Memoria y esperanza con la Virgen como testigo

papa Francisco besa una figura de San Francisco en el hospital de drogodependientes de Río

El Papa visita el Santuario de Aparecida el miércoles 23 de julio

papa Francisco visita santuario de Aparecida JMJ Río 2013

FELIPE MONROY, enviado especial a Río de Janeiro | Jorge Mario Bergoglio regresó al Santuario de Nuestra Señora de Aparecida, que vio fortalecer el camino de la Iglesia latinoamericana en su transición hacia las nuevas realidades del hombre contemporáneo. Regresó investido como el 266º pontífice, el primer latinoamericano sucesor de Pedro, cuyo mensaje central está curiosamente en las periferias. Fue un retorno sensible y significativo, como se pudo percibir en la mirada atenta que dirigió el Pontífice a la efigie de la patrona del Brasil.

Antes, más sujeto al rigor del protocolo de seguridad que tenía puesto un ojo en las calles y otro en el clima, la mañana del miércoles 24 de julio el papa Francisco salió puntual de la residencia de Saumaré para emprender los traslados aéreos hacia São Paulo y, de allí, al Santuario de Aparecida, donde una resistente multitud lo esperaba a pesar de las inclemencias del tiempo.

Los peregrinos aguardaron la noche y la madrugada para hacerse un lugar en el interior de la basílica; en largas filas y apostados bajos los muros del santuario, los fieles soportaron una intermitente lluvia y temperaturas por debajo de los cinco grados. Desde los primeros claros del día, comenzaron a ingresar los 3.000 invitados a la ceremonia y unos 12.000 fieles amparados por sus pulseras de acceso.

Antes del acto litúrgico, que cobraba un gran significado para Francisco, una vez que él decidió incluir este momento en su agenda entre los actos de la Jornada Mundial de la Juventud, el Pontífice dedicó una mirada y una plegaria a la Virgen de Aparecida en el Salón de los Doce Apóstoles.

La memoria de Aparecida lució fresca en la homilía de Francisco: “Quisiera ante todo decirles una cosa. En este santuario, donde hace seis años se celebró la V Conferencia General del Episcopado de América Latina y el Caribe, ha ocurrido algo muy hermoso, que he podido constatar personalmente: ver cómo los obispos –que trabajaban sobre el tema del encuentro con Cristo, el discipulado y la misión– se sentían alentados, acompañados y, en cierto sentido, inspirados por los miles de peregrinos que acudían cada día a confiar su vida a la Virgen: aquella Conferencia ha sido un gran momento de Iglesia”.papa Francisco en el Santuario de la Virgen de Aparecida JMJ Río 2013

Breve y sencilla, como habría de ser la tónica de sus mensajes en Brasil, la homilía de Francisco se concentró en la intercesión que pidió a la Virgen para que “nos ayude a todos nosotros, pastores del Pueblo de Dios, padres y educadores, a transmitir a nuestros jóvenes los valores que los hagan artífices de una nación y de un mundo más justo, solidario y fraterno”. No complicó la petición, solo señaló tres actitudes deseables: mantener la esperanza, dejarse sorprender por Dios y vivir con alegría. En la que fuera su primera misa con el pueblo brasileño, Francisco calificó de “ídolos pasajeros” al dinero y al placer.

Cerca de 200.000 personas seguían la celebración y se mantuvieron expectantes ante las palabras que se había previsto que dirigiera al final de la misma. Antes, el cardenal Raymundo Damasceno, arzobispo de Aparecida, pronunció un saludo de bienvenida y agradecimiento, y ofreció los regalos que el pueblo brasileño preparó para la ocasión: un cáliz y una reproducción de la estatuilla de la Virgen morena de Aparecida. Con esta, el Papa bendijo en un par de ocasiones a la multitud allí congregada esa mañana.

Hizo igual, al término de la ceremonia, desde el balcón del santuario. En el saludo a los peregrinos, Francisco se disculpó por no hablar ‘brasileño’, y utilizó su lengua materna, que provocó loas entre los hispanoparlantes.

