Editorial

La agenda reformista del Papa sigue en marcha

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papa Francisco pasa con el papamóvil junto a la escultura de San Pedro en la plaza vaticana

EDITORIAL VIDA NUEVA | Los escándalos que sacuden a la Iglesia siguen siendo noticia destacada en los informativos. Pero al escándalo suscitado ya no le sigue el empecinamiento por negar las evidencias. Esta tendencia, que comenzó con Benedicto XVI, que él mismo impulsó, a veces noqueado por el dolor de las evidencias, pero con la determinación de cortarlas de raíz, ha encontrado en Francisco a un ferviente defensor.

Acaba de evidenciarse con las noticias, no por esperadas menos vergonzosas, que salpican al IOR, la institución creada en 1887 por León XIII por razones más beneméritas que las que han salido a la luz en los últimos tiempos.

La reforma del llamado “banco vaticano” ha estado en el punto de mira de Francisco desde los primeros días de su pontificado. Ya en las congregaciones generales previas al cónclave, los purpurados habían mostrado su preocupación por una institución que estaba siendo piedra de escándalo y para la que se pedía que limpiara comportamientos de dudosa legalidad y facilitase su funcionamiento de manera transparente.

Las dimisiones registradas en los últimos días en su seno, junto con la creación de una comisión que vele por armonizar la misión del IOR con la de la Iglesia universal y la de la Santa Sede, hablan a las claras de que la agenda y espíritu reformista de este Papa sigue inalterable. Y la opinión pública parece captar este esfuerzo, pues sigue encandilada con el proceder del Pontífice.

Pero estos días ha habido también otras noticias que apuntan a que ese espíritu con el que se asomó desde el balcón vaticano y se inclinó ante los fieles no fue una mera pose. Le salió del corazón, como también de él salieron las palabras que les dirigió a los nuncios, a quienes recibió el día 21 en audiencia con motivo del Año de la fe.

“Simples pensamientos provenientes del corazón”, les dijo con humildad. Pero sus palabras contenían un programa muy meditado –y rezado– sobre el tipo de obispo que Francisco quiere que pastoree la Iglesia, y que los nuncios, quienes tienen que otear candidatos antes que nadie, han de tener muy en cuenta.

Esto es: que sean pastores más que príncipes; amantes de la pobreza; no ambiciosos ni que busquen el episcopado. “Pero, por encima de todo, que sean capaces de velar el rebaño, de cuidar la esperanza, de que haya sol y luz en los corazones”. [VATICANO: Con Francisco, los “carreristas” no serán obispos]

Palabras sencillas, formulaciones simples
que suponen un cambio copernicano
en mentalidades imperantes. Y,
junto a ello, el sueño de una mayor sinodalidad.

Palabras sencillas, formulaciones simples que suponen, por contra, un cambio copernicano en mentalidades imperantes. Y, junto a ello, el sueño de una mayor sinodalidad, como dijo en la eucaristía de la solemnidad de San Pedro y San Pablo.

“Crecer en armonía con el servicio del primado”, en una Iglesia donde la variedad no es una debilidad, sino una “riqueza” que “se funde siempre en la armonía de la unidad”. De nuevo, una sencilla formulación para una ardua labor.

Pero, junto a la determinación de los cambios, la misericordia al quite, como en la carta que le envió al delegado pontificio para los Legionarios de Cristo. Aquí también, siguiendo a Ratzinger, la determinación de sajar la herida, aunque duela, y “una palabra de aliento” de cara a un futuro purificado, como se recoge en el A Fondo que publicamos sobre el caso de esta atribulada congregación.

En el nº 2.855 de Vida Nueva. Del 6 al 12 julio 2013.

 

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