“Quien desea ser papa no se quiere bien a sí mismo”

alumnos de colegios jesuitas en audiencia con el papa Francisco junio 2013

Francisco carga contra el carrerismo en el seno de la Iglesia y lo tacha de “lepra”

encuentro del papa Francisco con alumnos de colegios jesuitas junio 2013

Con los alumnos de colegios jesuitas de Italia y Albania

ANTONIO PELAYO. ROMA | Jorge Mario Bergoglio ha aprendido con rapidez a desempeñar las diversas facetas de su ministerio como sucesor del apóstol Pedro: obispo de Roma, pastor de la Iglesia universal, soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano y uno de los líderes religiosos de la humanidad. Las ejerce sometiéndose a una tradición secular, pero dejándose un margen de libertad, sin renunciar a su particular modo de ser: sencillez, sobriedad, cercanía a las personas, sean las que sean.

El sábado 8 de junio recibió la primera visita de estado de su mandato papal: se trataba del presidente de la República Italiana, Giorgio Napolitano, y se desarrolló de acuerdo con el estricto protocolo vaticano en estos casos, pero con una salvedad: los protagonistas renunciaron a sus atavíos de gran gala. Francisco recibió a sus huéspedes sin la muceta orlada de armiño y sin la estola usada por sus predecesores; el presidente, por su parte, así como sus acompañantes, no vestían el frac con condecoraciones reservado para estas solemnes ocasiones.

Bergoglio y Napolitano se saludaron con afecto y naturalidad y mantuvieron un coloquio a solas de media hora, al final del cual fue introducido en la biblioteca privada de Su Santidad el séquito presidencial. Lo encabezaba la ministra de Asuntos Exteriores, Emma Bonino, miembro del Partido Radical de Marco Panella, conocido por su anticlericalismo (No taliban, no Vatican es uno de sus eslóganes preferidos). El Pontífice la saludó dirigiéndose a ella con la expresión “Cerea”, que en el dialecto piamontés (región de donde proceden Bonino y los antepasados de Bergoglio) equivale a “Vuestra Señoría”, detalle que la ministra apreció mucho.

Del intercambio de discursos cabe resaltar lo siguiente del pronunciado por el Santo Padre: “En un momento de crisis como la actual es urgente que pueda crecer, sobre todo entre los jóvenes, una consideración del compromiso político y que creyentes y no creyentes colaboren juntos en la promoción de una sociedad donde las injusticias puedan ser superadas y todas las personas sean acogidas y puedan contribuir al bien común, de acuerdo con su dignidad y sacando fruto de su propia capacidad”.

papa Francisco con Giorgio Napolitano presidente de Italia junio 2013

El Papa, con el presidente italiano, Giorgio Napolitano

Un tiempo de cambios

Napolitano, después de saludarle como “una figura familiar y querida por los italianos”, destacó que “sus palabras nos tocan e interpelan en particular a nosotros. El nuestro es un país que, clasificado entre los ricos, tiene en su seno áreas y fenómenos de pobreza que se han extendido en los recientes años de crisis como no sucedía desde hace décadas. Es tiempo, pues, de reflexión, de cambios, de solidaridad y de justicia”.

Antes de franquear las fronteras vaticanas, el presidente italiano se reunió con el secretario de Estado, cardenal Bertone, quien le presentó en la Sala Regia a medio centenar de embajadores acreditados permanentemente ante la Santa Sede.

A las relaciones entre Iglesia y mundo diplomático se refirió ampliamente el Papa al recibir el jueves 6 de junio a la comunidad de la Pontificia Academia Eclesiástica, la institución donde se forman los 31 sacerdotes que van a trabajar en el servicio diplomático de la Iglesia y que actualmente dirige el arzobispo Beniamino Stella. “El afán por hacer carrera es una lepra, una lepra; por favor, ningún afán por hacer carrera”, les advirtió a los jóvenes sacerdotes que se preparan para ser nuncios.

Luego les recordó el ejemplo de Juan XXIII, nuncio en Bulgaria, Turquía y Francia, y quien, al final de su vida, consideraba que la diplomacia, si no estaba permeabilizada por el espíritu pastoral, “pone en ridículo una santa misión”. “Escuchadme bien –profundizó–, en una Nunciatura, cuando hay un nuncio o un secretario que no va por el camino de la santidad y se deja envolver por las tantas formas y maneras de la mundanidad espiritual, hace el ridículo y todos se ríen de él. ¡Por favor, no hagáis el ridículo! O sois santos o, si no, volved a vuestras diócesis a ser párrocos; pero no seáis ridículos en la vida diplomática, que tantos peligros encierra para la vida espiritual”.

