Llamados a salir al encuentro

Obispos en la misa con el Papa

El Papa preside la misa con los obispos de la JMJ en la Catedral de Río

papa Francisco preside la misa con los obispos de la JMJ Río 2013 Catedral de San Sebastián 27 julio

FELIPE MONROY, enviado especial a Río de Janeiro | Faltaban puertas y ventanas en la Catedral de San Sebastián, sede arzobispal de Río de Janeiro, cuando el papa Francisco pidió al ministerio ordenado presente en la Eucaristía del sábado 27 por la mañana que no solo debía “ir al encuentro de los hermanos y hermanas en las periferias”, sino también que debía “empujar a los jóvenes a salir”.

La encantadoramente anómala y monumental catedral de Río –nacida en las intenciones del arzobispo Hélder Câmara–, con su forma cónica inexpugnable desde el exterior y su interior audazmente concéntrico, recibe las más variadas interpretaciones: hacia afuera, que no hay figura más firme ni resistente; hacia adentro, que los leños de la cruz del cénit se prolongan junto a sus vitrales hasta tocar el suelo. El Dios en la tierra tiene imagen de necesitado, por lo que Francisco ha insistido a los consagrados: “Hemos sido llamados por Dios y llamados para permanecer con Jesús”.

El permanecer, para el Pontífice, no es sinónimo de inmovilidad, sino de coherencia: “No es la creatividad pastoral, no son los encuentros o las planificaciones lo que aseguran los frutos, sino el ser fieles a Jesús… El permanecer en Cristo no es aislarse, sino un permanecer para ir al encuentro de los otros”.

Lo escucharon unos 600 obispos, 8.000 sacerdotes, 9.000 religiosos y 7.000 seminaristas, según desveló el arzobispo de Río, Orani João Tempesta, al iniciar la ceremonia. Muchos de los que participaron en esta celebración en el interior del templo debieron esperar largas horas bajo una nueva lluvia carioca, fenómeno que pareció elegir cada acto pontificio de la JMJ para convertirse en protagonista, poner a prueba la paciencia del peregrino o la templanza de las autoridades y el Comité organizador.

Afuera, como fue la tónica de cada traslado terrestre del Pontífice, la gente esperaba detrás de las vallas para saludarlo, pasarle una carta o arrojarle alguna de las incontables camisetas deportivas obsequiadas al hincha del San Lorenzo de Almagro. Guarecido bajo las capas de lluvia o las socorridas guarda-chuvas que se vendían en todos los rincones de Río, el pueblo brasileño estuvo en las calles porque, de alguna manera, allí siempre ha estado: en el transporte colectivo, en las plazas y playas o en los rincones oscuros de la carencia. La indigencia es una parte invariable de la ciudad, como podría ser en cualquier otra ciudad de América Latina. Por eso, Francisco pidió a los ministros y candidatos al ministerio congregados esa mañana: “No podemos quedarnos enclaustrados en la institución parroquial o institución diocesana, cuando tantas personas están esperando el Evangelio”.

‘Callejeros’ de la fe

Obispos en la misa con el PapaEl ya conocido discurso del Pontífice, de salir al encuentro, salir a las periferias –“pensemos con decisión en la pastoral desde la periferia, comenzando por los que están más alejados–”, encontró una nueva fórmula de impacto: “Eduquémonos a la misión, a salir, a ponerse en marcha, a ser ‘callejeros’ de la fe”. La frase fue celebrada por los presentes; otros asintieron cuando propuso el estilo: “No es un simple abrir la puerta para acoger, sino salir por la puerta para buscar y encontrar; también empujemos a los jóvenes a salir”.

Habló fuerte nuevamente contra la cultura del descarte, donde “no hay lugar para el anciano ni para el hijo no deseado; no hay tiempo para detenerse con aquel pobre en la calle”. Y criticó los ‘dogmas’ modernos de la eficiencia y el pragmatismo.

Fue, sin embargo, la de esta Catedral de San Sebastián, una liturgia contenida entre la solemnidad y el júbilo. La franqueza de Francisco permite la distensión entre el episcopado y ciertas licencias en las actitudes de los sacerdotes. No pocos, animados por lo que han constatado en estos cuatro meses de pontificado, llevaron solideos blancos de regalo para intercambiar con el propio Papa; otros llevaron más camisetas deportivas para obsequiarle; no pocos dejaron una sencilla carta en sus manos… y todos procuraron llevar una cámara digital para guardarse una instantánea de la sonrisa inacabable del Pontífice.

En el nº 2.859 de Vida Nueva

 

Número especial JMJ de Vida Nueva

 

ESPECIAL WEB: JMJ RÍO 2013

Compartir