El reto de la paz empieza en las aulas

Fundación Don Bosco en México propone iniciativa para trabajar la paz desde la escuela

La Fundación Don Bosco impulsa en México una innovadora iniciativa

Fundación Don Bosco en México propone iniciativa para trabajar la paz desde la escuela

El reto de la paz empieza en las aulas [extracto]

ROBERTO ALCÁNTARA | Ha sido en el Estado de Morelos, territorio que en 2012 se ubicó entre los más violentos de todo México por el alto número de homicidios, secuestros, violaciones, extorsiones y robos con violencia, donde ha surgido una de las iniciativas eclesiales más importantes que se recuerdan en materia de construcción de paz. El proyecto está a cargo de la Fundación Don Bosco, cuyo objetivo es generar y orientar procesos de transformación social con jóvenes a través de escuelas libres de violencia. Con tanto éxito que su metodología ha llamado la atención de las propias autoridades educativas de este y otros estados del país, implementándose en cada vez más realidades.

El padre José Antonio Sandoval Tajonar, director de la fundación, explica a Vida Nueva que, por el proyecto, que se denomina Comunidades Educativas Libres de Violencia, se pretende ir construyendo una cultura de paz impulsada desde los centros educativos, propiciando, además, el protagonismo de los jóvenes. El método consiste básicamente en identificar los diferentes tipos de violencia que se viven en las escuelas y, a partir de ahí, establecer un proceso para erradicarlos.

“El primer paso –señala el padre Sandoval– consiste en realizar un diagnóstico para identificar el estilo de convivencia y los niveles de violencia en cada escuela; posteriormente, se diseña un Pacto de Aula y, después, se realiza una Semana por la Paz. En este marco, se iza simbólicamente una bandera, como referente del compromiso de ir mejorando los niveles de convivencia en la comunidad educativa por parte de todos los agentes implicados”.Fundación Don Bosco en México propone iniciativa para trabajar la paz desde la escuela

El sacerdote explica que este modelo fue diseñado inicialmente para aplicarlo en dos planteles que tiene la fundación en Morelos; sin embargo, tras conocerlo, las autoridades educativas del estado se interesaron en él para replicarlo en algunas escuelas públicas. Actualmente, se ha puesto en marcha en 49 centros dependientes de la Secretaría de Educación de Morelos, en 23 de las 45 universidades politécnicas que existen en todo el país y en otras siete instituciones más. La Fundación Don Bosco ya trabaja también en las escuelas ubicadas dentro de los polígonos –en un total de 50 colonias– considerados de mayor incidencia delictiva, y ha entrado en conversaciones con los gobiernos de los estados de Tabasco y Guerrero para aplicar el modelo allí.

A la hora de acometer la primera fase de la iniciativa, el diagnóstico se obtiene a través de un cuestionario de 35 preguntas. “El mismo –precisa Sandoval– está organizado en varios apartados. Se les pregunta a los jóvenes cómo está su situación respecto a sí mismos y si existen acciones auto-lesivas; también vemos cómo se encuentra la dinámica familiar; revisamos si hay violencia en el noviazgo y cómo es la relación entre los compañeros. Igualmente, analizamos si han identificado acciones violentas dentro de la estructura educativa o en su entorno, por parte de los directivos, maestros o personal administrativo y de servicios”.

Por su experiencia, este sacerdote apunta que el diagnóstico ha permitido encontrar en las escuelas elementos muy sintomáticos de una sociedad enferma: “Vemos altos niveles de violencia en el noviazgo, en la relación entre los estudiantes y en su trato con los maestros”. Los resultados se comparten con las autoridades escolares y con los propios estudiantes, lo que permite que todos los actores de la comunidad educativa revisen, y en su caso corrijan, la manera en que se conducen. También da la pauta para hacer un estudio de los reglamentos de cada institución.

Además, el diagnóstico también ayuda a los jóvenes y a los docentes a entender que el tema de la construcción de la paz no tiene que ver solamente con superar la situación generada por los grupos que viven al margen de la ley en el país, sino que es un tema cultural.Fundación Don Bosco en México propone iniciativa para trabajar la paz desde la escuela

El siguiente paso del modelo son las Jornadas de Paz, que engloban dos acciones específicas: Pactos de Aula y Semanas por la Paz. “El Pacto de Aula –explica Sandoval– es un acuerdo que alcanzan los estudiantes por el que se comprometen a asumir estilos nuevos de convivencia, particularmente en el interior de las aulas, donde se dan manifestaciones de violencia, no necesariamente física, pero sí psicológica o verbal. Así, resulta esperanzador que, a través del compromiso, sean los propios estudiantes quienes intervengan para tratar de detener las expresiones de violencia”.

