La callada labor de la Iglesia en México con los desaparecidos

Acompaña a las familias y denuncia una situación calificada de “crisis humanitaria”

México manifestación pública de familiares de desaparecidos

PABLO ROMO CEDANO. MÉXICO DF | En los últimos cuatro años, más de 24.000 personas han desaparecido de manera forzada en México. A sus familias, en muchos casos solo les queda el desconsuelo. De manera callada, la Iglesia se ha implicado en este drama acompañando y asesorando a los familiares, pero también denunciando una situación que, en muchas ocasiones, las autoridades prefieren mantener en un silencio criminal.

El silencio cundió en medio de la sala donde se estaba desarrollando el I Foro Internacional sobre Desaparición Forzada e Involuntaria, que tuvo lugar en México el pasado mes de junio. Las palabras de Roberto Garretón –experto chileno en esta materia– cubrían cada rincón y la atención de las madres de los desaparecidos se agudizó: “Hay que cubrir todos los frentes y hacer los amparos necesarios. El frente jurídico es muy importante y no hay que soslayarlo”.

“Son miles los casos que hemos documentado –dijo, por su parte, Raúl Plasencia, ombudsman [defensor del pueblo] mexicano–. De hecho, tenemos contabilizadas más de 24.000 desapariciones forzadas e involuntarias en el país en los últimos cuatro años. Dentro de ellas hay bien documentados 2.400 casos donde las autoridades han participado de una u otra forma. Tenemos confianza en que pronto se abrirán las condiciones para que estos crímenes de lesa humanidad sean castigados”.

En ese foro se constató que la Iglesia hace una labor silenciosa y eficaz para acompañar a muchas víctimas de esta violencia. Varias religiosas y religiosos estaban participando y acompañaban a familiares de desaparecidos.México manifestación pública de familiares de desaparecidos

La situación de la desaparición forzada e involuntaria en México es catalogada tanto por autoridades nacionales como instancias internacionales como “crisis humanitaria”, y donde cientos de miles de familiares y desaparecidos son víctimas de una situación extrema y poco conocida (re-conocida) en el país.

Los agentes de pastoral que trabajan con migrantes y en la pastoral de derechos humanos conocen bien la situación y su voz se levanta con las familias para que haya búsqueda y justicia.

El papel de los cristianos

Los cristianos han estado muy presentes en los procesos de búsqueda de los desaparecidos en América Latina. Han formado parte de las comisiones de búsqueda, de investigación y de verdad. De hecho, algunas diócesis y arzobispados han generado espacios para acoger a las víctimas y para hacer procesos de investigación.

El caso del Arzobispado de Santiago de Chile, que formó abogados como Roberto Garretón, ahora multipremiado internacionalmente, es un caso ejemplar. Hace pocas semanas, el Gobierno francés lo condecoró con el grado más alto que un extranjero puede obtener de ese país. El Socorro Jurídico de El Salvador, con sede en el Arzobispado de San Salvador, fundado por monseñor Óscar Romero, fue luz para miles de salvadoreños en tiempos de la guerra. La labor de monseñor Juan Gerardi en Guatemala otorgó a los guatemaltecos y al mundo entero los documentos sobre la verdad histórica de los tiempos del general Efraín Ríos Montt y los siguientes dictadores en los documentos de la memoria histórica (REMHI).

Las desapariciones actuales en México tienen nuevos componentes y características con respecto al pasado, pues si bien en muchas ocasiones se cometen con la participación directa, indirecta o con la aquiescencia de las autoridades, en otras es el crimen organizado quien lo hace.

La pastoral con las familias y amigos de los desaparecidos es aún incipiente: ¿cómo acompañar a estas familias en esta espera? ¿Cómo alentar el sentido de la vida a quienes aún aguardan que el hijo o el esposo retorne? ¿Cómo consolar a la madre que espera que su hija pueda escapar de algún antro y sea socorrida para que pueda regresar a casa?

La callada labor de la Iglesia en México con los desaparecidos, íntegro solo para suscriptores

En el nº 2.856 de Vida Nueva.

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