Tàpies visto desde el interior

taller del pintor Antoni Tàpies

EL MNAC y la Fundación Tàpies presentan la gran retrospectiva del pintor

Antoni Tàpies, pintor catalán

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | Antoni Tàpies (Barcelona, 1923-2012) reservó para sí mismo –su casa, su taller, su fundación– una parte importante de su obra: la más incómoda, la más radical, la más experimental. Con ella, en gran parte inédita, Vicente Todolí, ex director de la Tate Modern, ha aceptado el reto de exponer una visión de Tàpies desde el interior –de su corazón y de su obra– apenas un año y medio después de su muerte.

Es ciertamente un Tàpies atípico, singular. “Entre las piezas que formaban el paisaje –según Todolí, recordando la primera visita a su casa– había material más que suficiente para trabajar en una nueva visión, por eso acepté”.

Por una parte, las pinturas matéricas o murales, que se muestran mayoritariamente en el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC) y, por el otro, los objetos y materiales pobres en la Fundació Antoni Tàpies. Una exposición con doble sede que permanecerá abierta hasta el 3 de noviembre.

“La exposición no trata de establecer un orden en estos trabajos o de categorizar las obras del taller –afirma el comisario, Vicente Todolí–, sino que procura mantener sus paradojas, sus desechos, sus contradicciones y sorpresas”. Aunque, sobre todo, quiere enfocar a la esencia misma del arte de Tàpies.

Esa voluntad de magnificar materiales que se pudieran considerar pequeños o insignificantes para mostrar que “todo lo que se concibe como marginal puede sugerir ideas esenciales” es el gran mensaje que encierra su obra. “No soy hombre de conocimiento intelectual, ni excesivamente racionalista –confesó el propio artista–. Soy esto que dicen espiritual, pero que se tendría que definir para dejar claro de qué estamos hablando. Para mí es conocer íntimamente nuestra propia naturaleza. Por eso dicen que soy una especie de chamán. Parece que algo tengo de eso, sí”.

Porta Roja, obra de Antoni Tàpies

‘Porta Roja’

Partiendo de sus primeras pinturas realizadas en los años 40, Tàpies emprende paralelamente una búsqueda ética y estética que pasa por la experimentación con materiales y formas que darán lugar, en los años 50, a una expresión propia, las pinturas matéricas, que le harán merecedor del reconocimiento internacional. “A lo largo de la exposición se visualiza la experimentación infatigable del artista –apunta Todolí– y el desarrollo de su iconografía y su vocabulario hecho de signos, materias, colores y objetos cotidianos, así como la concepción de la obra de arte como vehículo de la relación con el misterio, las fuerzas del universo y la naturaleza”.

Así es como Tàpies se ve como un “espiritualista materialista”, que en propia confesión admite: “Busco algo divino, entre comillas, pero lo busco en las cosas materiales o en la vida cotidiana”.

Este es el Tàpies, por tanto, reconocible en el MNAC, pero a la vez sorprendente, en cuanto esa obra, digamos, privada, que Todolí ha reordenado y seleccionado cronológicamente desde la pastosidad y el grosor de la pintura de los primeros años –todas figurativas, como Zoom o Tríptico (1948)– hasta la experimentación con nuevos materiales, como el barniz, el látex y las planchas de metal de las décadas siguientes, que ofrecen la imagen de un Tàpies más extremo, menos complaciente, en el rechazo al lenguaje artístico tradicional.

El significado de muro

Es el Tàpies de los muros, ventanas o puertas. “¡Cuántas sugerencias pueden desprenderse de la imagen del muro y de todas sus posibles derivaciones! –escribió él mismo en La práctica del arte, 1971–. Separación, enclaustramiento, muro de lamentación, de cárcel, testimonio del paso del tiempo; superficies lisas, serenas, blancas; superficies torturadas, viejas, decrépitas; señales de huellas humanas, de objetos, de los elementos naturales; sensación de lucha, de esfuerzo; de destrucción, de cataclismo; o de construcción, de surgimiento, de equilibrio; restos de amor, de dolor, de asco, de desorden; prestigio romántico de las ruinas; aportación de elementos orgánicos, formas sugerentes de ritmos naturales y del movimiento espontáneo de la materia; sentido paisajístico (…)”.

Sedas, obra de Antoni Tàpies

‘Sedas’

El significado del muro, de lo mural como principio y fin, lo extendía Tàpies, según su enumeración, también al “rechazo del mundo, contemplación interior, aniquilación de las pasiones, silencio, muerte; desgarramientos y torturas, cuerpos descuartizados, restos humanos; equivalencias de sonidos, rasguños, raspaduras, explosiones, tiros, golpes, martilleos, gritos, resonancias, ecos en el espacio; meditación de un tema cósmico, reflexión para la contemplación de la tierra, del magma, de la lava, de la ceniza; campo de batalla; jardín; terreno de juego; destino de lo efímero… y tantas y tantas ideas que se me fueron presentando una tras otra como las cerezas que sacamos de una cesta. ¡Y tantas y tantas cosas que parecían emparentarme con orgullo a filosofías y sabidurías, tan apreciadas por mí!”.

En este primer recorrido está muy presente la iconografía de la cruz, que, de hecho, se convirtió en un emblema muy presente en toda su obra, en una especie de lenguaje propio con una doble significación: primero, la de sacralizar; segundo, la de argumentar un acceso al dualismo entre materia y espíritu.

La cruz es, además, un punto de unión entre estas grandes obras matéricas y las de pequeño formato, íntimas, que el visitante encontrará en la Fundación Antoni Tàpies, donde el protagonismo se lo lleva el interés de Tàpies por los materiales pobres y por los objetos insignificantes: desde el uso del cartón, los hilos y los cordones de las obras tempranas hasta el ensamblaje y la incorporación del objeto en la superficie de la tela que se hacen más manifiestos a partir de finales de la década de 1960.

La elección hace evidente la voluntad de Tàpies de magnificar lo que se considera pequeño y accesorio. En esta obra de menor formato está el Tàpies más sorprendente y revolucionario. El del reconocimiento de lo cotidiano, lo pobre y aparentemente sin valor, de raíces dadaístas y surrealistas. “Es una aproximación a Tàpies no sujeta a lo que se sabe, sino a lo que se descubre en el itinerario”, añade Todolí exigiendo al visitante que libere todos sus prejuicios anteriores.

taller del pintor Antoni Tàpies

Taller del pintor

“Como otros artistas –añade–, Tàpies se guardaba obras, e incluso recompró algunas, por lo que mi propuesta partía de una autoimposición: investigar en ese conjunto, ver qué se guarda, diferenciar las obras que realmente seleccionaba de las que quizá quedaron en el estudio, incluso sin terminar. Quería darle vueltas a ese conjunto y comprobar si salía una exposición, y realmente sale una nunca hecha”.

La clave quizá la da el propio Tàpies: “En mis investigaciones había descubierto esta materia, que yo encuentro tan cargada de extrañas sugestiones, como es el cartón –explicó el pintor en Memoria personal, 1977–. Materia gris, anónima, que difícilmente se presta a ser manipulada y, justamente por eso, la más pequeña huella de la mano lo atormenta y lo destroza. Pero el trozo de cartón, la caja, la tapa, la bandeja (…), la ropa sucia (…), mueble viejos, cosas cotidianas… no son usados como una representación o tema del cuadro sino como verdaderos cuerpos, objetos”. Ellos son la esencia de Tàpies.

jcrodriguez@vidanueva.es

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