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Tríptico conciliar


Un libro de Santiago Madrigal, SJ (Sal Terrae, 2012). La recensión es de Juan María Laboa

Tríptico conciliar, libro de Santiago Madrigal, Sal Terrae

Título: Tríptico conciliar. Relato-misterio-espíritu del Vaticano II

Autor: Santiago Madrigal, SJ

Editorial: Sal Terrae, 2012

Ciudad: Santander

Páginas: 248

JUAN MARÍA LABOA | Santiago Madrigal es teólogo y profesor de Eclesiología en Comillas, con importantes escritos sobre la doctrina conciliar. Una de sus aportaciones más interesantes y novedosas consiste en su meticulosa presentación de algunos grandes teólogos y su contribución a la preparación y desarrollo conciliar: Rahner, Congar, De Lubac, Ratzinger y, ahora, O. Semmelroth y E. Schillebeeckx. Los obispos del Concilio, desde el primer momento, consultaron y confrontaron sus intuiciones o convicciones con quienes consideraban preparados y en sintonía con ellos. La mayoría conciliar no fue artificial ni coyuntural, y no fue condicionada por los teólogos, sino aclarada y sistematizada.

Resulta apasionante comprobar las diversas reacciones episcopales ante una teología renovada y más anclada en los Padres. Muchos obispos se aferraron a sus opciones heredadas, sin considerar por un momento cuánto de ellas se debía a consideraciones de escuela o a situaciones coyunturales. Por otra parte, la mayoría conciliar fue descubriendo en el aula conciliar, en las conversaciones con teólogos o en el intercambio con hermanos en el episcopado, que sus pensamientos, experiencias y preocupaciones coincidían con cuanto les presentaban.

En todos los concilios ha sucedido así, de forma que, en estas asambleas, este encuentro de la fe y la formación personal con las diversas explicaciones teológicas constituye un acto personal de gran relevancia y una manifestación de la actuación del Espíritu. En realidad, el Vaticano II fue la puesta en ejercicio de la colegialidad en el gobierno de la Iglesia previa a su formulación teológica. Este estudio muestra sugestivamente cómo tal intercambio entre obispos y teólogos va convirtiéndose en doctrina conciliar.

El libro está concebido a la manera de un tríptico, es decir, subdividido en tres partes engarzadas entre sí por su unidad temática. La primera ofrece un relato teológico de los cuatros períodos conciliares a partir del diario aún inédito del jesuita Semmelroth. En la segunda, nos presenta la reflexión de Juan Pablo II, que fue padre conciliar, quien tras su elección al pontificado redactó un comentario con el fin de ofrecer una iniciación al misterio del Vaticano II. La parte final expone la visión del dominico Schillebeeckx, visión que prima el espíritu del acontecimiento sobre la doctrina de los documentos.

Semmelroth afirma en su importante diario sobre el Concilio que ha querido “demostrar cómo y por qué el esquema es insuficiente en su estructura y en sus capítulos particulares”. Se trataba del primitivo esquema sobre la Iglesia, condicionado por el Vaticano I en temas no tratados suficientemente por la Mystici corporis. Fue durante su elaboración cuando se produjo la sorda pugna de una resistencia organizada y militante que obstaculizó en numerosas ocasiones el avance conciliar en sus líneas más innovadoras: colegialidad, libertad religiosa, ecumenismo, esquema XIII.

El teólogo dominico belga fue, sin duda, una figura controvertida, pero, también, uno de los teólogos más influyentes del siglo XX. En su espléndido retrato, Madrigal demuestra su finura de análisis y su capacidad de señalar con trazos nítidos las ideas brillantes junto a las expresiones y opciones discutibles del teólogo. Para Schillebeeckx, “el dinamismo del Concilio, el espíritu que se ha despertado en el episcopado mundial, sobrepasa claramente el resultado que se contiene en los documentos y nos garantiza que el período posconciliar no se va a estancar en la ‘letra’ de los documentos del Concilio”. Este convencimiento, compartido por no pocos, puede traducirse de diversas maneras no siempre compatibles: la búsqueda de un Vaticano III, la devaluación del Vaticano II o la puesta en práctica del Concilio según el espíritu y la mentalidad de la mayoría que lo aprobó en todo momento.

El fraile dominico, al preguntarse por el tema fundamental del Vaticano II, se respondió: “El problema de la existencia religiosa en un mundo que está cambiando, y principalmente en un mundo desacralizado y que se está deshumanizando”.

Para responder a este problema, afirmó que la Iglesia se ha abierto hacia las religiones del mundo, abandonando su pretensión de poseer el monopolio de lo religioso; se abre hacia dentro, abandonando el punto de vista jerárquico, para pensar primero en el Pueblo de Dios; es decir, abandona el monopolio de la eclesialidad. Abriéndose a la humanidad, adopta un nuevo espíritu de inserción en el mundo.

Una parte importante del libro está dedicada a Karol Wojtyla como padre conciliar y como pontífice. Se trata de una parte muy elaborada, basada en algunos escritos tanto de sus años episcopales como de los que ejerció su pastoreo universal. “Tengo que confesarle, dijo a Frossard, que el Concilio Vaticano II me ayudó a encontrar la síntesis de mi fe personal, en primer lugar el capítulo VII de la constitución Lumen Gentium, titulado ‘Carácter escatológico de la Iglesia peregrinante y su relación con la Iglesia del cielo’”.

El cruce de algunas de sus encíclicas con los documentos conciliares y su convocatoria y participación en el Sínodo conmemorativo de los 20 años del Concilio representa, según el autor, que Juan Pablo II aceptó, apreció y utilizó el Concilio de manera positiva, de forma que resalta “el binomio de hombre del Concilio y papa de la tradición, que valora altamente la colegialidad y ejerce su primado sin ningún tipo de complejo”.

Es verdad que muchos se preguntan si esa falta de complejos no es a costa de la colegialidad, pero, en cualquier caso, en este estudio queda bien probada la aceptación incondicionada del significado y de los documentos conciliares por parte del Pontífice.

En el nº 2.853 de Vida Nueva.

Actualizado
20/06/2013 | 17:32
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