“Los sordos deben tomar conciencia y demandar a su obispo atención pastoral”

Hermano Juan José Santos

Juan José Santos, monje sordo, fundador de la Comunidad Effetá

Hermano Juan José Santos

VICENTE L. GARCÍA | En el marco del Encuentro Nacional de la Pastoral del Sordo, celebrado en Santander del 19 al 23 de julio, Juan José Santos, monje sordo y fundador de la Comunidad Effetá, atendió a Vida Nueva. Lo hizo con su lenguaje. Bien es cierto que la entrevista podría haberse desarrollado como es habitual, pues el hermano Juanjo lee en los labios y habla correctamente, pero la mediación de Jesús Casanueva, responsable de la Pastoral del Sordo en Santander, hizo que las preguntas llevasen la carga de las palabras y la riqueza de los signos.

PREGUNTA.- ¿Están los sordos integrados en la vida ordinaria de la Iglesia?

RESPUESTA.- Estamos en proceso, al igual que en la labor de integración del sordo en el resto de ámbitos de la sociedad. Si bien es cierto que, por parte de la comunidad sorda, no existe el mismo espíritu reivindicativo para demandar medidas y recursos para la integración en la vida social que para la vida en la Iglesia. La Iglesia tiene esa sensibilidad desde la caridad para con las personas que viven circunstancias particulares, pero en el caso de los sordos hay una falta de conocimiento sobre este mundo que ha provocado una falta de atención y alejamiento de las personas sordas de la comunidad cristiana.

P.- La realidad nos dice que no todas las diócesis de España cuentan con una pastoral del sordo.

R.- Eso es cierto, pero lo que tendríamos que ver es que las diócesis que ya la tienen han de ser un incentivo para las otras y para que sus obispos las implanten. Y, por otro lado, sería importante que los sordos de cada diócesis tomasen conciencia de su identidad cristiana y demandasen a sus obispos esta atención pastoral. La comunidad sorda precisa ser atendida. En este encuentro que hemos enmarcado dentro del Año de la Fe, propuesto por Benedicto XVI y alentado por el papa Francisco, estamos abordando estos temas conscientes de que entre los sordos, y especialmente entre los sordos jóvenes, el tema de la fe está muy en el aire.

P.- Quizá uno de los principales problemas para la puesta en marcha de esa pastoral del sordo sea la falta de personas preparadas en algo tan elemental como el leguaje de signos.

R.- Yo creo que se tienen que dar varios requisitos en esas personas: una búsqueda de Dios, el seguimiento de Cristo y un interés y un amor por el colectivo de las personas sordas. El conocimiento del lenguaje de signos es importante, porque la liturgia y la comunicación se basa en ella, pero es posterior. En esta línea, nuestra comunidad se ofrece para ir a los seminarios a dar a conocer a los seminaristas esta pastoral del sordo.

P.- ¿Cómo se escucha a Dios desde la condición de sordo?

R.- El nivel de la relación de cada persona con Dios es algo muy personal. Lo que sí es claro es que el sordo también necesita relacionarse con Dios, en la oración personal y en la vida de los sacramentos, de la adoración eucarística… A nuestra comunidad vienen a pedirnos charlas relacionadas con las formas de oración, y en el encuentro del pasado mes de julio impartí un retiro sobre esta cuestión para los participantes. Los sordos también tienen hambre de oración. Al fin y al cabo, lo más importante es pasar de la imagen de Dios como concepto a un Dios que se hace presente en tu vida, pero eso vale para todos, para las personas que puede oír y para las que no.

P.- A la hora de rezar, muchas veces se nos invita a hacer silencio. ¿Hablamos del mismo silencio cuando nos referimos a personas sordas?

R.- Siempre se ha llamado al colectivo sordo como el grupo de silencio, pero, en realidad, no somos el grupo de silencio. Somos los más ruidosos, no callamos a nivel interior ni a nivel exterior. Las personas que oyen tampoco saben callarse en el fuero interno, lo mismo les pasa a los sordos. El silencio interior no es fácil ni para oyentes ni para sordos.

Los sordos hoy día tenemos un gran problema de silencio; no sabemos callar, no sabemos escuchar. Lo que en realidad difiere es la modalidad. Es decir, las personas que oyen necesitan silencio de sonidos y las personas sordas necesitan silencio de movimientos. El silencio de los sordos es el silencio de las manos.

En el nº 2.860 de Vida Nueva

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