“Cristo Crucificado no olvida a tantos hermanos y hermanas presas de la violencia”

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El 2 de junio de este año pasará a la historia como el que podríamos llamar “día de la adoración eucarística global”: durante una hora –entre las cinco y las seis de la tarde hora romana–, el papa Francisco presidió en la Basílica de San Pedro la adoración del Santísimo Sacramento con motivo del Corpus Domini. Simultáneamente en todo el mundo, en las catedrales, basílicas, iglesias, capillas, ermitas y otros lugares de culto, millones de fieles (número exacto imposible de calcular) se unían al Obispo de Roma y a sus intenciones.

Estas eran, fundamentalmente, dos, como nos informó monseñor Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, al presentarnos a los periodistas esta excepcional jornada de oración: “Por la Iglesia presente en todo el mundo –dice la primera– y hoy como signo de unidad recogida en la Adoración de la Santísima Eucaristía. Que el Señor la haga siempre más obediente a la escucha de su Palabra, para presentarse ante el mundo siempre ‘más bella, sin mancha ni arruga, sino santa e inmaculada’. A través de su anuncio fiel, pueda la Palabra que salva resonar todavía como portadora de misericordia y provocar un renovado compromiso en el amor para ofrecer pleno sentido al dolor, al sufrimiento y restituir alegría y serenidad”.

“Por todos aquellos –rezaba la segunda– que en diversas partes del mundo viven el sufrimiento de nuevas esclavitudes y son víctimas de las guerras, de la trata de personas, del narcotráfico y del trabajo ‘esclavo’, por los niños y mujeres que sufren todo tipo de violencia. Que su silencioso grito de ayuda pueda encontrar a la Iglesia vigilante para que, teniendo fija su mirada en Cristo Crucificado, no olvide a tantos hermanos y hermanas dejados como presas de la violencia. Por todos los que, además, se encuentran en la precariedad económica, sobre todo los parados, los ancianos, los emigrantes, los que no tienen casas, los presos y cuantos experimentan la marginación. La oración de la Iglesia y su activo trabajo de cercanía les sirva de ayuda y de sostén en la esperanza, de fuerza en la defensa de la dignidad de la persona”.

La celebración alternaba lecturas del capítulo VI del Evangelio de san Juan con oraciones compuestas por algunos de los anteriores pontífices romanos y naturalmente cantos eucarísticos como el Adoro Te devote o el Tantum ergo sacramentum, antes de bendecir a la multitud con la custodia.

adoracion-horizontalA esa misma hora en los más variados rincones de los cinco continentes, millones de fieles con sus cardenales, obispos y sacerdotes se unían al Santo Padre. Desde las Islas Samoa a Sierra Leona, de Honduras, Guatemala, Colombia y México a Brasil, Argentina y Chile, desde la India y Singapur a Israel y el Líbano, pasando, naturalmente, por todos los países europeos y las mayores naciones de Áfricam como Nigeria o Zimbabwe; los últimos en incorporarse fueron Papúa-Nueva Guinea, Nueva Zelanda y Australia, que hicieron su “hora santa” ya el 3 de junio. “Hemos tenido –pudo decir monseñor Fisichella– una adhesión masiva, y esta iniciativa ha contado con la colaboración de todas las conferencias episcopales, de la casi totalidad de las órdenes religiosas (especialmente los monasterios de clausura) y las asociaciones apostólicas.

En algunos casos, la movilización de los fieles ha revestido casi caracteres heroicos. “Nuestras gentes en los poblados –escribía un obispo– no tienen electricidad, y en algunas parroquias es peligroso caminar en la oscuridad (…) Esta es además la estación de las lluvias y por si fuera poco, algunas de nuestras parroquias y aldeas han sido invadidas por las aguas de los ríos que se han desbordado”.

Solidaridad y paz

Bergoglio, por su parte, ya había celebrado el Corpus Domini el jueves 30, presidiendo en San Juan de Letrán e, inmediatamente después, la procesión con el Santísimo hasta Santa María la Mayor, donde bendijo a la numerosa multitud de romanos y de peregrinos que habían abarrotado la vía Merulana, que une ambas basílicas. En su homilía y refiriéndose a la multiplicación de los panes y los peces, el Papa afirmó: “En la Iglesia y también en la sociedad, una palabra clave de la que no nos debemos olvidar ni tener miedo es la palabra ‘solidaridad’, es decir, saber poner a disposición de Dios lo que tenemos, nuestras humildes capacidades, porque solo cuando compartimos los dones, nuestra vida será fecunda, producirá frutos. ¡Solidaridad! una palabra mal vista por lo espíritu mundano.

