando sin leña para cortar.

Se tendría que inventar algún artilugio que, cuando comenzara la trifulca entre unos y otros, automáticamente hiciera girar el rostro de unos y de otros y, sobre todo, el pensamiento, y lo enfocara directamente sobre el pueblo al que hay que servir. Sería como un revulsivo para darse cuenta de lo inútil de cualquier discusión cuando no tiene como objeto el lograr una mayor atención a los problemas y necesidades de las gentes.

Mirarse mucho a sí mismo es vanidad y pedantería. Considerar al que se tiene enfrente nada más que como objeto de denuesto, es perder completamente el horizonte, entretenimiento irresponsable y eternizarse en polémicas inoperantes y sinsentido.

No estaría mal que se revisaran algunos principios fundamentales para la buena gobernanza social, familiar, vecinal…, como son los de la corresponsabilidad, la participación y la subsidiariedad. Seguro que ayudarían a que las grescas se transformaran en foros de diálogo, donde la comunicación y la escucha de quien está al otro lado fueran criterios de los que no se podría hacer dejación alguna.

Como es de comprender, nada de esto quiere decir que se olvide la dialéctica parlamentaria entre el Gobierno y la oposición, la legítima discrepancia, la defensa de los propios derechos, las justas reivindicaciones, el diálogo social… Pero todo ello dentro de unos cauces que demuestren, sin ambigüedad, que aquello que se persigue no es otra cosa que el buscar el bien común, la justicia y el bienestar para todos. Hay que superar la tentación del interés particular y buscar sinceramente el bien común.

En el nº 2.860 de Vida Nueva

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