Al día siguiente, otro tipo de alumnos acudían al encuentro con Francisco en el Aula Pablo VI; se trataba de 9.000 jóvenes estudiantes de colegios dirigidos por la Compañía de Jesús en Italia y Albania, acompañados en algunos casos por sus padres y por un significativo número de exalumnos jesuitas. Como puede imaginarse, todo se desarrolló en un clima familiar: lecturas de cartas, preguntas en directo, vítores constantes y cantos en todos los estilos, incluido el rap. El jesuita Bergoglio no podía sentirse más arropado y, por supuesto, se dirigió a todos los presentes improvisando (“he preparado esto, pero son cinco folios un poco aburridos”).

El Papa les habló sobre todo de dos cosas: libertad y servicio. “Libertad quiere decir saber reflexionar sobre lo que hacemos, saber valorar los que está bien y lo que está mal, qué comportamientos nos hacen crecer. Libertad quiere decir escoger siempre el bien. Somos libres para el bien. Y en esto no tengáis miedo a ir contracorriente, aunque no sea fácil. Ser libres para escoger siempre el bien es algo comprometido, pero os hará personas que tienen columna vertebral, que saben afrontar la vida, personas con valentía y paciencia”.

alumnos de colegios jesuitas en audiencia con el papa Francisco junio 2013

Los alumnos de los centros jesuitas

Sobre el segundo tema, afirmó lo siguiente: “En vuestros colegios participáis en diversas actividades que os enseñan a no encerraros en vosotros mismos o en vuestro pequeño mundo, sino a abriros a los otros, especialmente a los más pobres y necesitados, a trabajar para mejorar el mundo en el que vivimos. Sed hombres y mujeres con los otros y para los otros, auténticos campeones en el servicio a los otros”.

Estuvieron igualmente presentes algunos exalumnos que forman parte de la llamada “Internacional de los jesuitas”, a la que pertenecen, entre otras destacadas personalidades de la política, Mario Draghi, director del Banco Central Europeo; Herman van Rompuy, presidente del Consejo Europeo; Bill Clinton, expresidente norteamericano; el príncipe Felipe (que estudió Relaciones Internacionales en Georgetown, en Washington) y, entre los fallecidos, los cineastas Alfred Hitchcock y Luis Buñuel.

La pobreza, “un escándalo”

A todos los presentes, Bergoglio les confesó con una desnuda sinceridad: “Una persona que quiere ser papa no se quiere bien a sí misma. Dios no la bendice. No, no, yo no quise ser Papa”. Y a una señora del Instituto León XIII de Milán, Caterina de Marchi, que le preguntó por qué había decidido vivir en Santa Marta, le respondió sin ambages: “No es solo una cuestión de riqueza. Para mí es un problema de personalidad… Yo tengo necesidad de vivir entre la gente y, si viviese solo, no me sentiría bien. Esta pregunta me la ha planteado ya un profesor, y le respondí: ‘Profesor, por razones psiquiátricas’. Es mi personalidad. Y, además, el apartamento del Palacio Apostólico no es tan lujoso… ¿Tranquila? Yo no puedo vivir solo, ¿lo comprende? Y también creo que los tiempos nos hablan de tanta pobreza en el mundo, y esto es un escándalo. La pobreza en el mundo es un escándalo. Todos nosotros debemos pensar si podemos ser un poco más pobres; esto debemos hacerlo todos”.

Finalmente, a los informadores nos fue presentado el jueves 6 el documento Acoger a Cristo en los refugiados y en los desplazados forzosos, preparado conjuntamente por los pontificios consejos para los Emigrantes e Itinerantes y “Cor Unum”. En nombre de ambos dicasterios de la Curia, intervinieron sus presidentes, los cardenales Antonio Maria Vegliò y Robert Sarah.

Se trata de un documento valiente –66 páginas en su versión española–, que afirma rotundamente que “toda política, iniciativa o intervención en este ámbito debe inspirarse en el principio de la centralidad y dignidad de toda persona humana”. Las consecuencias son obvias y el documento las explicita muy bien.

En el nº 2.852 de Vida Nueva.

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