“Le pido a la Virgen de Aparecida que bendiga a sus familias, a sus hijos, a sus padres, a su patria”. Luego preguntó a los presentes: “¿Una madre olvida a sus hijos?”. La multitud respondió a coro con un “no” prolongado y, sonriendo, el Papa les dijo: “Ella no se olvida de nosotros. Y ahora le vamos a pedir su bendición”. Nuevamente, con la imagen de la Virgen de Aparecida en las manos, el Papa extendió la bendición a los fieles.

Los 200.000 peregrinos que esperaron la visita del Papa en el Santuario de Aparecida fueron testigos de dos sinceras confidencias del Pontífice. La primera: “Yo no hablo brasileño, voy a hablar en español”, dijo antes de iniciar un breve saludo a los presentes. Los de lengua lusitana no conjuraron la frase: “Es un buen gesto al pueblo brasileño”. La segunda fue más parecida a un guiño: “Hasta 2017, que regresaré”.

El desconcierto duró un par de segundos; los brasileños tienen ‘tatuados’ el 2014 (Copa Mundial de Fútbol) y el 2016 (Juegos Olímpicos). Inquietos por lo que habrá de suceder en la fecha prometida por el Pontífice, preguntaban y hacían suposiciones. El año antedicho, el Santuario de Aparecida conmemorará 300 años de la aparición de la estatuilla de la Virgen, y se tiene prevista la bendición de la restauración del interior del templo.

Más tarde, Federico Lombardi, portavoz de la Santa Sede, bromeó sobre el tema, comentando que ya se habla de una “lucha entre santuarios” pues el de Fátima, en Portugal, cumple ese año también el centenario de las apariciones.

Concluida la celebración, Francisco almorzó con religiosos y religiosas del Seminario Bom Jesus. Allí, bendijo la estatua de san Frei Galvão, que le ha parecido una efigie monumental. Aunque se tenía previsto un pequeño descanso para el Pontífice, Bergoglio no tuvo tiempo para ello. Además de los sacerdotes y seminaristas, el Papa saludó a los cocineros, al personal de servicio y a los policías que resguardaron el recinto ante las insistentes peticiones de personalidades brasileñas que deseaban pasar “un segundo a saludar al Papa latinoamericano”. Un grupo de 35 religiosas de clausura que lo esperaron bajo la lluvia para despedirse de él fue el que llamó más la atención: todas lo saludaron y abrazaron, se tomaron fotos con él y le pidieron su autógrafo.

papa Francisco abraza a joven drogodependiente rehabilitado en el hospital Rio Janeiro

Uno de los pacientes drogodependientes del hospital que intervino en el encuentro con el Papa

Hospital San Francisco

A pesar del anunciado cambio de planes para no exponer al Pontífice durante el recorrido que le conduciría hasta el Hospital San Francisco en Tijuca, Río de Janeiro (la decisión fue tomada tras una reunión de los representantes de la Santa Sede con el ministro de Justicia, José Eduardo Cardozo, y el secretario general de la presidencia, Gilberto Carvalho), miles de fieles buscaron lugares en las calles por donde llegó el Pontífice al nosocomio. Al paso de la caravana papal, la gente gritaba: “¡Abre la ventana, ábrela!”, pues querían verlo tan próximo como en su recorrido inicial hacia la Catedral de San Sebastián.

En el centro hospitalario, le esperaba el encuentro con jóvenes adictos y con la congregación y el personal de inspiración franciscana que ofrecen auxilio pastoral y médico a los drogodependientes. En el patio del Hospital San Francisco de Asís de la Providencia, el Pontífice atendió el tema primordial de la drogadicción. Primero arremetió contra los traficantes: “Lo que prevalece con frecuencia en nuestra sociedad es el egoísmo. ¡Cuántos mercaderes de la muerte siguen la lógica del poder y el dinero a toda costa! La plaga del narcotráfico, que favorece la violencia y siembra el dolor y la muerte, requiere un acto de valor de toda la sociedad”.papa Francisco besa una figura de San Francisco en el hospital de drogodependientes de Río

Luego atendió al debate sobre el uso regulado de sustancias: “No es la legalización del consumo de drogas, como se está discutiendo en varias partes de América Latina, lo que podrá reducir la propagación y la influencia de la drogadicción. Es necesario afrontar los problemas que están en la base de su consumo, promoviendo una mayor justicia, educando a los jóvenes en los valores que construyen la vida común, acompañando a los necesitados y dando esperanza en el futuro”.