El domingo 2, la palabra dominante fue “paz”; la repitió el Pontífice varias veces desde primeras horas de la mañana. En la capilla de Santa Marta, acudieron a la Eucaristía del Santo Padre un grupo de militares heridos en acciones de guerra y familiares de algunos de los muertos en el campo de batalla: viudas, padres, hermanos e hijos a veces muy pequeños de los “caídos”.

“Hoy hemos venido a rezar –dijo a los presentes– por nuestros muertos, por nuestros heridos, por las víctimas de esa locura que es la guerra: es el suicidio de la humanidad porque mata el corazón, mata a aquellos donde está el mensaje del Señor, mata el amor. Porque la guerra viene del odio, de la envidia, del ansia de poder y, como hemos visto tantas veces, del afán por obtener más poder. En la historia, tantas veces hemos visto que problemas locales, problemas económicos, crisis económica en todo el mundo, los grandes de la tierra quieren resolverlos con una guerra. ¿Por qué motivo? Porque para ellos el dinero es más importante que las personas, y la guerra es eso: es un acto de fe en el dinero, en los ídolos, en los ídolos del odio, en el ídolo que te lleva a matar a tu hermano; te lleva a matar el amor”.

A la hora del Ángelus, ante la compacta muchedumbre que colmaba la Plaza de San Pedro, el Papa hizo un nuevo llamamiento a la paz en Siria. “El conflicto –dijo– golpea especialmente a la población inerme que aspira a una paz en la justicia y en la comprensión”. Francisco recordó la frase de sus antecesores: “Todo se pierde con la guerra, todo se gana con la paz “.

Para que no dominara solo el sombrío panorama, añadió: “En el mundo hay muchas situaciones de conflicto, pero también tantos signos de esperanza. Quisiera estimular los recientes pasos dados en varios países de América Latina hacia la reconciliación y la paz”.

Juan XXIII por Antonio Pelayo

Francisco-y-Juan-XXIIISe cumplen cincuenta años de la muerte de Angelo Giuseppe Roncalli, el beato Juan XXIII, un pontífice que marcó la vida de la Iglesia con su profética intuición de convocar el Concilio Vaticano II. Cuando su sucesor ha querido dar la clave del “secreto” roncalliano, lo ha encontrado en la fórmula “pastor porque padre, un Papa bueno pero también un hombre de gobierno. Un guía capaz de guiar porque se dejaba guiar por el Espíritu”. Palabras que –así lo creo– pueden aplicarse sin retoques a Jorge Mario Bergoglio.

 

Un amigo del barrio

Papa-y-Mujica-1De los progresos de la paz en el continente latinoamericano hablaron, sin duda, el Papa y el presidente de Uruguay, José Mujica, que fue recibido en audiencia privada el sábado 1.o de junio. Una audiencia que duró tres cuartos de hora y en el curso de la cual ambos interlocutores manifestaron el placer de estar juntos y de ver que muchos de sus puntos de vista convergen. “Estoy muy contento de haberme reunido con un hombre sabio”, dijo el Pontífice. “Francisco –comentó por su parte el presidente uruguayo– es un Papa singular para los que somos del Río de la Plata. Es como hablar con un amigo del barrio. Es un Papa que yo creo que, si lo dejan, se va a poner a hacer una revolución en el seno de la Iglesia, hacia la sencillez”.

El habitual comunicado vaticano, subrayaba que habían sido tratados “temas de común interés, como el desarrollo integral de la persona, el respeto de los derechos humanos, la justicia y la paz social”. Mujica, en un encuentro con los periodistas, dijo, refiriéndose a las negociaciones en Colombia para llegar a la paz: “Teniendo en cuenta que el Caribe y Colombia son enormemente católicos, tengo que reconocer que, entre las cosas que le pedí al Papa, no en términos de rogativa, sino en términos de humanidad, es que, teniendo en cuenta el peso social de la Iglesia católica, hagan todo lo que puedan para que el procesos continúe y llegue a buen puerto por lo que significa para Colombia y para toda América”.

ANTONIO PELAYO. ROMA

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