Editorial

Francisco en la JMJ: la imparable revolución

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papa Francisco visita favela Varginha durante la JMJ Río 2013

Visita a la favela Varginha, con jóvenes y ancianos, los dos “extremos” de la sociedad reivindicados por Francisco durante la JMJ de Río

EDITORIAL VIDA NUEVA | Lo que ha sucedido en Río de Janeiro, Brasil, durante la 28ª Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) simplemente es inabarcable porque, a pesar de haber sellado con una clausura para la memoria –tres millones de participantes en la Misa conclusiva en la playa de Copacabana–, lo acontecido parece que apenas está dando inicio.

Francisco salió al encuentro de los jóvenes católicos para celebrarlos, para festejarlos, pero también para conmocionarlos con la actitud abierta, sin la rigidez que estila el clericalismo y las falsas poses jerárquicas; son jóvenes que han crecido con el catolicismo como tradición y que se han dado cuenta de lo ‘enjaulado’ que se está allí mientras tantas necesidades cuestionan y confrontan.

Los jóvenes han visto que las respuestas del mundo contemporáneo conforman pero no confortan; permiten pero no promueven; solventan pero no acompañan; y Francisco ha reconocido que él no tiene las respuestas a estas cuestiones sino en su personalísima opción cristiana. Una opción que ha sembrado con gestos y actitudes; y que ha reforzado con sencillas palabras.

La juventud fue revindicada por el Pontífice porque no les dijo qué puede ser, sino por lo que ya es hoy; Francisco ha dicho que los jóvenes son el futuro, tanto como los ancianos lo son, pero los convidó a la audacia, a reconocer que si “son la ventana por la que el futuro entra al mundo”, de ellos depende que entre luz y aire fresco a una Iglesia envenenada de vivir encerrada, confinada en un ambiente donde se creía cómoda y segura.

Motivación, propuesta y audacia están
en el honesto propósito de salir a buscar
en lugar de quedarse a esperar;
ha sido un encuentro verdadero, lleno de autenticidad
que movió muchas preconcepciones sobre lo que significa
ser Iglesia llamada a transformar la realidad.

Francisco ha cambiado la ecuación: inexorable, el futuro entra en el mundo. Y ha dicho que los jóvenes son la frontera de ese acontecimiento. De su mirada depende si deciden filtrar la luz a la esperanza o le permiten iluminar su interior ensombrecido. Lo doloroso sería que, siendo vanguardia, los jóvenes se refugiaran tras los frágiles cristales de la comodidad, del temor o la indiferencia: “Prefiero una Iglesia que sale y se accidenta que una Iglesia enferma, encerrada en sí misma”, ha insistido Bergoglio de diversas formas.

El mensaje ha sido captado y, como misioneros de la nueva evangelización, los participantes de la JMJ saldrán a dialogar, a encontrarse con esa otra infinidad de jóvenes que atestiguan vanamente un horizonte incierto o que desestiman un porvenir que aún les parece azar en lontananza. La respuesta ha sido positiva. Si Francisco ha iniciado en medio de dificultades mayúsculas, no hay motivos para no hacerlo en la propia condición.

Motivación, propuesta y audacia están en el honesto propósito de salir a buscar en lugar de quedarse a esperar; ha sido un encuentro verdadero, lleno de autenticidad que provocó, movió muchas preconcepciones sobre lo que significa ser Iglesia llamada a transformar la realidad. El ‘estilo Francisco’ ayudó; no fue a decirles fórmulas: fue a decirles que la primera opción es la del encuentro auténtico, y sus rutas son salir, dialogar, vivir en la extraordinaria alegría de ser normal.

Eu fui abençoado (Yo fui bendecido), decían las playeras que portaban los jóvenes en la Jornada. Los jóvenes ya han dicho presente. Esto quedó demostrado en las millones de almas presentes para la Vigilia y la Misa de clausura de la JMJ.

Está claro que ellos ya han dicho sí a la alegría, al encuentro y a la fraternidad. Han manifestado su interés por ser protagonistas en sus realidades concretas. Francisco, el Papa que ha hecho de la misericordia la primera pastoral, los ha animado a que ese “sí” se prolongue en compromiso en el servicio.

La renovación de la Iglesia está en marcha.
La renovación va porque se está saliendo hacia ella.
En Río de Janeiro Allí está la “revolución de la fe”;
hacia ese horizonte va ese “lío” que Bergoglio ha propuesto.

El llamamiento de Francisco al compromiso intuye fidelidad, pero una fidelidad que se arriesga a ser vulnerada porque traspasa las fronteras conceptuales. No se propone el camino de ser fiel a algo, al qué o al porqué, si de antemano no hay un compromiso con una persona concreta.

Esta ha sido una JMJ que, como las anteriores, queda en la historia por la indómita voluntad de la juventud para vencer las barreras del lenguaje y de la cultura; pero también como parte de la gestación de una ‘generación Francisco’ que prefiere no disfrazar el silencio en sabia prudencia. Al propio Bergoglio no le importaba quedar bien con los millones de jóvenes que colmaban Copacabana, no subestimó su inquietud, sacrificio ni su inteligencia; nada condenó porque “ellos ya saben lo que la Iglesia opina”.

La renovación de la Iglesia está en marcha. Lo que se vivió en Río de Janeiro es una instantánea de un proceso que no depende exclusivamente de una fracción, que solo sucede en el interior del ministerio petrino de Francisco o que únicamente ha sido previsto por círculos teológicos propositivos. La renovación va porque se está saliendo hacia ella. Allí está la “revolución de la fe”; hacia ese horizonte va ese “lío” que Bergoglio ha propuesto.

En el nº 2.859 de Vida Nueva. Agosto de 2013

 

Número especial JMJ de Vida Nueva

 

 

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