Vifac: gestando esperanzas en un contexto de violencia

Una red mexicana atiende a mujeres embarazadas maltratadas

Vifac red de atención y apoyo integral a embarazadas en México

LOURDES PAZ | “Poco a poco, mi pareja fue manifestando su violencia física y emocional. Todo empezó desde que empezamos a vivir juntos. Un día peleamos muy fuerte y se marchó; días después, me enteré de que estaba embarazada y lo busqué para decírselo, pero me negó su apoyo”. Este es el testimonio de Jazmín, que tiene 17 años y va por su quinto mes de embarazo.

Una situación en la que, como muchas otras mujeres en México, no lo tuvo fácil: “Regresé a casa de mi mamá, ella se enojó muchísimo y decidió que no iba a tener a mi hijo. Mi papá, que vive aparte porque mis padres están separados, y mis hermanos, estuvieron de acuerdo: me dijeron que lo mejor era no tenerlo”.

Sin embargo, pese a todo, ella acabó resistiendo las dificultades y hoy no se arrepiente de nada. Todo lo contrario: “La violencia de mi pareja era frecuente. Cuando yo tenía un mes de embarazo, me golpeó, sin que ninguno de los dos supiera de mi situación. A pesar de eso, y de los remedios que me dio mi madre para que abortara, mi hijo no se quiso ir; tan chiquito y se resistió. Por eso deseo conservarlo, él es mi motor de vida”.

Pero, para que todo eso ocurriera, hubo de llegar a un sitio donde la acogieron y la apoyaron. Fue en una de las casas con las que cuenta la red Vifac (Vida y Familia), una institución que nació en 1985 con el fin de “proteger la vida mediante el apoyo integral a la mujer embarazada”. Casi tres décadas en las que han ido acrecentando su inmensa labor.

Así, en 2012 atendieron, de un modo u otro, a 2.195 mujeres, haciéndolo en sus diferentes residencias y puntos de atención con que cuentan, instalados en hasta 25 estados de todo México. De todas esas acciones, hubo finalmente 1.030 nacimientos, de los cuales, en el 81% de los casos, las madres decidieron quedarse con su hijo, dándose el resto en adopción.

Renovación interior

A la hora de elegir un camino, sea el que sea, es clave permanecer en un ámbito de fraternidad y apoyo. Como lo experimentó Jazmín: “Desde que llegué aquí, he cambiado. Como persona, creo que soy mejor, emocional y espiritualmente. Una psicóloga me apoya para curar las heridas que todavía tengo, porque provengo de una familia muy violenta. Algo que viene desde mis abuelos, mis padres… Mi hermana, que está casada, también sufre violencia. Yo quiero un ¡ya basta!”.

Gestando esperanzas en un contexto de violencia, íntegro solo para suscriptores

En el nº 2.857 de Vida Nueva

Compartir