Perú y Chile cultivan su identidad común

Salvador Piñeiro, obispo peruano, y Ricardo Ezzati, obispo chileno

Delegaciones de ambos episcopados abordan en un encuentro el papel de la Iglesia en las relaciones bilaterales

Salvador Piñeiro, obispo peruano, y Ricardo Ezzati, obispo chileno

Los obispos Piñeiro (izq.) y Ezzati

JOSÉ LUIS CELADA | Las Iglesias de Perú y Chile quieren “contribuir a profundizar las relaciones” entre sus respectivos pueblos. Y así lo han puesto de manifiesto al término del Encuentro Perú-Chile, celebrado recientemente en las localidades de Tacna (Perú) y Arica (Chile), en el que los presidentes y secretarios de ambos episcopados han abordado El rol de la Iglesia en las relaciones bilaterales.

La reunión –organizada por el Instituto de Estudios Social Cristianos de Perú y la Comisión Nacional de Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal de Chile, con la colaboración de la Fundación Konrad Adenauer– contó también con la presencia de laicos y laicas de los dos países, unidos por “tantos lazos históricos y de fecunda vecindad”.

Interés que no es nuevo

En un documento conjunto dado a conocer por ambas delegaciones a la conclusión de la cita, los participantes subrayan que este interés de la Iglesia por la relación entre sus respectivos países “no es nuevo ni coyuntural”, pues se trata de una institución que siempre “ha estado íntimamente ligada a la vida de nuestros pueblos”. Hasta el punto de que, “junto a la riqueza y diversidad de las culturas originarias, el don de la fe cristiana –recuerdan– es uno de los cimientos de la identidad y unidad de nuestra realidad histórica y cultural”.

Al referirse a la disputa jurídica entre Perú y Chile a propósito del límite marítimo, los autores del texto valoran el compromiso alcanzado por los mandatarios de uno y otro lado de la frontera en su “irrestricto respeto y acatamiento del fallo” de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, aplazado hasta septiembre.

En este sentido, confían esperanzados en que la conclusión del proceso jurídico se convierta en “una gran oportunidad histórica para dar estabilidad y profundizar en nuestras relaciones bilaterales, basadas en la confianza y en la cooperación”.

El mensaje, que lleva por título Al servicio de la unidad y fraternidad de nuestros pueblos, defiende más adelante que Chile y Perú están llamados a hacer frente a los desafíos actuales “con una mirada global y con una acción conjunta” en muchos de los ámbitos que afectan a la vida cotidiana de la gente.

Asimismo, aprecia el papel jugado por los medios de comunicación y su probado “sentido de responsabilidad” al abordar el tema, alentándoles a cultivar “una efectiva preocupación por los temas de integración entre nuestros pueblos en sus diversos ámbitos y manifestaciones”.

Los representantes eclesiales invitan a “reconocer y cultivar los múltiples factores de unidad” existentes entre las dos naciones, y ponen como “ejemplo alentador” las buenas relaciones entre Tacna y Arica y sus Iglesias diocesanas. Por eso, llaman a sus comunidades y a cuantos trabajan por el bien común a “revertir las realidades sociales desgarradoras incapaces de integrar bien nuestras diversidades culturales y de superar la brecha escandalosa de acceso a los legítimos recursos que mantienen a muchos en una marginación social”.

A pesar de que se constatan “grandes avances” en la integración entre Chile y Perú, con una multiplicación de las relaciones comerciales y una visión “cada vez más sólida” del Estado a nivel de relaciones políticas, los firmantes (Ricardo Ezzati e Ignacio Ducasse, como presidente y secretario del Episcopado chileno, respectivamente; y Salvador Piñeiro y Lino Panizza, por parte peruana) quieren llamar la atención sobre “la fragilidad y ambigüedad de relaciones centradas solo en el plano comercial y en las cúpulas políticas”.

“Las relaciones bilaterales –sostienen– se harán más fuertes en la medida que se arraiguen en la vida y en la participación de nuestros pueblos”. En este punto, los prelados fijan su mirada sobre “la creciente realidad de los inmigrantes”, cuya presencia supone un enriquecimiento para la vida social, y se comprometen a “un especial cuidado y atención pastoral y humanitaria” de los mismos. “Ellos –añaden– requieren del respeto y de un trato justo de todos”.

El mensaje final concluye reiterando que la realidad actual se presenta como una gran oportunidad para “fortalecer el dinamismo y la creatividad de la solidaridad y de la amistad”, e insiste en que la ampliación y mejora de relaciones entre Chile y Perú pasa por “la realización de nuestra identidad común”.

Una aspiración a la que, sin duda, ha contribuido el reciente encuentro, promotor de “nuevos espacios de diálogo y de confraternización” que deberían plasmarse en futuras convocatorias.

En el nº 2.858 de Vida Nueva

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