Pero, ¿qué contiene un Pacto de Aula? “El texto suele ser muy sencillo –reitera el director de la fundación–, pero lo más importante es que no es algo que se les entregue a los jóvenes desde fuera, sino que son ellos quienes lo construyen. La idea es que aprendan a autolimitar su comportamiento, es decir, a establecer nuevos límites que favorezcan una convivencia mucho más sana y armoniosa en las aulas”.

Una nueva norma de vida

A un nivel más concreto, queda claro que “cada Pacto de Aula es distinto, puesto que lo elaboran los jóvenes a partir de sus respuestas a dos preguntas: ‘¿A qué me comprometo?’ y ‘¿a qué no estoy dispuesto?’. Según lo que apunten, así van estableciendo sus compromisos particulares. Al final, cada grupo firma el texto y este se coloca en un lugar visible del salón de clases; es como el referente a partir del cual los alumnos norman su propia conducta”.

Tras esto, se organiza la Semana por la Paz, durante la cual los jóvenes organizan conciertos, torneos deportivos, encuentros de reconciliación entre padres e hijos o caravanas por la paz en sus comunidades. Todas estas actividades van encaminadas a construir una cultura de paz: “No necesariamente son siete días –aclara el sacerdote–, sino un periodo de tiempo donde estarán compartiendo, al interior y al exterior de la comunidad educativa, sus aprendizajes y reflexiones. De esta manera, los jóvenes también se convierten en dinamizadores en la vida comunitaria”.

Finalmente, el padre Sandoval se felicita por la positiva respuesta de los directores, maestros y alumnos; lo mismo que los padres de familia, a quienes también se ha involucrado. Sin embargo, considera que lo esencial es “devolverle el protagonismo a los jóvenes, pues, cuando los hacemos partícipes de una propuesta de vida nueva, que además es posible lograr, ellos se suman. Esa es la experiencia que hemos tenido. A través de las distintas iniciativas que plantean en su Semana por la Paz, ellos han incidido en la vida de sus comunidades, muchas de ellas rurales”.Fundación Don Bosco en México propone iniciativa para trabajar la paz desde la escuela

De cara al futuro, se tiene previsto establecer dentro del proyecto un Observatorio de Paz en cada una de las instituciones en las que se ha trabajado, lo que permitirá una evaluación permanentemente para continuar construyendo nuevas formas de convivencia; sin embargo, esta fase aún no ha comenzado. Queda claro: el reto de la paz es posible en México. Hay que vivirlo, aprenderlo. Y, para ello, nada mejor que las aulas.

 

Aplicable a otros ámbitos

Sobre los alcances que puede tener la iniciativa, el padre Sandoval adelanta que también se buscará implementar directamente en otros ámbitos, por ejemplo, en las familias: “Queremos promover un pacto de familias donde estas se declaren ‘libres de violencia’, para tratar de incidir en algo que está ampliamente extendido: la violencia intrafamiliar”.

De igual forma, Fundación Don Bosco ha empezado a trabajar en varias parroquias de la zona oriente de la Diócesis de Cuernavaca, donde, a través de talleres, se forman jóvenes promotores de paz. También existe la inquietud de aplicar este modelo en las empresas, pues, “en el tema laboral, existen mucha violencia”.

Cuestionado, en definitiva, sobre qué necesita una realidad concreta para poderse beneficiar de este proyecto, el sacerdote responde con sencillez: “Querer trabajar por una convivencia distinta, entendiendo que el problema de la violencia no atañe solo a las autoridades o a un sector de la sociedad, sino que involucra a todos. Pero, sobre todo, ha de creer en el protagonismo de los jóvenes, que son capaces de transformar no solo su vida, sino su entorno. Nosotros lo hemos comprobado y por eso hemos insistido en aprovechar este potencial por el bien del país”.

En el nº 2.852 de Vida Nueva

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