Dagoberto Valdés: “Cuba está en una bisagra política y económica”

Dagoberto Valdés, laico cubano

Director de la revista ‘Convivencia’

Dagoberto Valdés, laico cubano

Entrevista con Dagoberto Valdés [extracto]

Texto y fotos: ARACELI CANTERO GUIBERT | Durante 40 años, Dagoberto Valdés Hernández ha sido un laico comprometido en la Iglesia católica en Cuba. Es ingeniero agrónomo de profesión, padre de tres hijos y educador de vocación. Como intelectual católico, dirigió la revista Vitral de la Diócesis de Pinar del Río y, actualmente, dirige la revista digital Convivencia, aunque ya no desde las estructuras pastorales de la Iglesia. Unido a la revista existe un proyecto de educación cívica y ética que continua la labor realizada entre 1993 y 2007 por el extinto Centro de Formación Cívica y Religiosa de su diócesis que, como aquel, trata de formar al ser humano como persona y como ciudadano libre y responsable sin esperar a los cambios políticos en la Isla.

Entrevistado por Vida Nueva durante su reciente paso por Madrid, el activista independiente habló del presente y del futuro de Cuba, de la disidencia cubana y del papel humanizador que juega la Iglesia católica cubana.

PREGUNTA.- De la revista católica Vitral a la revista Convivencia. ¿Qué ha supuesto este cambio en su vida?

R.- Ha significado una oportunidad y una gracia de Dios. Oportunidad de servir a Cuba y a la Iglesia profundizando en mi vocación de laico cristiano. Ahora debo testimoniar el Evangelio y su buena noticia para la sociedad cubana a la intemperie. Ha sido un proceso de maduración en la fe y en el compromiso apostólico seglar. Esa fidelidad sin paraguas, con una libertad responsable, ha abierto para mí puertas insospechadas para aportar, en medio de un mundo secularizado y plural, las semillas del Reino. Para aplicar en los nuevos areópagos de mi tierra las propuestas del pensamiento de inspiración cristiana.

P.- Además de visitar a la familia, ¿este viaje suyo a Europa, está relacionado con el futuro de Cuba?

R.- Creo que sí. Pienso que toda apertura beneficia a la persona, a su mentalidad, al país y a sus relaciones con el mundo. El viaje ha sido principalmente para participar en un seminario organizado por el Instituto Lech Walesa en Polonia. Con Polonia y con España tenemos, además, la misma cultura occidental, la religión, y ese sentido de universalidad. Mientras más se abra Cuba al mundo, mientras más viajen los cubanos, más se arraigará su identidad, más fructificará nuestra cultura y más aprenderemos a ejercer la soberanía ciudadana, que es la base, el centro y el fin de toda soberanía nacional. Esta apertura ha comenzado a ser experiencia de vida de los cubanos.

“Si disentir es sentir, pensar y actuar
de forma diversa a la establecida
por los poderes de este mundo,
pues sí, lo soy. Pero
no tengo vocación para la política partidista”.

P.- A veces se le identifica como disidente en Cuba. ¿Qué hay de cierto en ello? ¿Tiene alguna aspiración política?

R.- El mundo es plural y diverso, y Cuba también. Si disentir es sentir, pensar y actuar de forma diversa a la establecida por los poderes de este mundo, pues sí, lo soy. Si disidente se entendiera por un opositor político, pues no lo soy. No tengo vocación para la política partidista. Admiro y respeto a mis hermanos cubanos que han tomado este perfil, siempre que sea, como es, de forma pacífica e incluyente. Me considero un activista o animador de la sociedad civil independiente. He dedicado toda mi vida a ello. No le negaría a Cuba y a la Iglesia ningún servicio que ellas consideraran que yo pudiera ofrecerles.Dagoberto Valdés, laico cubano

P.- Desde fuera, no siempre vemos a la disidencia cubana con un frente común. ¿Se está dando algún cambio en esto?

R.- Ahora sí se está dando, con toda claridad y conciencia. No se trata de la unidad en la uniformidad, ni alrededor de un caudillo o de nuevos populismos. Se trata de un paciente tejido de la convivencia en el entramado de la sociedad civil que incluye a los partidos opositores, los líderes históricos, los periodistas independientes, los blogueros, los pensadores y toda la gama de actores sociales. Las palabras clave en Cuba hoy son: inclusión y articulación. Sobre estas dos ruedas avanza la red multicolor y plural de la sociedad civil cubana. Está ocurriendo ya, también como un proceso, y ganando espacio significativo a los caudillismos.