Esta reflexión provocaría la crítica y el debate en los medios internacionales, pero, para el religioso Francisco Belotti, director del hospital, fueron más conmovedoras las palabras a los adictos: “No se dejen robar la esperanza…, pero también quiero decir: no robemos la esperanza”. “¡Cuántas veces fingimos que no vemos!”, repitió las palabras del Pontífice.

“Aquí tenemos un trabajo de inserción entre personas atípicas; quisiera secundar las palabras del obispo: aquí hay ya un fruto y el trabajo se hace presente en las necesidades. El Papa me ha dicho: ‘Nada de abandonar este trabajo, nada de abandonar este camino comenzado, ¿entendido?’, y este, por supuesto, seguirá siendo mi compromiso personal con él y con ellos”.

Rostros del Señor

Orani João Tempesta, arzobispo de Río, por su parte, deseó que entre los principales frutos de la Jornada Mundial de la Juventud “esté el que cada joven se sienta tocado en el corazón, y que esto le permita relacionarse consigo mismo y con todos los demás. A través de este tipo de iniciativas concretas, es como se construye la organización de la sociedad. Aquí están grupos pastorales que se unieron para trabajar con las personas adictas, contemplando los gozos, contemplando en cada uno los rostros del Señor”.papa Francisco abraza a joven drogodependiente rehabilitado en el hospital Rio Janeiro

Manuel de Oliveira Manangão, vicario para la Caridad Social de Río, mientras tanto, explicó al Pontífice que el reto de las drogas en todas sus modalidades afecta a la juventud en su futuro, y esto lastima profundamente a toda la sociedad. “Al reconocernos como sufrientes de ese flagelo –dijo–, queremos contribuir para que la sociedad redescubra su belleza, para ser imagen y semejanza de la creación”. Y recordó que las autoridades sanitarias de Río de Janeiro promueven un proyecto de desintoxicación y tratamiento médico, pero que la acción de la Iglesia debe contribuir a que los organismos públicos adquieran mayor conciencia en desarrollar un proceso de largo plazo.

Además de los testimonios y agradecimiento de dos adictos, el director del centro expresó su gratitud por la sensibilidad del Pontífice frente a esta condición: “Querido hermano Francisco, quisiera compartirle el tamaño de nuestra alegría de haber sido elegido papa, y aún más cuando ha tomado el nombre de Francisco. Francisco es un proyecto de vida y una actitud: de aquello que se quiere hacer y ser un hombre de pobreza y de paz. Santo Padre, tratamos con ese carisma franciscano, recibiendo a jóvenes con las más dolorosas enfermedades y las más crónicas. La obra lleva 27 años, pero esta casa está por cumplir 400 años al servicio de la vida… Además de abrir las puertas al servicio público de salud, aquí aplicamos el mayor medicamento, llamado amor”.

La vista del corazón

Ricardo Cassiano da Silva Reis, de 32 años, fue el joven en rehabilitación que pudo leer su testimonio al Santo Padre. Además de contar su historia de adicciones y recaídas, agradeció al Papa la cercanía: “Le conté mi historia, la de mi familia desintegrada, la de mi padre alcohólico, la de mi inicio en las drogas con la marihuana y mi salto a la cocaína y el crack. Pero aquí mi vida vuelve a cobrar sentido”. Confesó que lleva un año y tres meses de abstinencia.

Durante el recorrido por el Hospital San Francisco, el papa Francisco impartió la bendición a diez pacientes internados en la unidad. Entre ellos, estaba María Concepción de Souza, de 49 años, quien perdió la vista: “No miré al Papa con los ojos del rostro, sino con los ojos del corazón”.

La joven Natalia Mozi, de 16 años, que padece una afección renal, también recibió un saludo del Papa: “No pude decirle nada, pero rezó por mí y apretó mi mano”. Finalmente, Luciana María Burgos, de 64 años, en nombre de todos los hospitalizados, regaló al Pontífice un crucifijo de marfil.

En el nº 2.859 de Vida Nueva

Número especial JMJ de Vida Nueva

ESPECIAL WEB: JMJ RÍO 2013

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