Traducir la Biblia para América

Mario De Gasperín Gasperín. Obispo Emérito de Querétaro

El Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), se ha echado a cuestas una tarea singular: La traducción de la Sagrada Escritura para el continente americano y que se llamará Biblia de la Iglesia en América (BIA). Ya existen varias traducciones hechas por biblistas de este continente; baste recordar la popular Biblia Latinoamericana y la Biblia de América, en la que colaboraron peritos de varios países. No hemos estado desprovistos de instrumentos válidos para la evangelización.

Ahora un grupo de exegetas católicos emprende la tarea de traducir la Escritura Santa contando con un proyecto, largo tiempo acariciado y ahora ya maduro, de tener una traducción más representativa y avalada por una institución de prestigio como  es el CELAM. El obispo auxiliar de Valparaíso, Chile, Mons. Santiago Silva Retamales, encabeza el proyecto y ha expresado por escrito los criterios que  utilizarán para la traducción (Veritas, No. 27). Es un escrito técnico, que asume los avances de la lingüística y hermenéutica modernas, del cual solamente desprendo algunas consideraciones.

La Biblia es, en primer lugar, literatura. Es palabra de Dios escrita. Es la expresión literaria de la fe de un pueblo y, por tanto, literatura religiosa. Con esto, ya dijimos mucho. Un traductor, por tanto, debe respetar tanto la índole literaria: idioma, estilo, género literario, como la fe religiosa del pueblo donde se originó la obra. No basta, por tanto, conocer las reglas de la traducción de idiomas, porque la fe potencia y trasciende las palabras, que crecen con el lector. Siempre dicen más, pues es palabra “viva y eficaz”, actual y poderosa. La regla es sintonizar con el Espíritu que las inspiró y hablar al hombre de hoy.

Como toda traducción de una obra literaria, y en el caso de la Biblia se trata de una obra antigua, múltiple y diversa  -“toda una biblioteca”, decía Pablo VI– , se requiere no sólo la ciencia exegética sino poseer el “arte” del traductor. Porque traducir es arte también. Difícilmente será fiel a Job, al Cantar o al Salterio quien conozca las reglas de la poética hebrea pero carezca de sensibilidad artística. Sólo un poeta puede traducir a un poeta, como solo un creyente podrá internarse en el corazón de una obra religiosa.

El coordinador, en su escrito, promete no la mejor traducción, pero si una “buena traducción”. Se ve que conoce el terreno que pisa y la aventura que inicia. Felicitamos su sinceridad y su audacia. Le deseamos éxito en la triple fidelidad que promete: Primero, a los autores bíblicos y a lo que ellos quisieron expresar con sus palabras. Es el sentido llamado “literal”. Segundo, a  Dios, a lo que Él ha querido revelarnos por medio de los autores inspirados. Es el llamado sentido “espiritual”, porque proviene del Espíritu santo. Y, finalmente, la fidelidad a la Iglesia y a su misión evangelizadora. A ella Dios le confió esta palabra salvadora para que la acerque a los demás. Podemos llamarla también fidelidad al lector, porque éste debe entender y comprender lo que lee para comunicarlo a sus hermanos. Una buena traducción de la Biblia ayuda al lector a ser un buen receptor para convertirlo en un magnífico comunicador, es decir, en un discípulo misionero de Jesucristo.

Compartir