Empoderamiento de la sociedad civil

P.- ¿Cómo describiría el momento actual en el proceso cubano? El presidente Raúl Castro ha limitado a cinco años los cargos en el gobierno. ¿Qué implicaciones tiene esto?

R.- Cuba está, ahora mismo, en una bisagra política y económica. Como los sistemas totalitarios son irreformables en su esencia y estructuras, toda reforma conlleva una pérdida de cuotas de poder para el gobierno y un empoderamiento para el ejercicio de la soberanía de cada ciudadano y para el tejido de la sociedad civil cubana. Ningún sistema de este tipo declara el fin de su proyecto por decreto. Es un proceso gradual, con vericuetos y meandros, nunca lineal, pero imparable cuando ha comenzado. Y, generalmente, el comienzo no viene del gobierno, sino de la presión de la sociedad civil. Esto está ya sucediendo en Cuba de forma creciente y articulada. A esta situación interna se suma la actual crisis de Venezuela y de la correlación de fuerzas entre países democráticos y países con sistemas autoritarios o totalitarios.

P.- Le he oído comentar que la economía cubana no ha mejorado, pero quienes viajan a Cuba comprueban mucho movimiento en la creación de pequeñas empresas…

R.- Una cosa es la macroeconomía y otra la pequeña economía de supervivencia, que es lo que crece en Cuba. La economía cubana, o cambia en su estructura fundamental con el reconocimiento de la propiedad privada y cooperativa para todos; con la libre empresa y el respeto a las leyes del mercado; con la inversión extranjera sin incertidumbres ni ideologizaciones; o no será verdaderamente economía. Quien ha viajado allí –como tú dices– verá muchos chiringuitos o lo que nosotros llamamos “timbiriches”, pero si abre los ojos y la sinceridad de su vista verá un país paralizado en la década de los 60. Viviendo de lo que fue, pero sin abrirse todavía a lo que pudiera ser si libera la creatividad, la iniciativa y el carácter emprendedor de los cubanos y cubanas.

Las palabras clave en Cuba hoy son
inclusión y articulación. Sobre estas
dos ruedas avanza la red multicolor y
plural de la sociedad civil cubana”.

P.- ¿Cuáles son los temas más urgentes en la Cuba de hoy?

R.- Son muchas las urgencias, pero menciono cinco sin un orden de prioridad: el reconocimiento de la sociedad civil creciente por parte del Gobierno cubano y de las demás naciones y bloques regionales; la apertura a un diálogo nacional entre la sociedad civil articulada desde la diversidad y el Gobierno, y la apertura e integración al mundo de hoy; la inclusión en todos los sentidos: político, económico, social, eclesial; una reforma económica estructural, ordenada y con regulación social; y un proceso de verdad, justicia, perdón y reconciliación.

P.- Tiene una larga trayectoria como laico católico, fue miembro del Pontificio Consejo Justicia y Paz… ¿Cómo sigue ahora el proceso de la Iglesia cubana?

R.- Tengo no solo una trayectoria al servicio de diferentes pastorales y organismos eclesiales; la Iglesia católica forma parte inseparable de mi vida, de mi formación, de mi proyección social y de mi vocación al servicio de Cuba. Sin ella no sería el que soy. La Iglesia, Pueblo de Dios que peregrina en Cuba, es y será una comunidad de vida, de libertad y de convivencia fraterna que las ONG, las demás organizaciones civiles o políticas no pueden aportar. Es camino de crecimiento espiritual, de alimento para el alma de la Nación herida, de promoción humana, de fomento de la creatividad, de despertadora y educadora de la conciencia crítica, las propuestas renovadoras y el aliento esperanzador. Ya lo decía el padre Félix Varela: “No hay Patria sin virtud, ni virtud con impiedad” y, en continuidad, decía José Martí: “Un pueblo necesita ser religioso, porque si no nada en él alimenta la virtud”.

En el nº 2.856 de Vida Nueva.

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